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Decía Coco Chanel que "todo lo que pasa de moda, no es moda". Para ella la moda era atemporal, cuidada, trabajada. Hablaba sobre quien la vestía; cada prenda era minuciosamente elegida y duraba en el armario más allá, a veces, que quien la vestía. Luego llegó el fast-fashion para permitir que cualquiera pudiera vestir prendas nuevas, actuales, siguiendo el estilo de las pasarelas.

Decía Coco Chanel que "todo lo que pasa de moda, no es moda". Para ella la moda era atemporal, cuidada, trabajada. Hablaba sobre quien la vestía; cada prenda era minuciosamente elegida y duraba en el armario más allá, a veces, que quien la vestía.

Luego llegó el fast-fashion para permitir que cualquiera pudiera vestir prendas nuevas, actuales, siguiendo el estilo de las pasarelas. La  moda que se usa dos veces y se amontona en el armario, hasta que pasa al contenedor de ropa usada para poder aliviar la conciencia de quien la da, sintiendo que incluso está generando un impacto positivo al entorno. La moda que se produce a miles de kilómetros, en fábricas sin un mínimo de condiciones laborales, con sueldos por debajo del mínimo digno (incluso cumpliendo con los sueldos mínimos del país). La moda que usa tejidos que no se pueden reciclar e incluso tejidos nocivos para la salud. La que usa tintes que se vierten en ríos que marcan el color de la temporada.

La moda que pasa de moda. La que copia el continente, pero no el contenido y los procesos que existen detrás de las prendas bien hechas, respetuosas con el entorno en todo el proceso.

Este pasado fin de semana se celebraron las Jornadas de Moda Sostenible, organizadas por SlowFashionNext. En su ya octava edición, se hizo lleno completo de asistentes, lo que indica que hay interés por la moda sostenible. Y que vamos tomando constancia de que la moda, la segunda industria más contaminante, debe empezar a cambiar procesos de producción, pero también la cultura de consumo.

Pudimos conocer más de cerca los diseños de María Lafuente, inspirados en la naturaleza y con producciones sostenibles. A Ekomodo, que diseñan a partir del plástico realizado en Ekorec, la fábrica de origen.

Manuel Quirós, Doctor Biólogo, nos habló de la biomimesis y de cómo podemos aprender de la naturaleza sobre procesos circulares, puesto que, como nos recordó, “en la naturaleza no hay basura, porque lo que desecha son recursos que se utilizan.”

Ben Ramsden nos contó primero su magnífico proyecto Pants to Poverty, una marca de ropa interior hecha con procesos sostenibles para devolver la dignidad a quien trabaja en los cultivos, en las hilaturas o en los talleres. “From cotton to buttom”, decían. Y su siguiente proyecto pretende, a partir de los aprendizajes obtenidos, mapear, medir y optimizar la cadena de valor para prendas sostenibles.

La asistencia a las Jornadas de Moda Sostenible crece año tras año. Tal vez porque iniciativas como la de SlowFashionNext o Fashion Revolution van concienciando sobre la necesidad de cambiar la manera en que consumimos ropa. Puede, también, que haya cierto replanteamiento de por qué y para qué consumimos en general. Se va extendiendo la certeza de que compramos más de lo que podemos usar y tiramos más de lo que podemos reciclar.

Cuando nos centramos en la moda, resulta demasiado frívolo pensar que por un concepto mal entendido de imagen personal, estemos contribuyendo a una industria tan contaminante. Porque al fin y al cabo, si la moda habla de uno, ¿qué es lo que quieres comunicar, realmente?

Vamos por buen camino en cuanto a expansión del mensaje, pero hace falta seguir diciéndolo, porque todavía hay mucho que avanzar. Sigue siendo demasiado fácil acceder a prendas por menos del precio razonable para sea sostenible y para que dentro de la cadena de suministro, nadie haya pagado la diferencia: ni el planeta, ni las personas que la han confeccionado.

Vienen generaciones especialmente visuales, acostumbrados a quererlo todo y quererlo ya, de acceder al mundo a golpe de click. Incluso las anteriores a la era internet nos hemos acostumbrado demasiado rápido la velocidad del consumismo. Hay más concienciación, sí, pero ¿cuánta acción? Rafa y Andrea de Mazinn contaron que el 83% de los jóvenes prefiere prendas duraderas. Y la gran mayoría percibe la excesiva rotación de colecciones en las tiendas fast-fashion como una burda estrategia para hacerles consumir más. Sin embargo, todavía no hay una propuesta clara de consumo sostenible que les satisfaga: no todas las marcas de moda “slow” les ofrecen el estilo que les gusta y cuando lo ofrecen, no les encaja en el precio; la segunda mano se va imponiendo pero el alquiler de ropa no es todavía una opción generalizada.

Lo que está claro es que el cambio pasa por replantear el por qué consumimos, qué buscamos en cada prenda. Tal vez así, reduciendo el consumo, podamos permitirnos prendas de mayor calidad y más sostenibles. Cambiar cantidad por calidad. Que si las prendas hablan de nosotros, digan algo que merezca la pena.

La moda es un sector que todos conocemos y al que todos contribuimos con nuestras acciones. Con cada compra elegimos no sólo qué prenda compramos, sino qué mundo queremos.  Entre todos podemos hacer que la moda rápida sin escrúpulos, pase de moda.

Como dijo Gema Gómez en la inauguración de las Jornadas, si no somos nosotros, ¿quién? Si no es ahora, ¿cuándo?



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