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Las empresas socialmente responsables tienen mucho que decir para que la mejora de la economía llegue también a las mujeres En la última reunión de Davos, a la que asistieron representantes de 100 países, se habló de crear un futuro común en un mundo fracturado. Un verdadero reto, puesto que, de acuerdo con los ODS, la propuesta es "para 2030, mejorar el nivel de vida del 40% de la población más pobre de cada país y lograr una mayor igualdad mediante políticas fiscales, salariales y de protección social".

El Banco Mundial ha expresado claramente que si no se cierra la brecha entre ricos y pobres no se va a lograr cumplir el objetivo de erradicar la pobreza extrema.  Incluso si lográsemos reducirla al 3% de la población en 2030, todavía habría cerca de 200 millones de personas viviendo con menos de 1,9 dólares al día.  Un panorama desolador.

En su Informe  de enero 2018 "Premiar el trabajo, no la riqueza", Oxfam expone que el 1% de la población más privilegiada en el mundo se apropió del 82% del crecimiento de la riqueza global, o, lo que es lo mismo, 42 personas poseen actualmente lo mismo que los 3.700 millones de personas del mundo con menos recursos.  

¿Cómo estamos en España  al respecto?

Según Intermon Oxfam,  España logró batir su propio récord de personas en situación de pobreza, con más de 10,2 millones de personas cuya renta se sitúa por debajo del umbral de pobreza, con una tasa de pobreza total del 22,3%, la más alta desde 1995. Estos datos sitúan al país como tercer país con un mayor porcentaje de pobres de la Unión Europea, solo por detrás de Rumanía y Bulgaria.

Xavier Ferras resalta que los datos de la OCDE nos ponen a la cabeza de las tasas de pobreza relativas y que desde 2012 la productividad por hora trabajada ha crecido 10 veces más que el salario promedio, todavía un 15% inferior a 2009.  Resume su frustración en una frase: "somos campeones absolutos en desigualdad, fuga de talento y precariedad. Las consecuencias de no innovar en el desarrollo y bienestar del país"

Las tasas de pobreza relativa se refieren a la población en general.  Pero si ahondamos un poco, enseguida se echa de ver que la mujer se lleva la peor parte:

Intermon Oxfam señala en su estudio  que un director general de cualquiera de las cinco mayores empresas del textil tiene suficiente  con trabajar cuatro días para ganar lo mismo que una mujer de Bangladés en un año en el mismo sector.

Marisa Kohan sostiene que de todos los factores que pueden incidir en el hecho de que un ser humano sea pobre, ninguno influye tanto como el género, y nos facilita un dato del Foro Económico Mundial: de continuar con los avances al ritmo actual, la brecha entre hombres y mujeres no se cerrará hasta dentro de 170 años.

En marzo de 2016 ya hablábamos en este diario de la situación de las mujeres en el artículo: RSE en femenino: cuando aprietan los zapatos

Ana Bujaldón,  presidenta de la federación de mujeres directivas Fedepe, argumenta que "la gran barrera es la incredulidad del mundo empresarial: Lo he vivido en primera persona, hablas de la brecha y te dicen que no existe. Una vez que pasas la barrera de la negación, se puede seguir avanzando. Tenemos a mujeres con un nivel retributivo por debajo de su mérito y capacidad. Es un agravio comparativo que les influye durante toda la vida laboral y en su jubilación”.

José I. Torreblanca en El País, expone que el salario bruto de las mujeres es 400 euros menor al de los hombres, que el número de ellas que ganan menos de 1.000 euros al mes duplica al de los hombres, que asumen los trabajos más precarios y menos cualificados y que sus carreras laborales son más cortas y, en consecuencia, sus pensiones más bajas.

¿Cómo puede ocurrir todo esto en pleno siglo XXI? Maslow, allá por el Pleistoceno, ya nos explicó que una persona no puede plantearse retos de autosuperación si no tiene cubiertas las necesidades básicas. Desde entonces se ha demostrado hasta la saciedad que el dinero, en las debidas proporciones, es el punto de partida para conseguir que los empleados se comprometan de verdad con la organización y pongan todo lo posible de su parte para la consecución de los objetivos estratégicos. ¿De qué otra manera se puede alcanzar la satisfacción de los clientes, el compromiso de los proveedores, el beneplácito de la Administración y el cuidado de la naturaleza?

