Para saber distinguir un proyecto o una acción con valor social podemos utilizar una estrategia simple y efectiva, preguntarnos, ¿Qué no es una responsabilidad social de calidad? Si buscamos el antónimo de este concepto que nos resulta tan familiar, nos damos cuenta, que la ausencia de un plan de RSC supone una falta de retorno social. Del mismo modo, no contar con una estrategia en RSC deriva en una mala respuesta a las necesidades de la población y una ausencia de sostenibilidad en el ámbito social.
Sin embargo, ¿existe algo aún más negativo que no contar con una estrategia de RSC? Si, un proyecto de RSC con objetivos poco definidos o que no evalúa su impacto puede suponer un impacto negativo en la sociedad. Una actividad que pretende apoyar iniciativas sociales o sociosanitarias para empoderar a un colectivo debe estar diseñado correctamente. Asuntos estrictamente metodológicos, como el diseño de un proyecto o la participación en una fase de validación de las personas a las que va dirigido son fundamentales. Sin embargo, es cada vez más frecuente observar estrategias carentes de objetivos medibles, o de una evaluación del impacto que reporte datos de seguimiento e indique si el proyecto va por el buen camino.
Por lo tanto, no es suficiente con dedicar recursos a proyectos filantrópicos o apoyar iniciativas que parezcan correctas a simple vista. Una buena RSC precisa de un análisis exhaustivo de las necesidades de la población a la que va dirigida y de un seguimiento que permita comprobar que los efectos de una acción son positivos en la población. Este proceso, sencillo y a la vez lleno de sentido hace que no solo invirtamos en la gente, sino que invirtamos mejor.
Gracias a todas esas empresas que dedican esfuerzos a hacer una RSC de calidad y a todos esos proyectos que hacen que sea más fácil saber dónde destina los recursos al diseñar estrategias de retorno social. RSC sí, pero de calidad.