Publicado el
Hace 70 años Herbert Marcuse se preguntó por los muertos que deja el progreso, por los cadáveres olvidados del progreso, que rápidamente se entierran para que nadie los vea y nadie hable de ellos, para que nadie cuestione las bondades del progreso.
Los muertos que deja el progreso

Apenas hace un mes, el fenómeno de la DANA acaecido en Valencia, nos ha venido a recordar, de forma cruel y descarnada, cuántos muertos genera el progreso. Si bien sus culpables directos fueron las lluvias torrenciales y bastantes fallos humanos, hay más responsables que contribuyeron a que la desgracia fuera mayor y que han puesto de manifiesto los peligros del progreso económico sin control: las emisiones de gases “efecto invernadero” aumentan a la par que aumenta la temperatura del aire y los mares, dando lugar a una mayor frecuencia e intensidad de fenómenos extremos como las lluvias torrenciales[1]; un sector inmobilario voraz que ocupa terrenos con alto riesgo de inundación[2]; prácticas de agricultura industrial y la expansión de regadíos intensivos que incrementan la escorrentía y el arrastre de sedimentos que favorecen que el agua llega en menos tiempo, en mayor cantidad y cargada con más sedimentos a las zonas habitadas en dichos terrenos; una impermeabilización del suelo en aumento derivada de la expansión urbanística y la proliferación de infraestructuras, algunas de las cuales desorganizan el drenaje natural del agua.

La DANA en Valencia ha sido, lo que Francois Jullien denomina, un “afloramiento sonoro” de una crisis y una realidad de mayor envergadura, que lleva años ocurriendo lentamente a nuestro alrededor, enmascarada bajo las virtudes del progreso. Las señales están por todas partes, otra cosa es que las queremos ver, que nos tomemos el tiempo necesario para reflexionar sobre ellas y ver como están relacionadas y concatenadas. Estas son solo algunas de ellas:

-Lluvias torrenciales, bosques y territorios en llamas, sequías o ciclones, los desastres relacionados con el cambio climático se han triplicado en los últimos 30 años. Más de 20 millones de personas al año se ven obligadas a abandonar sus hogares como consecuencia de los efectos del cambio climático[3], a lo que hay que añadir todas aquellas que fallecen: según datos de la ONU, dos millones de personas en los últimos 50 años. La industria no parece darse cuenta y continúan aumentando las emisiones globales de gases que provocan el cambio climático.

-Incremento del “sinhogarismo”: En España, según los últimos datos publicados por el INE, se ha producido un aumento del 24,5% de las personas en situación de sinhogarismo respecto a 2012.[4] Es también destacable que un 40,5% de ellas lleva más de tres años en esta situación. El 82% de las personas afectadas considera el sinhogarismo como un problema de acceso a viviendas asequibles.

Una cada vez mayor masa poblacional no puede pagar un alquiler[5], porque el coste del arrendamiento ha subido más de un 80% en los últimos diez años en España, mientras los salarios apenas han crecido un 25%. Eso sí los márgenes empresariales han crecido el doble que los salarios en los últimos cinco años en nuestro país.

Además, la turistificación deja fuera del mercado de alquiler cada vez más viviendas y con ello a muchas personas sin hogar o compartiendo casa, viviendo en caravanas, barcos y furgonetas. Un problema que asola a toda Europa en las grandes ciudades y destinos turísticos. Todos queremos progresar, ganar más dinero, convertir nuestros inmuebles en un negocio, en hoteles residenciales para turistas, mientras muchas otras personas no pueden tener un hogar donde vivir.

-Mientras la tecnología nos lo pone todo más fácil, nos hace la vida más cómoda, nos permite realizar actividades antes inimaginables, estar conectados 24 horas al día con cualquier persona del planeta, contratar transporte urbano, pedir comida, comprar o ver una película a golpe de click, además de tener tener robots que limpian nuestra casa, otros sufren las consecuencias de este progreso: OpenAI subcontrata empresas en Kenia, Uganda o India que también trabajan para Google, Meta y Microsoft, que emplean a personas por sueldos de 1,22 y 1,85 euros la hora[6]; fenómenos como el estrés tecnológico, la fatiga algorítmica y la  adicción a la tecnología están devastando las vidas de muchas personas, en especial, la de los adolescentes; miles de personas han perdido sus ahorros engañados por las criptomonedas; los centros de procesamientos de datos de las empresas tecnológicas producen una huella carbono del 2% de CO2, igualando al sector de las aerolíneas.