Terrible.  A pesar de eso, aparecen pequeños destellos de esperanza. Veamos algunos datos publicados recientemente:

World Economic Forum: Aún con las dificultades que existen para el desarrollo empresarial de las mujeres, países como Rusia, Australia o Nueva Zelanda se han convertido en un referente del emprendimiento femenino. (Quizás  tengamos que tomar nota de los proyectos que se están diseñando en zonas alejadas de nuestro Viejo Continente, que en estos asuntos más que viejo es decrépito).

La Vanguardia : Empleo propone obligar a las empresas a informar a los sindicatos de los salarios desglosando por género. (El conjunto de los salarios femeninos  sumaba, en bruto anual, un 22,9% menos que el masculino, según el último dato del INE). Diario Crónica: Periodistas británicos se rebajan el sueldo para poner de relieve la brecha salarial de género.

La Voz de Galicia: Islandia y Alemania ya sancionan para paliar el perjuicio a las mujeres en sus sueldos. (España mira para otro lado con un 15% de diferencia salarial por género. Solo en once países aplican leyes para romper el techo de cristal).

Justin Trudeau  recuerda las nefastas consecuencias de la discriminación laboral y calcula que cerrar la brecha de género aportaría a su país 150.000 millones de dólares en el 2026.  Está en ello, trabajando para fomentar la presencia femenina en todas las esferas de la sociedad y contratar, promover y retener a más mujeres.

Aquí tienes la relación de las empresas destacadas según Great Place to Work.  Esta lista se elabora midiendo diferentes parámetros, uno de los cuales es el trato dispensado a la mujer. Y el  95% de las empresas citadas tiene un código de conducta referido a combatir la discriminación por sexo, edad, orientación sexual y/o religión.  Es de esperar, por lo tanto, que cuiden la política salarial.

Como dice Jaime Colsa, CEO de Palibex, "Lo primero y más importante de todo, pagar un sueldo más que digno, estimado en un 30% más de lo que fija el convenio. Sin esto, el resto de acciones sería en vano. No por pagar más la gente es feliz, pero hay que empezar por ahí. Estamos en un país donde el sueldo mínimo son 655 euros. Eso es cercano a la esclavitud. Con ese dinero no se puede vivir afirma; orgulloso de que un empleado que en otras empresas de su sector cobra 900 euros cobre unos 1.300 en la suya. (Entiendo que el grueso de su plantilla está compuesta por hombres, pero es un ejemplo de buenas prácticas que seguro que se aplica también a las mujeres).

También contamos con Global Living Wage Coalition , que cada vez tiene mayor visibilidad,  un movimiento internacional centrado en salarios decentes.

En el mundo de la RSC, Ágora publica que Canadá creará un Defensor del pueblo para una Empresa responsable . Este nuevo órgano estará orientado inicialmente a los sectores de la minería, el petróleo y el gas, aunque posiblemente se expanda a otros sectores en el futuro.  Y viendo cómo actúa y se compromete Justin Trudeau,  parece claro que en Canadá conseguirán eliminar la brecha salarial.  Un gran ejemplo de lo que se puede conseguir cuando la sociedad está comprometida con la ética y además mira a medio - largo plazo. Así que, a pesar de tanto desmán, parece cada vez más evidente que las empresas socialmente responsables ponen especial cuidado en atender las necesidades de sus principales partícipes, los empleados.  Y muy especialmente esa mitad de la población mundial, las mujeres, que históricamente se ha llevado la peor parte. ¿Qué podrían hacer nuestras empresas para empujar a la sociedad - y a sus políticos con ella - hacia estos "nuevos" modelos de gestión que tengan en cuenta la dignidad de las personas?  Quizás espacios como el Foro de Líderes de EFE podrían ser  escenarios en los que presentar sus buenas prácticas para marcar la tendencia deseada. Y no nos iría nada mal poner en marcha mecanismos "de verdad" que sigan la estela de Trudeau…

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Opiniónbrecha salarial

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