La rana y la gallina, una fábula de Tomás de Iriarte
Desde su charco, una parlera rana
oyó cacarear a una gallina.
«¡Vaya! -le dijo-; no creyera, hermana,
que fueras tan incómoda vecina.
Y con toda esa bulla, ¿qué hay de nuevo?»
«Nada, sino anunciar que pongo un huevo».
«¿Un huevo sólo? ¡Y alborotas tanto!»
«Un huevo sólo, sí, señora mía.
¿Te espantas de eso, cuando no me espanto
de oírte cómo graznas noche y día?
Yo, porque sirvo de algo, lo publico;
tú, que de nada sirves, calla el pico».
No puedo evitar pensar en Tomás de Iriarte cuando leo algunas comunicaciones de empresas especializadas en greenwashing del fino, aquellas que nos bombardean con sus aportaciones a la sociedad, el cuidado de su gente, el respeto al medio ambiente, etc., cuando sabemos que al mismo tiempo están infligiendo diversos daños a diversos partícipes.
Me encantaría tener una fórmula perfecta para poder discernir a primera vista qué hay realmente detrás de tanto cacareo y tanto graznido, sobre todo en esta época en que resulta tremendamente difícil atraer y fidelizar clientes. Hasta que encuentre esa fórmula, aplico una provisional que de momento me está dando resultados aceptables:
Claro que a veces me equivoco, pero esta fórmula me estimula a buscar información objetiva más allá de lo que las empresas quieran hacernos creer… y es a la vez una forma de desdramatizar y de intentar evitar que me embargue la estulticia que quieren generalizar las empresas especializadas en greenwashing del fino.
Feliz agosto, con todas sus peculiaridades.