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La economía circular persigue la reducción del consumo de recursos y está impulsada por la Unión Europea y el Gobierno de España con sendos planes de acción. Se basa en tres pilares: el ecodiseño para minimizar anticipadamente la generación de residuos y el impacto ambiental, en alargar y optimizar el uso de los productos y en la recuperación de valor una vez que éstos llegan al final de vida mediante la remanufactura, la reutilización y el reciclaje. Sin duda, la economía circular supone una transformación ineludible para combatir la escasez de recursos, la contaminación ambiental y el cambio climático y, en definitiva, desacoplar el crecimiento económico del consumo de recursos finitos.
Los límites de la economía circular

Sin embargo, es conveniente plantearse qué limitaciones presenta para no generar falsas expectativas, evitando así la percepción de que se trata de una panacea que solucionará fácil y rápidamente los retos medioambientales y sociales de la etapa poscovid. Los modelos lineales están en una posición dominante actualmente y la evolución hacía la circularidad no es obvia. Esta renovación será, sin duda, progresivamente adoptada debido a la escasez de recursos y su subida de precio, a la exigencia de una parte importante de los consumidores, así como gracias al impulso que proporcionarán las nuevas regulaciones. El rol del consumidor será esencial y, si bien hoy en día hay una tendencia creciente a tener en cuenta aspectos relacionados con la sostenibilidad en la decisión de compra, existe una primera posible barrera basada en el hecho de que la adopción de innovaciones disruptivas por parte de los usuarios a menudo no es trivial.

Veamos a continuación otros ejemplos de limitaciones de la economía circular, empezando por el ecodiseño que es primordial, ya que un 80% aproximadamente de la huella ambiental incluyendo la energía viene determinado en las fases de diseño. Se deben incorporar criterios ambientales en la fase de concepción y desarrollo de cada producto, bien o servicio, adoptando medidas preventivas e identificando puntos críticos, con el objetivo de disminuir los impactos ambientales en las diferentes fases de su ciclo de vida. No obstante, en el campo de la electrónica, por ejemplo, la modularidad de los componentes si bien facilita su intercambio y desmontaje para reciclaje, puede ir en contra de la reducción de la demanda energética que sí permiten los componentes más integrados y pueden requerir, además, de materiales adicionales para facilitar el fácil intercambio de módulos.

En relación a la etapa de uso, la obsolescencia planificada se debe superar con la introducción de productos perdurables, aunque éstos pueden entrar en contradicción con los avances tecnológicos que brinden la posibilidad de disponer de nuevos artículos más eficientes que aparezcan con el paso del tiempo, los cuales pueden ver bloqueada su entrada en el mercado. Asimismo, el concepto de producto como servicio presenta atractivas ventajas, ya que permite controlar el ciclo de vida de los bienes por parte de los fabricantes, pero, en algunos casos, puede incentivar la demanda y, por lo tanto, aumentar el uso de los materiales.

Avanzamos en el ciclo de vida de los productos y llegamos al momento en que éstos dejan de ser aparentemente útiles al consumidor. En este punto, es necesaria la recuperación del valor, pero esta fase siempre requiere energía y recursos, y nunca puede alcanzar el 100% por cien en concordancia con los principios de la termodinámica. Por ejemplo, el reciclaje de aluminio supone un ahorro energético del 95% respecto el uso del metal primario, y aun siendo un valor muy elevado pone de manifiesto que en cada ciclo de reciclaje es necesario un aporte energético. Cuanto más complejo sea el material, más difícil será alcanzar la circularidad y, efectivamente, será imposible trazar el círculo perfecto. Asimismo, no se pueden dejar de lado los aspectos socioeconómicos, ya que sin la implicación y el compromiso de la ciudadanía no será posible cerrar el círculo en el ámbito de los residuos.

La circularidad también debe llegar a las cadenas de suministro en su conjunto para evitar importar materias primas no circulares, pero este aspecto es difícil de abordar en parte por las limitaciones relacionadas con la disponibilidad y tratamiento de datos a gran escala. Es, por lo tanto, preciso establecer indicadores fiables y transparentes, con la ayuda de evaluaciones de impacto ambiental en cada caso, mediante metodologías como el Análisis de Ciclo de Vida (ACV). Deben evitarse proclamas que aboguen por falsos cierres del círculo que no estén argumentados científicamente, puesto que esto generaría una gran desconfianza en el consumidor.

La economía circular debe ser impulsada y acabará imponiéndose solo si tenemos en cuenta sus limitaciones, es decir considerando que en la práctica es una economía en espiral, de modo que es crucial su acoplamiento con un consumo inteligente.

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