Los mayores desvelos de los inversores de todo tipo en 2023 son la crisis energética, la inflación, las alteraciones de las cadenas de suministro globales y el riesgo de recesión. Entre los analistas del mercado han surgido algunas voces que afirman que los criterios ASG cederán terreno ante estas otras cuestiones tan apremiantes. No obstante, todas y cada una de ellas están íntimamente ligadas a la necesidad de una transición medioambiental. Para los inversores a largo plazo, los mercados volátiles plantean una excelente oportunidad para reforzar su exposición a empresas responsables y de alta calidad medioambiental, las cuales se mantendrán resilientes en las caídas y rentables a largo plazo gracias a su capacidad para abordar los problemas más acuciantes a los que se enfrentan nuestra sociedad, la economía y el planeta.
La inversión medioambiental toma como universo un ecosistema interactivo que abarca el clima, la biodiversidad, los recursos y residuos, y la calidad del agua y del aire. Estos elementos se realimentan entre sí. Por ello, en Sycomore medimos el impacto medioambiental de las empresas en las que invertimos mediante una escala denominada Contribución Medioambiental Neta (NEC, por sus siglas en inglés). Se trata de la única métrica medioambiental integral, de base científica y específica para la cadena de suministro, que mide los impactos de las unidades físicas a lo largo de un ciclo de vida completo. Puede tratarse de emisiones de GEI, toneladas de residuos o agua, recursos totales utilizados, etc. En la sociedad cada vez son más las empresas, los inversores, los reguladores y los consumidores que están empezando a comprender las interconexiones entre el medio ambiente y la economía. La opinión pública, las políticas (intergubernamentales, nacionales y locales) y las medidas reguladoras (ya sea a nivel presupuestario o de incentivos fiscales) siguen dando pasos hacia una comprensión más plena de las complejas interacciones e impactos que ejercemos en el medio ambiente. Las empresas pueden obtener peores o mejores resultados en función de las restricciones medioambientales o en materia de recursos que afecten a sus cadenas de suministro o a sus operaciones; desde materias primas hasta costes energéticos.
Como expertos en selección de valores con un enfoque ascendente, encontramos oportunidades en todos los sectores medioambientales, aunque hay algunos que nos parecen especialmente interesantes de cara a 2023. En este contexto de transición energética, el sector de la energía conserva su atractivo. El incremento de los gastos de capital y la subida de los precios de la electricidad y de los costes de financiación repercuten en el sector energético, provocando bandazos de la volatilidad que proporcionan enormes oportunidades a los expertos en selección de valores centrados en el largo plazo. Los valores del sector solar conservan su interés y han experimentado un fuerte crecimiento que ha sido posible finalmente gracias a los incentivos fiscales de la Ley de Reducción de la Inflación en Estados Unidos o el plan RePowerEU en Europa. Nos gusta la energía solar a gran escala, ya que ofrece una de las vías más rápidas hacia la independencia.
Pero la energía va mucho más allá de las renovables (aunque estas sean clave a largo plazo, máxime ahora que sus costes son muchísimo más competitivos): la eficiencia energética, la eficiencia en los edificios, la movilidad ecológica, las reformas y la construcción o la economía circular son temáticas que utilizamos para identificar empresas que contribuirán a la transición hacia una economía descarbonizada. Cabe también hacer una llamada a la precaución con algunas soluciones del sector de la energía a las que se ha dado mucho bombo, como el hidrógeno o la captura, utilización y almacenamiento de carbono (CCUS), que representan una pequeña porción de la economía y tendrán únicamente un impacto marginal en las emisiones totales.
Otros sectores que vemos con buenos ojos de cara a 2023 son la gestión sostenible de recursos naturales (como la gestión forestal o del agua) y los servicios medioambientales, como los de planificación de infraestructuras y control de la contaminación. Otros temas oportunistas de nuestras estrategias son los metales de transición y su circularidad. Al margen del sector, proseguimos nuestra búsqueda de empresas que verdaderamente están transformando su modelo de negocio en términos medioambientales para adaptarse a los retos que plantea un mundo en rápida evolución. Esas son las empresas que consideramos mejor posicionadas y lo suficientemente resilientes como para soportar la volatilidad a largo plazo y crear valor duradero para los inversores. Citaremos como ejemplo el cobre, tan necesario en las tareas de electrificación, que puede abordarse mediante distintas ideas de inversión. Así, una empresa de reciclaje de cobre podrá ofrecer más resiliencia en un contexto de volatilidad de precios, mientras que una empresa que fabrique cables podrá integrar el reciclaje del cobre en su modelo de negocio y obtener una ventaja competitiva para el futuro, al adquirir más autosuficiencia en lo que respecta a esta materia prima tan esencial.