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El próximo 19 de agosto, el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria 2025 llega marcado por una situación sin precedentes: la violencia creciente contra el personal de ayuda, el desplome de la financiación internacional y una pérdida de legitimidad que erosiona la confianza ciudadana. Según advierte la ONG World Vision, estas tres amenazas están debilitando los cimientos mismos de la respuesta humanitaria y dejando a millones de personas sin la ayuda que necesitan para sobrevivir.
Violencia, recortes y desconfianza ahogan la ayuda humanitaria

En 2024, 383 trabajadores humanitarios murieron mientras cumplían con su labor, un récord trágico que 2025 podría superar. Solo hasta agosto de este año, ya se contabilizan 248 fallecidos, con un impacto especialmente alto en el personal local que trabaja en contextos de riesgo extremo como Sudán, Sudán del Sur, Etiopía, Líbano, los Territorios Palestinos Ocupados, Myanmar, Ucrania y Siria.

World Vision subraya que esta tendencia exige acciones inmediatas: desde el cumplimiento estricto de la Resolución 2730 (2024) del Consejo de Seguridad de la ONU, hasta la firma de la próxima Declaración sobre la Protección del Personal Humanitario, que busca garantizar la investigación de los ataques, la rendición de cuentas y el acceso seguro a las comunidades afectadas.

La “crisis silenciosa” de la financiación

El recorte de fondos está forzando a las agencias de ayuda a reducir drásticamente sus operaciones. El informe Hunger, Harm and Hard Choices de World Vision revela que en 13 países en crisis, las familias desplazadas que han sufrido recortes en la ayuda alimentaria tienen 5,4 veces más probabilidades de padecer inseguridad alimentaria grave, además de retrocesos en educación y protección infantil.

El Panorama Humanitario Mundial 2025 estima que se necesitan 45.480 millones de dólares para asistir a 181,2 millones de personas, pero a mediados de año solo se había recaudado el 16,8 % (7.640 millones), un 40 % menos que en el mismo periodo de 2024. Esta brecha amenaza con dejar atrás a decenas de millones de personas.

“Cuando se recorta la financiación, se recorta la asistencia fundamental a los niños y niñas y a las familias que viven en la desesperación”, denuncia Isabel Gomes, directora global de Gestión de Desastres en World Vision.

Pérdida de legitimidad y confianza

A la violencia y la falta de recursos se suma un deterioro en la percepción pública del trabajo humanitario. La ONG advierte que, cuando la ayuda se percibe como politizada o impuesta de forma vertical, pierde autoridad moral y dificulta el acceso a las comunidades.

El informe Putting Children First for Sustainable Development muestra que en 2023 solo el 11,5 % de la ayuda oficial al desarrollo se destinó a programas centrados en la infancia, frente al 13 % del año anterior, a pesar de que cada dólar invertido en la niñez puede generar hasta 10 de retorno social y económico.

“La base de la acción humanitaria es la confianza. Cuando esta se erosiona, no solo peligra la seguridad del personal, también la capacidad de toda la respuesta”, concluye Gomes.

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