
En su evaluación anual sobre el impacto de la contaminación atmosférica en la salud —“Harm to human health from air pollution in Europe: burden of disease status, 2025”— la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) vuelve a poner cifras a una problemática que persiste en las ciudades del continente. Pese a que la exposición prolongada a los principales contaminantes (PM2.5, dióxido de nitrógeno y ozono troposférico) continúa descendiendo desde hace diecinueve años, los niveles siguen siendo muy superiores a lo recomendado por la OMS, especialmente en entornos urbanos.
El informe confirma un dato relevante: entre 2005 y 2023, las muertes prematuras asociadas a partículas finas cayeron un 57% en la UE, lo que implica que se ha cumplido el objetivo del Plan de Acción de Contaminación Cero de reducir este impacto un 55% para 2030. Sin embargo, la AEMA insiste en que aún es posible evitar decenas de miles de muertes si se alcanzan los niveles guía de la OMS.
Según las estimaciones recogidas en el documento, alcanzar esos valores habría evitado en 2023 un total de 182.000 fallecimientos por exposición a PM2.5, 63.000 por ozono (O₃) y 34.000 por dióxido de nitrógeno (NO₂) en la Unión Europea. La carga de enfermedad se concentra especialmente en países del este y sureste de Europa, donde los niveles de contaminación siguen siendo más elevados.
El análisis también pone el foco en otros impactos menos visibles pero igualmente graves: el deterioro de la calidad de vida asociado a enfermedades crónicas vinculadas a la contaminación atmosférica. Afecciones como el asma, la cardiopatía isquémica o el cáncer de pulmón afectan la salud cotidiana de millones de personas, mientras que nuevas investigaciones apuntan a que la contaminación podría estar relacionada también con un mayor riesgo de demencia. De hecho, la AEMA subraya que la carga de enfermedad atribuida a esta patología supera la de otras asociadas tradicionalmente a la mala calidad del aire.
La publicación del informe coincide con la celebración del Foro Europeo del Aire Limpio, que reúne estos días en Bonn a responsables políticos, expertos científicos y organizaciones sociales para avanzar en estrategias que permitan mejorar la calidad del aire en el continente.
En paralelo, la AEMA recuerda que la Directiva de Calidad del Aire Ambiente, revisada y en vigor desde el año pasado, acerca los estándares europeos a las recomendaciones de la OMS. Aun así, la contaminación del aire continúa siendo el principal riesgo ambiental para la salud en Europa, por encima del ruido, los químicos o los efectos crecientes de las olas de calor vinculadas al cambio climático.
El análisis abarca 41 países europeos —entre ellos los 27 Estados miembros de la UE— aunque, en el caso de Turquía, no se incluyeron estimaciones de PM2.5 por falta de datos suficientes. La agencia recalca que los distintos impactos no deben sumarse para evitar duplicidades, dado que algunos efectos se solapan.
La Comisión Europea, según cita la AEMA, ha concluido en su reciente evaluación que las políticas comunitarias de aire limpio están funcionando, pero requieren mayor impulso para garantizar que todos los ciudadanos puedan respirar aire seguro. Cada país cuenta con una ficha específica anexa al informe, donde se detallan los efectos sanitarios nacionales y los avances en materia de calidad del aire, una información clave para orientar las políticas de salud pública y transición ecológica en los próximos años.