Pensarán que su cotidianidad les absorbe de tal manera que les parece una utopía tener tiempo para coger un papel y un bolígrafo y comenzar a trazar letra a letra, sílaba a sílaba y palabra a palabra una oración que encadene con otra, llegando así a formar un párrafo.
Les propongo un trato. No lo piensen, simplemente háganlo. Sin importarles cuál sea su resultado. Den rienda suelta a su creatividad. Y si resulta que en su cabeza revolotea la siguiente frase “yo no poseo creatividad”, cierren los ojos y respiren profundamente. Hagan un viaje a través del tiempo aferrándose a sus sueños, a sus ilusiones y a sus pasiones y hallarán la respuesta a sus plegarias. Yo por mi parte volveré a creer, sí, a creer que se puede fabricar, reconstruir e inventar una sociedad de bienestar empresarial.
¿En qué momento una empresa dejó de fantasear, de esperanzar y de entusiasmar, en definitiva, de crear? Porque es lo que da el sentido al desarrollo y evolución de una compañía.
La creatividad es la unión de la razón y el corazón. Razón y corazón. Corazón y razón. Ambos diferentes, ambos similares.
Si la creatividad estuviera ahora mismo en el IBEX 35 y formara parte del mercado de valores como una de las empresas que cotizaran en él, lamentablemente su ratio estaría en mínimos históricos. Y el precio de las acciones, en el valor más bajo de su existencia.
No les voy a engañar. A veces, me pregunto cuánto vale la creatividad. En un mundo materialista, competitivo, monetizado e intransigente.
Lo material es sólo eso, como dice la propia palabra. Algo que es inerte. La competencia es buena porque hace que uno se planifique, prepare y forme. El problema es el ser competitivo a cualquier precio, sin importar el otro ser humano con quien se está compitiendo. Monetizar es un oficio tan antiguo como moverte por el único motivo del vil metal. Como dice mi admirado Stuart. E. Lucas, presidente de Wealth Strategist Partners (Fundación Numa): “La riqueza sin valores es sólo dinero.” Y luego está la intransigencia que no empatiza, sino que juzga la filosofía de vida de otros individuos.
La creatividad aparece cuando la persona está preparada. No es inusual. Es un movimiento sincronizado entre trabajo y talento. Porque como barruntaba en el principio de este artículo, esto va de valor. Pero no se engañen: no del valor que compra o vende bienes, sino de valor emocional, de aquel que hace de uno un ser íntegro, completo y digno de su existencia.
De ahí que las raíces de cualquier corporación deberían ser la honestidad, fidelidad, lealtad, respeto, trabajo, sacrificio y compromiso con el otro. Esos son los pilares que fundamentan la educación de un individuo y, por tanto, de una sociedad.
Reconozcámoslo: yo he caído en el desaliento, no puedo engañarles pero son mi ganas de construir una institución que vaya más allá de lo cuantificable las que hacen de mí el adalid de la instrucción por medio de la acción.
Paren por un momento. Y reflexionen, mediten y tomen conciencia de hacia dónde va este planeta empresarial. Si queremos hacer de él un lugar de convivencia mejor o simplemente dejarnos llevar por un torbellino de necesidades avaras, de posesiones materiales y de caprichos vanos que no enriquecen nuestro cuerpo ni nuestra mente.
Tenemos el gran privilegio de ser agentes de cambio. No rehuyamos nuestra responsabilidad o, si quieren que sea más optimista, afrontemos el reto y consigámoslo. Que la creatividad vuelva al lugar que nunca tuvo que perder.
No me digan que no pueden, que no saben o que no tienen tiempo. Si dentro de su cabeza pueden imaginar y soñar…
Sé que crear resulta algo anormal en este planeta, pero ¿qué es lo normal? Seguir el designio de aquéllos que se comportan como hormigas siguiendo un camino ya trazado o decidir ser elefantes y abrir una nueva senda. Ustedes deciden. No deseo condicionarles con mi inocencia entusiasta. Pero lo que no podemos consentir es el problema de fondo que reside. El desmoronamiento de los pilares que fundamentan nuestra educación.
Y sin educación no habrá mujeres y hombres de futuro. Ellos son los que construyen las empresas. Aún pueden cambiar el destino de nuestras vidas. Sólo depende de ustedes.