La emergencia alimentaria en África Oriental y Central ha alcanzado proporciones devastadoras, con Sudán y Sudán del Sur encabezando una crisis que amenaza con escalar aún más si no se actúa de inmediato. Así lo recoge el nuevo informe Sudan Crisis and Migration Emergency Response (SCRAMER), elaborado por la organización humanitaria World Vision a partir de más de 3.300 encuestas familiares y decenas de entrevistas en terreno.
El documento revela que más de la mitad de la población sudanesa, es decir, 24,6 millones de personas, podrían enfrentarse a niveles de hambre clasificados como “crisis” o peores entre octubre de 2024 y mayo de 2025. Dentro de ese grupo, 8,1 millones estarían en situación de emergencia y más de 600.000 directamente en catástrofe, según la escala IPC (Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases), reconocida internacionalmente. En Sudán del Sur, se espera que casi 7,7 millones de personas —el 57% de su población— sufran inseguridad alimentaria crítica entre abril y julio de este año.
"Estamos ante un abismo humanitario", ha declarado Simon Mane, director de respuesta regional de World Vision. “Cuando millones de personas no saben si podrán comer mañana, ya no hablamos de una crisis, sino de un colapso. Y lo más grave es que el mundo apenas lo está mirando”. La situación no mejora en otros países de la región incluidos en el estudio —República Centroafricana (RCA), Chad, Etiopía y Uganda—, donde el hambre crónica está profundamente arraigada. En la RCA, casi el 87% de los hogares recurren a medidas extremas como saltarse comidas o reducir las raciones. Menos del 1% de las familias afirmaron no sentir ningún estrés relacionado con la alimentación, lo que demuestra que el hambre se ha convertido en el pan de cada día.
A nivel regional, apenas un 6% de los hogares tiene acceso a una dieta adecuada. En Etiopía y Uganda, la gran mayoría de familias vive en constante incertidumbre alimentaria, con consecuencias devastadoras para la infancia.
El informe pone un énfasis especial en el impacto sobre la infancia. El abandono escolar va en aumento, al igual que los desplazamientos forzados y la exposición a violencia, enfermedades y traumas psicosociales. Las niñas, en particular, se enfrentan a mayores riesgos de explotación y violencia sexual.
La asistencia humanitaria no llega con la regularidad necesaria: muchas familias encuestadas aseguraron no haber recibido ayuda alguna en los últimos seis meses. A esto se suman los altos costes de transporte, la inseguridad y las barreras logísticas, que dificultan el acceso tanto a mercados como a servicios básicos. Mientras en Uganda más del 90% de la población accede al dinero móvil, en países como la RCA apenas un 4,5% puede beneficiarse de este recurso clave para la resiliencia económica.
World Vision reclama una respuesta internacional inmediata y coordinada que combine ayuda alimentaria de emergencia con transferencias monetarias, protección infantil e inversiones en servicios esenciales como agua potable, saneamiento y salud pública. Además, pide que se escuche a las comunidades afectadas y se les garantice acceso seguro a la ayuda humanitaria.
“La situación ya era crítica antes de los últimos recortes en financiación humanitaria. Si no se toman medidas urgentes, podría tornarse irreversible”, advierte Mane. Y concluye: “Las personas atrapadas en esta crisis no son cifras. Son madres, padres, hijas e hijos que todavía creen en un futuro. Merecen algo más que compasión pasajera: necesitan acción real, sostenida y con enfoque de justicia”.