-Una crisis de salud sin precedentes: una cuarta parte de los empleados en nuestro país recurre al consumo habitual de sedantes para aguantar el ritmo, según datos de la Universidad Autónoma de Barcelona; un 47%[7] de los trabajadores afirma haber sufrido burnout por trabajar demasiado, debido a haber asumido más responsabilidades después de despidos o la falta de apoyo de los líderes de la empresa. La situación es similar en otros países de Europa, Latinoamérica o Estados Unidos, en algunos casos incluso peor[8].

Según la OMS, aproximadamente, 280 millones de personas en el mundo sufren depresión, un 18 % más que hace una década, y cada año se suicidan más de 700 000 personas. Lo más preocupante es que, en los últimos 20 años se han incrementado de forma alarmante los problemas de salud mental entre los jóvenes de 20 y 30 años.

Alrededor del 31 por ciento de los alemanes, chinos y tailandeses padecen actualmente una enfermedad mental, en México alcanza al 36 por ciento de la población y en Estados Unidos, al 40 por ciento[9].

Es importante hacer memoria para saber que el síndrome del burnout y el síndrome del impostor surgieron en los años 60-70 del siglo pasado, justo unos años después de que comenzará lo que se conoce como la etapa de la “gran aceleración” del capitalismo, caracterizada por una multiplicación vertiginosa de la producción en todos los sectores, que se ha extendido a lo largo de todos estos años. Muchos autores sitúan el origen de las crisis actuales: ecológica, social y de salud mental en este periodo de nuestra historia.

Levine, Ehrenberg y Baier son algunos de los autores que han considerado que algunas formas patológicas de depresión psicológica son reacciones a las presiones excesivas del sistema capitalista y sus exigencias de productividad y aceleración. Harmut Rosa argumenta, en su libro “Alienación y Aceleración”, que el “cambio climático” y la “crisis de salud mental” son dos patologías sociales provocadas por la aceleración capitalista, que evidencian una desincronización entre los ritmos del sistema productivo y los ritmos de la naturaleza, la vida y las personas.

-El progreso avanza pero la pobreza también: el mundo tiene hoy 165 millones más de personas pobres que hace tres años, de ellos, 75 millones se encuentran en extrema pobreza, según un informe de la ONU publicado el año pasado[10]. Intermón Oxfam señala que a este ritmo, se necesitarán 230 años para erradicar la pobreza.

Lo paradójico es que, desde 2020, la riqueza conjunta de los cinco hombres más ricos del mundo se ha duplicado, mientras que la riqueza acumulada de cerca de 5000 millones de personas a nivel global se ha reducido, según el informe de Intermón Oxfam[11]. ¿Progreso para quién? Para todos no, el progreso es muy desigual.

Christopher Ryan, 70 años después de Marcuse, en “Civilizados hasta la muerte: el precio del progreso”, nos invita a realizar una mirada 360º sobre la realidad que vivimos, sobre eso que, tan a menudo, mentamos como progreso. Una mirada al pasado para encontrar las causas de lo que nos ocurre hoy y también las soluciones. Una mirada, como también propuso Marcuse, a los impactos negativos, las consecuencias no deseadas del progreso, los cadáveres del progreso, los llamaba, que tantas veces se ocultan, se tapan, no se miran o se olvidan. 

También para verificar las múltiples promesas incumplidas, todas esas que nos hicieron para motivarnos a esforzarnos, trabajar más y producir más. Me viene a la mente Keynes y su pronóstico sobre como el progreso económico y científico nos daría un futuro de sólo 3 horas de trabajo al día. Yo miro a mi alrededor y no lo veo por ninguna parte. Pero tampoco la mejora económica que prometieron a cambio del esfuerzo: en Estados Unidos, los millennials han experimentado el menor crecimiento económico en su primera década de trabajo que cualquier otra generación anterior. Tienen ingresos reales más bajos, menos activos financieros que generaciones anteriores a edades similares y están más endeudados[12].

