Me acabo de quitar la camiseta de Amnistía de “Make Feminism Great Again”, me he dado una ducha ardiendo y me he preparado un té caliente. He llegado empapada de la mani de Atocha.
Cuando mi amiga Almudena nos pidió un artículo para su especial del 8M, yo llevaba puesto mi disfraz de Superwoman. Ese que llevo puesto cada día. Ese que yo mismita me he comprado y adjudicado como uniforme diario. Pero resulta que ya me queda pequeño. Y es que, es la vulnerabilidad lo que realmente quiero llevar por bandera. Porque no llego a todo. Así que aquí estoy, escribiendo un sábado por la tarde lo que tendría que haber entregado el viernes al mediodía. Aquí estoy, a destiempo.
¿Y por qué salir hoy con el día que hacía? Pues porque hoy es el Día Internacional de la Mujer. Llueva o no llueva. Igual que el día de Navidad es el 25 de diciembre. Por eso, ese día como con mi familia e intento quedar con amigos, colegas y quién se tercie en la misma semana de diciembre. Aunque los vea más veces el resto del año, esa semana hago el esfuerzo porque los símbolos están para eso, para parar y conectar. Y hoy toca detenerse y hablar de igualdad de oportunidades. De mujeres. De brecha salarial. De violencia. Hay que hacerlo hoy. Hoy lo hacemos todos a la vez de forma organizada, a lo grande y visible. ¿Y mañana? Sí, mañana también. ¿Y pasado? También.
Hagámoslo a tiempo y a destiempo.
Tenemos que hablar. Mucho y bien. Tenemos que hablar con datos, que tenemos muchos. Algunos buenos y otros menos buenos. Tenemos que contar nuestras historias. Nuestras experiencias. Pero no solo hay que hablar. Hay que escuchar. Creo que, especialmente ahora, toca escuchar. Más y mejor. Porque no nos estamos entendiendo. Todos nos estamos gritando y se nos ha olvidado parar a escuchar qué se está diciendo y por qué y desde dónde. La semana pasada Facebook me recordó una viñeta que compartí hace años por estas mismas fechas en la que un hombre decía: “No entiendo por qué hacéis huelga.” la mujer respondía: “Por eso la hacemos”. ¿Tendrían un diálogo entre ellos después de eso o se iría cada uno a lo suyo sin entenderse?
Hablemos y escuchemos.
Y hay más. Creo que cuando escuchamos, lo hacemos sobre todo a los nuestros. A los que piensan como nosotros. A los que no tenemos que convencer de nada, aunque no estemos de acuerdo en todo. Con los nuestros tenemos que seguir fortaleciendo y reforzando las conexiones y redes (bonding) que hayamos creado. Pero ahora también toca escuchar a los que están al otro lado. A “todos los otros lados” que no sea el nuestro. Porque no es sólo un “otro lado”. Tenemos que escuchar con curiosidad y sin prejuicios. Tenemos que construir puentes (bridging) hacia hombres y mujeres que creen que hay igualdad. Que no ven la brecha salarial. Que siguen estereotipando habilidades y trabajos como masculinos y femeninos. (Que … Que … Que … ) Quizá a esas personas son a las que más necesitamos escuchar. Dejar de hablarles y empezar a escucharlas.
Fortalezcamos lazos y construyamos puentes.
¿Y cómo trasladamos todo esto a la empresa? ¿Cómo seguimos promoviendo la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en el mundo laboral para que nuestras diferencias no impliquen una merma de derechos ni obligaciones para unos u otros?
Y notad que digo TENEMOS QUE, no HAY QUE. Porque cuando decimos “hay que” parece que lo tiene que hacer otro, alguien más, la empresa. Pero es que la empresa somos todos. La cultura es lo que hago yo el lunes por la mañana.
Y notad que propongo que hagamos una cosa y, todo lo contrario. Porque los contrarios no siempre son opuestos. A veces dibujan un círculo virtuoso.
La igualdad no es solo un día. Es un ejercicio constante de hablar, escuchar y construir puentes. Se cambia haciendo. A tiempo y a destiempo.