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Hace algunos días atrás, Elon Musk desafió a la ONU como nunca antes. Seis mil millones de dólares es el dinero que se necesitaría para resolver los problemas de hambre en el mundo. El fundador de TESLA se comprometió a vender acciones de su empresa si es que existía un plan completo para cumplir con este desafío. Parece una ironía pensar en el hambre alrededor del mundo. Mientras en unos países toneladas de alimentos van a la basura, en otras naciones este flagelo no para de generar muertes. Más de 800 millones de seres humanos viven una realidad de subalimentación en el planeta completo. Para que tengamos una referencia: es similar a dos veces la cantidad de habitantes de Estados Unidos más dos veces la cantidad de habitantes de España.
¿Se puede terminar con el hambre en el mundo?

Más del 12% de la población en vías de desarrollo sufre problemas alimenticios y 66 millones de niños en edad escolar asisten a clases sufriendo hambre extreman. Asia del Sur y África Subsahariana son por lejos las zonas del mundo en donde el hambre golpea con más fuerza.

La ONU tiene el ambicioso desafío de poner fin al hambre y a la vulnerabilidad alimentaria el año 2030, poniendo fin a todas las variantes de la malnutrición, que generan problemas irreversibles en el desarrollo de niños más pequeños.

Lo anterior tiene directa relación con un plan global que permita duplicar la productividad agrícola y el rol de los pequeños productores en el crecimiento de la industria alimenticia, accediendo a oportunidades económicas justas para formar parte de este mercado.

En tiempos en los que la sostenibilidad está de moda, las grandes empresas de alimentos tienen el doble desafío al incorporar políticas de producción que convivan con la diversificación, acceso y cuidado del medioambiente, pero manteniendo la capacidad productiva.

Aquí la colaboración entre países y la inversión en tecnología juegan un papel fundamental. Son estos dos aspectos los que, por ejemplo, podrían colaborar con el control a la extrema volatilidad en los precios de algunos insumos básicos.

La inflación mundial y las consecuencias del COVID19 han golpeado fuertemente el intento por hacer de este Objetivo de Desarrollo Sostenible una meta cercana a cumplirse.

El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas ha tomado en sus manos el desafío lanzado por Elon Musk. La primera etapa de esta hoja de ruta implica la inversión de 3.500 millones de dólares para la compra y entrega de alimentos a los países más afectados mientras que 700 millones serían invertidos en la implementación de programas eficientes para erradicar la desnutrición.

Parece un sueño, pero el desafío ya se encuentra en marcha. Si a la cruzada se sumarán más multimillonarios, quizás más temprano que tarde estaremos hablando de una pesadilla pasada. Por ahora el llamado es a seguir trabajando para que las voluntades públicas y privadas permitan que la alimentación realmente sea un derecho y no un privilegio.

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