“O gobernamos la inteligencia artificial o ella nos gobernará a nosotros”. Con esta advertencia, el Secretario General de la ONU, António Guterres, abrió el debate sobre el futuro de una de las tecnologías más disruptivas de nuestra era. La frase resonó en la Asamblea General de Naciones Unidas durante el lanzamiento del Diálogo Global sobre Gobernanza de la IA, una iniciativa promovida por España y Costa Rica que busca frenar los riesgos de una inteligencia artificial desregulada y concentrada en manos de unos pocos actores.
Según recogió la ONU, la discusión no es únicamente tecnológica: se trata de un desafío social de primera magnitud, con implicaciones directas en derechos humanos, igualdad de oportunidades y justicia social.
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, advirtió que la inteligencia artificial puede acentuar un mundo dividido “de ganadores y perdedores” si no se establecen mecanismos de control global. Mientras algunos empleos desaparecerán y otros nuevos emergerán, “millones de personas pueden quedar desprotegidas sin una visión estratégica”, subrayó.
Sánchez recordó que no todos los países cuentan con los mismos recursos —infraestructuras, inversión privada o talento especializado—, lo que implica un “riesgo real de que la IA amplíe las brechas globales de desigualdad”. En ese sentido, la gobernanza de la IA no es solo un asunto económico o científico, sino una cuestión de justicia social y derechos fundamentales.
La arquitectura global presentada por Guterres se apoya en tres pilares:
Estos pilares responden a tres grandes amenazas identificadas por Annalena Baerbock, presidenta de la Asamblea General: la concentración del poder tecnológico, el vacío regulatorio y la falta de sostenibilidad.
En su intervención, Baerbock subrayó el impacto desigual de la IA sobre determinados colectivos. Recordó que “el 99% de las personas objetivo en la pornografía de ultrafalsos son mujeres” y que los sesgos algorítmicos pueden traducirse en discriminación laboral, “convirtiendo prejuicios ocultos en un puesto de trabajo denegado”.
Estas advertencias ponen de relieve cómo la inteligencia artificial, si no se regula, puede consolidar y amplificar las desigualdades existentes, especialmente en materia de género y derechos humanos.
Guterres insistió en que estas iniciativas buscan generar confianza y reducir desigualdades, proporcionando “claridad” en un contexto en el que la tecnología avanza más rápido que las normas. Sánchez, por su parte, comparó el esfuerzo actual con la creación del Organismo Internacional de Energía Atómica en 1957, que logró evitar que las armas nucleares se usaran entre países.
El mensaje final fue unánime: la inteligencia artificial puede convertirse en un motor para el desarrollo humano, contribuyendo a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), o en un factor de mayor desigualdad y riesgo democrático.
La advertencia lanzada desde Naciones Unidas deja claro que la gobernanza de la IA no es solo un asunto técnico, sino una cuestión social y de derechos humanos. El reto ahora será que las estructuras propuestas avancen al mismo ritmo que la tecnología más transformadora de nuestra era.