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Aunque parezca impensado, aún hoy, el agua es un privilegio y no un derecho. Lo que para muchos es parte de la vida cotidiana, para otros es un lujo. Desde el año 2000, millones de personas han tenido acceso a servicios de agua potable, saneamiento e higiene, pero muchos países todavía tienen un largo camino que recorrer para cumplir plenamente la ambición del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) de lograr el acceso universal. El informe “Progreso del agua potable, el saneamiento y la higiene en los hogares 2000-2020”, recientemente publicado por el Programa Conjunto de Monitoreo del Abastecimiento de Agua, el Saneamiento y la Higiene (PCM) de la OMS y UNICEF, evalúa las tasas actuales de progreso y afirma que aún estamos lejos de alcanzar las metas de los ODS para 2030.
Una de cada cuatro personas en todo el mundo no tiene acceso al agua potable

La escasez de agua afecta a más del 40 por ciento de la población mundial, una cifra alarmante que probablemente crecerá con el aumento de las temperaturas globales producto del cambio climático. Aunque ha habido avances innegables desde 1990 cuando alrededor de dos millones de personas han conseguido acceso a mejores condiciones de agua y saneamiento, la decreciente disponibilidad de agua potable de calidad es un problema importante que aqueja a todos los continentes.

El agua es un derecho, no un privilegio. Sin embargo, en muchas latitudes algo tan cotidiano como abrir el grifo cada mañana para lavarse las manos es un lujo impensado. Para hacerle frente a esta grave problemática que mezcla una problemática ambiental con una social, el ODS 6 propone que para 2030 toda la población mundial tenga acceso al agua limpia y al saneamiento. Según Naciones Unidas, asegurar el agua potable segura y asequible universal implica llegar a más de 800 millones de personas que carecen de servicios básicos y mejorar la accesibilidad y seguridad de los servicios por más de dos mil millones.

Sin embargo, lamentablemente, estamos lejos de llegar a este objetivo. El mundo no está en camino de alcanzar las metas 6.1 y 6.2 de los ODS según muestra el informe “Progreso del agua potable, el saneamiento y la higiene en los hogares 2000-2020” recientemente publicado por el Programa Conjunto de Monitoreo del Abastecimiento de Agua, el Saneamiento y la Higiene (PCM) de la OMS y UNICEF.

A partir de los datos extraídos de dicha investigación, se afirma que para lograr la cobertura universal en 2030 será necesario cuadruplicar las tasas actuales de progreso en los servicios de agua potable gestionados de forma segura, los servicios de saneamiento y la higiene básica. Los países menos desarrollados son los que más lejos tienen que llegar y será especialmente difícil acelerar el progreso en estos territorios. Los datos son estremecedores: una de cada cuatro personas, es decir, 2.000 millones de personas en todo el mundo, carecen de agua potable.

El documento muestra que, en el 2020, sólo el 74% de la población mundial utilizar servicios de agua potable gestionados de forma segura, el resto no. Además, la cobertura es menor en las zonas rurales (60%) que en las urbanas (86%), donde viven dos de cada tres de los 5.800 millones de personas que utilizan servicios gestionados de forma segura.  Además, el informe advierte que casi la mitad de la población mundial, es decir, 3.600 millones de personas, carecen de saneamiento seguro.

Al respecto, se afirma que, en 2020, sólo el 54% de la población mundial (4.200 millones de personas) utilizan servicios de saneamiento gestionados de forma segura. Dos tercios de las poblaciones que aún carecían incluso de servicios básicos viven en zonas rurales, y casi la mitad en el África subsahariana. Respecto al acceso a los servicios básicos de higiene, el documento muestra que 3 de cada 10 personas, es decir, 2.300 millones de personas en todo el mundo, carecen de estos servicios.

A partir de la investigación se conoció que el año pasado, el 71% de la población mundial (5.500 millones) disponía de un servicio básico de lavado de manos con agua y jabón en su casa. Otro 21% (1.600 millones) tenía instalaciones para lavarse las manos que carecían de agua o jabón en el momento de la encuesta, y el 9% (670 millones) no tenía ninguna instalación para lavarse las manos. Evidentemente, los datos desglosados revelan enormes disparidades en los servicios entre los países y dentro de ellos.

Otro importante hallazgo del informe tiene que ver con la desigualdad que es aún mayor para mujeres y niñas. Los datos muestran que estas no tienen los servicios que necesitan para la salud menstrual. La meta 6.2 de los ODS pide que se preste "especial atención a las necesidades de las mujeres y las niñas" y los programas de agua, saneamiento e higiene están supervisando cada vez más las necesidades relacionadas con la salud menstrual, para que todas puedan tener acceso a un lugar privado para lavarse y cambiarse durante el período menstrual. En muchos países, una proporción significativa de mujeres y niñas no dispone de los servicios que necesita para la salud menstrual y a menudo existen disparidades sustanciales entre los subgrupos de población y para las mujeres y niñas con y sin discapacidad.

Durante los primeros cinco años desde el lanzamiento de los ODS, la cobertura de agua potable básica en regiones más vulnerables ha aumentado del 71% en 2015 al 74% en 2020. Sin embargo, el informe advierte que, para lograr el acceso universal al agua potable básica será necesario multiplicar por 4 las tasas de progreso actuales, mientras que para lograr el acceso universal al agua potable gestionada de forma segura será necesario multiplicar por 23.  La cobertura de los servicios básicos de higiene ha aumentado del 43% en 2015 al 48% en 2020, pero al ritmo actual de progreso solo el 58% de la población que vive en contextos vulnerables tendrá acceso en 2030.

Si realmente queremos garantizar el acceso universal al agua potable segura y asequible para todos y todas en 2030, será necesario pisar el acelerador. Realizar inversiones adecuadas en infraestructura, proporcionar instalaciones sanitarias y fomentar políticas públicas que realmente apunten a transformar esta problemática debieran ser las prioridades nacionales e internacionales para que el ODS 6 sea una realidad.

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