Los microplásticos, fragmentos que van desde cinco milímetros hasta una micra, provienen de dos fuentes principales. Por un lado, los microplásticos primarios, diseñados específicamente para productos como cosméticos o limpiadores. Por otro, los secundarios, que se desprenden del desgaste de objetos como botellas, bolsas o fibras sintéticas de la ropa. "Cada vez que lavamos ropa sintética, liberamos microfibras que acaban en ríos y mares", advierte Fernández.
¿Cómo llegan a nosotros? El agua es una de las principales vías de exposición. Según la experta, los sistemas de tratamiento actuales no eliminan completamente los microplásticos. Parte de ellos termina en los lodos utilizados como fertilizantes, o vuelve al ciclo hídrico, afectando tanto a la fauna acuática como a los humanos. Incluso el agua embotellada no está libre de estas partículas: estudios han encontrado una mayor concentración de microplásticos en agua envasada que en agua del grifo.
Una solución sostenible: la tecnología limpia
En este contexto, empresas como Captoplastic están desarrollando innovadoras tecnologías para combatir este problema. La solución de esta compañía se basa en un captador magnético que atrapa microplásticos en el agua, logrando eliminarlos con una eficiencia del 80-90%. “Nuestro sistema no solo captura microplásticos, sino que reutiliza todos los materiales, generando residuo cero”, explica Fernández.
Esta tecnología ya se aplica en plantas de tratamiento de aguas residuales y en sectores como la industria textil y alimentaria. “Si conseguimos integrar estas soluciones en los procesos industriales, podremos evitar que los microplásticos lleguen al medioambiente”, concluye. El enfoque de Captoplastic se alinea con la filosofía water positive, que busca devolver al medioambiente un agua en mejores condiciones que las iniciales. Este tipo de iniciativas representan un paso crucial para mitigar la crisis de contaminación plástica, un desafío que requiere tanto innovación tecnológica como conciencia colectiva.