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No sé qué haremos este mes de agosto, pero sí sé que no será como los anteriores. Así que, antes de entrar en no se sabe si vacaciones, confinamiento o una mezcla extraña de ambos, te dejo aquí mi reflexión veraniega, extraña como las vacaciones que se aproximan.

La rana y la gallina, una fábula de Tomás de Iriarte

Desde su charco, una parlera rana
oyó cacarear a una gallina.
«¡Vaya! -le dijo-; no creyera, hermana,
que fueras tan incómoda vecina.
Y con toda esa bulla, ¿qué hay de nuevo?»
«Nada, sino anunciar que pongo un huevo».
«¿Un huevo sólo? ¡Y alborotas tanto!»
«Un huevo sólo, sí, señora mía.
¿Te espantas de eso, cuando no me espanto
de oírte cómo graznas noche y día?
Yo, porque sirvo de algo, lo publico;
tú, que de nada sirves, calla el pico».

No puedo evitar pensar en Tomás de Iriarte cuando leo algunas comunicaciones de empresas especializadas en greenwashing del fino, aquellas que nos bombardean con sus aportaciones a la sociedad, el cuidado de su gente, el respeto al medio ambiente, etc., cuando sabemos que al mismo tiempo están infligiendo diversos daños a diversos partícipes. 

Me encantaría tener una fórmula perfecta para poder discernir a primera vista qué hay realmente detrás de tanto cacareo y tanto graznido, sobre todo en esta época en que resulta tremendamente difícil atraer y fidelizar clientes.  Hasta que encuentre esa fórmula, aplico una provisional que de momento me está dando resultados aceptables: 

  • Si la empresa enfatiza todo lo bueno que hace en el ámbito "A", es muy probable que tenga deficiencias en el ámbito "B". Es una empresa gallina.
  • Si la empresa explica de forma "poética" su proceder en el ámbito que le es propio y a la vez se intuye que está disimulando sus malas praxis (utiliza algún oxímoron, escenarios idílicos muy alejados de su realidad cotidiana, etc.), es una empresa rana.
  • Si la empresa alardea de actividades altruistas, voluntariado corporativo, donaciones y otros programas de beneficio a la comunidad aplicados en ámbitos ajenos a su actividad, modifico la fábula de Iriarte y añado un nuevo animal: es una empresa  cocodrilo de las marismas, que emplea una táctica de señuelo y sustitución para atraer a las aves a sus fauces.  (Se sumerge casi por completo en el agua cerca de colonias de garcetas o garzas y se coloca palos encima de la cabeza.  Este comportamiento se explica porque las aves buscan palos para hacer sus nidos, de forma que aterrizan sobre el cocodrilo…  et voilà, presa conseguida mediante engaño).

Claro que a veces me equivoco, pero esta fórmula me estimula a buscar información objetiva más allá de lo que las empresas quieran hacernos creer… y es a la vez una forma de desdramatizar y de intentar evitar que me embargue la estulticia que quieren generalizar las empresas especializadas en greenwashing del fino.

Feliz agosto, con todas sus peculiaridades.

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