En España, en base a la Encuesta de Condiciones de Vida del INE, puede decirse que la renta media de los jubilados crece más que la de los jóvenes: los ingresos anuales de las personas mayores de 65 años han crecido desde el año 2008 un 48,6%, mientras que la renta de los jóvenes de 16 a 29 años solo se ha incrementado un 24,2%, es decir, justo la mitad.

No se trata de negar los efectos positivos del progreso: poder comunicarnos con familiares y amigos que viven en otros países en tiempo real, poder visitarlos cruzando océanos en solo unas horas, reducir la mortalidad gracias a vacunas y mejoras en operaciones y tratamientos médicos, potabilización del agua, gafas, audífonos…Se trata de contemplar también los negativos o no tan positivos, del valor de unos y otros para la vida del ser humano, para su dignidad, significatividad, bienestar y felicidad. Lo contrario nos conduce a una “falsa conciencia” de que estamos mejor, de que progresamos, de que este sistema que tenemos es bueno, cuando hay datos suficientes que parecen revelar lo contrario. Las cifras de incremento del estrés, burnout, depresión, enfermedad mental y suicidios, creo que son más que suficientes para “tomar conciencia” del  mundo que estamos construyendo entre todos. Deberíamos plantearnos si tanto “pensamiento positivo” nos está cegando y hundiendo en un pozo profundo de ceguera e irracionalidad.

Cuando uno avanza en la dirección equivocada, el progreso es lo último que necesita, sentencia Christopher Ryan: “el progreso que define nuestra época a menudo se parece más a la progresión de una enfermedad que a su curación”. Debemos poner en jaque el pensamiento acerca del progreso y preguntarnos, si tanto crecimiento económico, tantos avances tecnológicos y tantas comodidades valen su desmesurado precio. Debemos promover una “revolución reflexiva”, como propuso Maturana, en su último libro, en torno al progreso y sus muertos.

Necesitamos quitarnos la venda de los ojos en cuanto al progreso, poner en cuarentena la propaganda motivadora que nos rodea día a día en torno a él, aplicar el pensamiento crítico frente a ella y frente a la realidad para ver, no solo los beneficios, sino también sus costes y sus víctimas y, como recomienda Christopher Ryan, reflexionar detenidamente sobre hasta qué punto las “maravillas modernas” proporcionan significado y plenitud a nuestras vidas: “si todo es tan prodigioso, ¿por qué tantos de nosotros somos tan profundamente infelices?”.

 

[1] Según el climatólogo Olcina, "con las aguas del Mediterráneo cada vez más calientes, se están formando nubes cada vez más potentes y que producen más precipitaciones". https://www.bbc.com/mundo/articles/cx24815x66eo

[2] En la Comunidad Valenciana abundan los cursos de agua estacionales, habitualmente secos pero expuestos a crecidas ocasionales, y en ellos se han construido barrios en los que viven miles de personas.

[3] Fuente: Intermón Oxfam https://acortar.link/ng0B16

[4] Un incremento que, realmente, puede ser mucho mayor, si tenemos en cuenta que esta encuesta solo refleja los datos de las personas usuarias de los centros del sistema de atención, es decir, no contempla a aquellas personas que no pasan por dichos centros. Tampoco tiene en cuenta a menores de edad y a los municipios por debajo de 20.000 habitantes

[5] Historias reales del problema de la vivienda en España. https://acortar.link/eZCPPE; https://acortar.link/whM1gD; https://acortar.link/PXBR2W

[6] Fuente: El País https://bit.ly/3oZLqxQ

[7] Global Workforce of the Future 2023 elaborado por el grupo Adecco. En el 2021 la cifra era del 40%, con lo que en 2 años ha aumentado un 7%.

[8] https://acortar.link/w2EvLJ; https://acortar.link/wUiIqP

[9] Informe de Salud Mental 2024 de Ipsos para Axa. https://www.axa.com/en/press/publications/mind-health-report-2024

[10] The Human Cost of Inaction: Poverty, Social Protection and Debt Servicing, 2020–2023.

[11] Desigualdad, S.A. https://www.oxfam.org/es/informes/desigualdad-sa

[12] https://forbes.es/empresas/51154/vivir-en-un-mundo-infeliz/

En este artículo se habla de:
Opiniónprogreso.

¡Comparte este contenido en redes!

Este sitio utiliza cookies de terceros para medir y mejorar su experiencia.
Tu decides si las aceptas o rechazas:
Más información sobre Cookies