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Cada minuto, un pedazo de tierra fértil se convierte en desierto. La desertificación, impulsada por el cambio climático y la explotación insostenible del suelo, pone en riesgo la supervivencia de millones de personas y la salud de los ecosistemas que sustentan la vida en la Tierra. Esta crisis silenciosa, que afecta ya a más de un tercio de la población mundial, ha llevado a líderes internacionales a reunirse en Riad para buscar soluciones urgentes y revertir la degradación de tierras antes de que sea demasiado tarde.
Desertificación, el enemigo silencioso que amenaza el futuro del planeta

Cada año, un área equivalente al tamaño de Egipto, alrededor de 100 millones de hectáreas, se pierde debido a la desertificación y la sequía, dos fenómenos impulsados por el cambio climático y la mala gestión del suelo. Estos problemas, lejos de ser meros temas ambientales, son cuestiones críticas que afectan la vida de millones de personas en todo el mundo. Según la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), la degradación del suelo pone en peligro la seguridad alimentaria, el acceso al agua y la biodiversidad, mientras agrava la crisis climática.

El pasado 2 de diciembre, líderes globales se reunieron en Riad con un objetivo común: transformar la degradación de la tierra en una oportunidad de regeneración. Este encuentro internacional busca consolidar estrategias que permitan no solo frenar la pérdida de suelos productivos, sino también restaurar ecosistemas clave para la salud del planeta.

La degradación de la tierra ya afecta a más de 3.200 millones de personas. Desde los bosques talados de Haití hasta el Sahel, donde el lago Chad se encoge con alarmante rapidez, la crisis es global. Las tierras áridas y semiáridas, que cubren más del 40% de la superficie terrestre, están particularmente en riesgo, afectadas por sequías cada vez más frecuentes y severas.

El vínculo entre la degradación de la tierra y el cambio climático es innegable. Los ecosistemas terrestres son fundamentales para absorber emisiones de CO2, pero esta capacidad se ve comprometida cuando se talan bosques o se agotan los suelos. La deforestación, que contribuye a la desertificación, sigue en aumento; actualmente, solo el 60% de los bosques del mundo permanecen intactos. La ONU advierte que este porcentaje está por debajo del "objetivo seguro" del 75%.

Soluciones y esperanzas

A pesar de lo sombrío del panorama, existen razones para el optimismo. Las comunidades locales, junto con expertos y responsables políticos, están implementando soluciones innovadoras. Desde agricultores en Burkina Faso que adoptan técnicas agroforestales hasta proyectos de reforestación en Uzbekistán, la restauración es posible. La CNULD subraya la necesidad de restaurar 1.500 millones de hectáreas de tierras degradadas para 2030, un desafío monumental, pero alcanzable si se priorizan enfoques sostenibles y participativos.

El encuentro en Riad es una oportunidad para establecer compromisos concretos. Los participantes buscan acelerar la recuperación de suelos degradados, mejorar la resiliencia frente a desastres naturales y garantizar la seguridad alimentaria a través de prácticas agrícolas sostenibles. Además, se pretende promover la equidad en la gestión de tierras, asegurando que las comunidades locales, especialmente los jóvenes, se beneficien de nuevas oportunidades económicas.

La tierra es más que un recurso; es la base de nuestra existencia. Protegerla no solo es una cuestión ambiental, sino un imperativo para garantizar un futuro sostenible para las próximas generaciones.

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