No caben dudas que dentro de las lecciones aprendidas, saber procesar errores y fracasos puede ser una rica fuente de crecimiento, pero que pasa cuando las empresas se mueven en entornos en los que una jauría de medios de comunicación y organizaciones están a la espera de detectar el mínimo error para generar una despiadada campaña de desprestigio.
Vivimos en sociedades en las que la “opinología” está muy mezclada con el verdadero periodismo, que opera con rigor científico, o que organizaciones inescrupulosas que buscan un rédito económico o político destrozando empresas, conviven con organizaciones de la sociedad civil cuyo valioso aporte a la sociedad resulta enriquecedor.
Lejos está en el objetivo de este artículo de opinión defender a ultranza a la empresa ya que como en la viña del Señor, hay de todo, pero, ¿podemos esperar que empresas se abran para contar sus experiencias en espacios de colaboración cuando se extiende en la sociedad una permanente mirada de sospecha sobre sus actividades?
Algunos medios de comunicación y organizaciones, lejos de investigar con alguna objetividad intelectual, sólo se dedican a reunir evidencia sobre aquello que quieren probar, y esto atenta de manera artera en contra de las posibilidades de mostrar a la empresa con rostro humano, compartiendo sus logros pero también sus fracasos y generar así espacios colaborativos en los que el enriquecimiento mutuo sea un objetivo a cumplir.
En las sociedades modernas ciertos medios de comunicación y organizaciones que promueven derechos sociales se van convirtiendo paulatinamente en jueces sobre la conducta ética de las empresas pero, ¿están preparados para cumplir ese rol? ¿operan bajo procedimientos que garanticen el derecho a defensa? En caso de comprobarse la falsedad de una información, ¿pueden asegurar un justo resarcimiento por el perjuicio causado?
Estos y otros interrogantes similares nos colocan en la necesidad imperiosa de reflexionar sobre la construcción de ciudadanía en las sociedades en las que vivimos. La construcción de capital social no puede abordarse por el sólo imperio de la ley, ya que requiere un ingrediente básico sin el cual, la destintegración social es inminente, y este ingrediente es la confianza.