Publicado el
La sostenibilidad en la operación de las nuevas plataformas, entendida como el abordaje de los impactos, se concibe desde el desempeño de las empresas y las prácticas de los usuarios proveedores y consumidores, en este caso de los criterios que subyacen tras la elección del nuevo modelo

Se expone la contribución al medio ambiente como atributo de la economía colaborativa, sin embargo es necesario ponerlo en perspectiva. Respecto de la creación de valor para la sociedad, para un conjunto de grupos de interés más allá de los inversores, puede formar parte del propósito fundacional o desarrollarse durante la evolución del modelo. Diferentes aristas en las que profundizar.

La economía colaborativa germina a partir de la idea del “compartir” entre usuarios, con modelos que se van desarrollando más o menos apegados a este principio base. Sin embargo, existen también cuestionamientos sobre si el usuario consumidor está interesado en esa idea de colectividad o busca sólo el mejor precio o experiencia transaccional que puede derivarse de la eficiencia de los nuevos modelos. Respecto del usuario proveedor, nos encontramos con un enfoque inicial de “dar rendimiento” a bienes infrautilizados. Las plataformas permiten poner en contacto, con el potencial de la tecnología, a estos dos perfiles de usuarios, cuya naturaleza de relación está viva y va evolucionando con mayor o menor cercanía a ese foco del “compartir”. 

Respecto del impacto que se busca con el uso del producto objeto de la transacción o el servicio provisto, se da una amplia disparidad en cuánto a que grupo/s beneficiado. Existen al respecto plataformas que se mueven entre el extremo de un modelo empresarial en que prevalece el rendimiento para el accionista de la empresa Vs un fin social que no exige de equilibrio financiero a través del negocio (tienen otras fuentes de financiamiento complementario). Por el camino se encuentran los modelos más cercanos a un enfoque de valor compartido, de generación de retorno financiero y social, de una concepción _multistakeholder_. Esta idea del ganar-ganar puede guiar el conjunto del desempeño de la compañía o bien determinadas líneas de productos y servicios, si bien en las nuevas plataformas es más factible para el modelo conjunto ya que no existe dentro de cada compañía una disparidad tan grande de soluciones de segunda o tercera ola de innovación, de los siguientes pasos a la idea que “dio en el clavo”.

Origen con propósito o propósito adquirido

Además, la finalidad social de las plataformas puede estar marcada desde su origen, ser ganada o perdida durante su crecimiento, o bien estar ausente en todo momento. Este dinamismo constituye a la vez un riesgo y una oportunidad, abriendo dos preguntas a debate en función del extremo en que muevan en el abanico “rendimiento financiero Vs. rendimiento social”. En el primer caso, el de los modelos comercialmente más exitosos de las grandes compañías que van copando el mercado, surge el planteamiento de ¿cómo construir valor para el conjunto de grupos de interés? En este sentido la respuesta es un plan de trabajo que incluya la responsabilidad social como primer estadio, para hacerse cargo de los impactos (reducir los negativos, ej. conflictividad laboral, y potenciar aquellos positivos, ej. eficiencia en el uso de recursos materiales). En paralelo a su implementación, se cierne la idea de ir buscando una contribución ganar-ganar desde el origen de la actividad, desde su concepción e implementación (no excluyente de las iniciativas anteriores). En el caso de las compañías más apegadas al rendimiento social en exclusiva, la pregunta será ¿cómo hacer para garantizar la sostenibilidad financiera en el tiempo? Necesaria para poder ser viable y seguir generando el “deseado” impacto social.

Cómo se toman las decisiones

La gobernanza de las plataformas, el modelo de toma de decisiones, es clave para la gestión de los impactos y el enfoque de generación de valor. Al igual que ocurre en las compañías de la economía “tradicional”, destaca el involucramiento de los grupos de interés y la consideración de perspectivas de mediano y largo plazo. Estas compañías más jóvenes se encuentran ante la oportunidad de incorporar criterios de gobernanza inclusivos a medida que están madurando sus estructuras corporativas, considerando la experiencia ya vivida por empresas maduras de la “otra” economía y las particularidades que arrojan los nuevos modelos de actividad. Es especialmente clave el rol que desempeñen los usuarios proveedores, muy vinculado al tipo de relación que establezcan con la plataforma, entre el mero abastecimiento y el extremo de esquemas de cooperativa.

El dilema del impacto ambiental

Se ha establecido como paradigma de la economía colaborativa el menor impacto ambiental que estos nuevos modelos aportan frente a la actividad de empresas “tradicionales”. Ello se asocia fundamentalmente al mayor aprovechamiento de los recursos materiales y energéticos (del enfoque de “poseer” al de “usar”, compartiendo un mismo “producto”), como en el caso de las plataformas que permiten compartir recorridos en un mismo vehículo. Existe todavía un carencia de estudios independientes al respecto, por el control de las jóvenes compañías sobre los datos de operación; algunas de ellas han optado por realizar sus propios cálculos, que permiten una primera aproximación.

