En Montana (EE. UU.), por ejemplo, la antigua mina de cobre de Berkeley —abandonada en 1982 y convertida desde entonces en un lago altamente contaminado con más de 190.000 millones de litros de agua ácida— se presenta ahora como una fuente inesperada de valor: podría llegar a producir hasta 50 toneladas anuales de tierras raras. Un giro que ilustra cómo la demanda de estos elementos está transformando antiguos pasivos ambientales en nuevas oportunidades.
El término puede llevar a engaño. Las tierras raras no son ni tierras ni escasas: son óxidos metálicos que, aunque relativamente abundantes en la corteza terrestre, fueron históricamente difíciles de aislar debido a las limitaciones técnicas de la química de los siglos XVIII y XIX. De ahí el adjetivo “raro”, que alude más a la complejidad de su separación que a su disponibilidad.
El grupo está formado por los 15 lantánidos (como el neodimio, el samario o el disprosio), junto al escandio y el itrio. En las últimas seis décadas se han vuelto imprescindibles, hasta el punto de que desde 2011 forman parte de la lista de materias primas críticas de la Comisión Europea.
Las tierras raras poseen propiedades químicas, ópticas y magnéticas únicas, lo que las hace insustituibles en sectores clave. Están presentes en pantallas, iluminación LED, baterías, convertidores catalíticos y, sobre todo, en las tecnologías asociadas a las energías renovables.
Pero su distribución en el planeta es desigual. Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, la mitad de las reservas mundiales —estimadas en más de 90 millones de toneladas— se concentran en China, país que además controla alrededor del 90 % de la producción global. Brasil, India, Australia y Rusia suman gran parte del resto. Esta concentración ha convertido su acceso en un asunto geopolítico de primer orden.
Ante esta dependencia, especialistas como Adrián Bogeat, profesor de Química Inorgánica de la Universidad de Salamanca, señalan que el reciclaje será clave: “Las tasas actuales no superan el 1 %, por lo que impulsar la llamada minería urbana es la vía más efectiva y sostenible para garantizar el suministro”.
Aunque suelen utilizarse en pequeñas cantidades, su aporte resulta decisivo. Algunos ejemplos destacados son:
Además, están presentes en tecnologías cotidianas como smartphones, ordenadores portátiles o sistemas de resonancia magnética, e incluso en mecanismos de seguridad de los billetes de euro.
Con este abanico de aplicaciones y su papel en la descarbonización de la economía, las tierras raras se consolidan como una de las materias primas más estratégicas de nuestro tiempo. El reto ahora es garantizar su extracción y reciclaje con criterios ambientales y sociales responsables.