También contribuye en positivo al medio ambiente un mayor aprovechamiento de los espacios, optimizando la disposición en entornos complejos como las grandes urbes, favoreciendo la conservación del entorno y evitando la construcción de infraestructuras infrautilizadas. Se habla también de un hábito más sostenible del usuario de la economía colaborativa , de la mano de soluciones más _ad hoc_ a sus necesidades que evitan el despilfarro de aquello “no requerido”, si bien entra en terreno de más difícil comprobación.

Sin embargo, la economía colaborativa también está facilitando el acceso al consumo de esos bienes y servicios, con la consecuente demanda de recursos para satisfacer el incrementoen el número de transacciones. La tesitura se plantea entre la reducción del impacto ambiental por transacción por la mayor eficiencia de los nuevos modelos de actividad Vs. el incremento del número de transacciones. Llevado al desempeño de las compañías tras las plataformas, podría existir la complacencia por la reducción en términos relativos. Sin embargo, para poder actuar también en cuanto al impacto absoluto, del conjunto de transacciones, es necesario seguir trabajando en la optimización del uso de los recursos materiales y de la energía.

Otro efecto rebote en términos ambientales se plantea con los beneficios que obtiene los usuarios proveedores, que pueden ser reinvertidos en nuevos productos que ser incorporados a la plataforma, ya como práctica de negocio en escala. Desde esta perspectiva también se estaría potenciado el consumo. Con ello es importante que al momento de valorar los diferentes casos se piense de manera absoluta, más allá de la eficiencia relativa de una parte, y la necesidad de involucrar tanto a las plataformas como a los usuarios proveedores y consumidores, en el desempeño de hábitos sostenibles.

Escenario actual

En un entorno de maduración de las compañías que están detrás de las principales plataformas de la economía colaborativa, se aprecian diferentes estadios en cuanto a las prácticas de responsabilidad social y un abanico que va desde la filantropía hasta el desarrollo de servicios ganar-ganar con los que se atienden necesidades sociales. Me refiero en esto a aquellas plataformas que nacen sin un enfoque social en sentido estricto, como sí sería por ejemplo el caso de aquellas destinadas al _crowdfunding_ de iniciativas en la comunidad.

Existen casos de inversión social, con recursos destinados a comunidades en que operan pero no a atender impactos asociados a la actividad de la plataforma, que pueden proceder de la empresa o del usuario. Vayan como ejemplo las líneas de donación de Lyft, o la colaboración entre Airbnb y CiviClub en Barcelona . Es el caso también de la atención a emergencias en el entorno, en que compañías como Airbnb, Lyft o Cabify están respondiendo con la infraestructura que conectan y los precios.

En cuanto a la atención de riesgos e impactos de la actividad, si nos fijamos en el sector del transporte, es especialmente importante el desarrollo de prácticas de resguardo a la mujer, tanto sea pasajera como conductora. Al respecto, por ejemplo Cabify ha planteado un programa de defensa personal para los chóferes mujer en México, o Blablacar lanzado su servicio exclusivo para mujeres. Respecto de la inclusión de colectivos subatendidos, también en la línea de desarrollo de servicios específicos, se encuentra el caso de Cabify Access, opción adaptada a personas en sillas de ruedas o con movilidad reducida.

Los casos que señalo son ejemplos, que buscan ilustrar el escenario respecto de las prácticas de las compañías en su maduración como sujeto corporativo y el crecimiento de sus impactos por la progresión de la escala de actividad. Se trata de un tema en desarrollo, en torno al que van surgiendo iniciativas y no exento de controversia, que no es sin embargo el objeto del presente artículo.

Hacia una integración estratégica de la creación de valor

En esta mezcolanza de modelos que subyacen bajo el epígrafe de economía colaborativa, de propósitos iniciales y evolución de los mismos, las plataformas se encuentran ante la oportunidad de ir construyendo valor, de ir más allá de la reacción. El propio apelativo como “colaborativas” debe servir de acicate para el desarrollo de negocios que contribuyan a la empresa como sujeto y al conjunto de sus grupos de interés, desde los inversionistas a las comunidades donde operan. Esto en el caso de los modelos de plataforma con enfoque empresarial, que conviven con esquemas de plataformas de altruismo y acción social, estas últimas no objeto de esa propuesta de “enfoque” o “reenfoque”. Leía al respecto un artículo que marcaba una pregunta clave en esta idea, ¿el modelo de negocio produce un valor incremental o simplemente transfiere el valor? Por ahí puede comenzar la reflexión.

También de esta serie:

[Economía colaborativa y responsabilidad social – Introducción al concepto](https://diarioresponsable.com/opinion/25209-economia-colaborativa-y-responsabilidad-social)

[Economía colaborativa y responsabilidad social – Desafíos de las nuevas plataformas](https://diarioresponsable.com/opinion/25218-economia-colaborativa-y-responsabilidad-social-desafios-de-las-nuevas-plataformas)

 

 

 

En este artículo se habla de:
OpiniónEmpresaseconomía colaborativa

¡Comparte este contenido en redes!

300x300 diario responsable
 
CURSO: Experto en Responsabilidad Social Corporativa y Gestión Sostenible
 
Advertisement
Este sitio utiliza cookies de terceros para medir y mejorar su experiencia.
Tu decides si las aceptas o rechazas:
Más información sobre Cookies