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Un nuevo informe de la ONU pone el foco en la gestión del agua como condición imprescindible para garantizar una alimentación sostenible y saludable en Europa y Asia Central. A pesar de algunos avances, los desafíos persisten, sobre todo en regiones rurales y afectadas por el cambio climático.
El agua, eslabón olvidado de la seguridad alimentaria en Europa y Asia

Aunque Europa y Asia Central registran niveles de hambre más bajos que otras partes del mundo, la región no está exenta de riesgos. La seguridad del agua —un factor a menudo subestimado— se revela como pieza clave para sostener la producción agrícola y alimentar a una población cada vez más expuesta a los impactos del cambio climático, los conflictos y las desigualdades sociales. Esta es una de las principales conclusiones del informe regional sobre seguridad alimentaria y nutrición 2024, publicado recientemente por varias agencias de Naciones Unidas.

El estudio, titulado Regional Overview of Food Security and Nutrition in Europe and Central Asia 2024, ha sido elaborado de forma conjunta por la FAO, el FIDA, la OMS, UNICEF, la CEPE, la OMM y el PNUD. Su enfoque principal este año se centra en la seguridad del abastecimiento de agua, entendida no solo como disponibilidad, sino también como calidad, eficiencia de uso, saneamiento y gobernanza.

Radiografía de la inseguridad alimentaria

Aunque la región ha mantenido desde 2005 niveles de subalimentación por debajo del 2,5 %, aún más de 107 millones de personas (11,5 % de la población) experimentaron algún grado de inseguridad alimentaria en 2023, según datos recogidos por el informe. Si bien hay una leve mejora respecto al año anterior, el problema persiste, sobre todo en zonas rurales y países afectados por la guerra en Ucrania.

Además, cerca de 64,3 millones de personas (6,9 % de la población) no pueden permitirse una dieta saludable, aunque la cifra está muy por debajo del promedio global, que supera el 35 %. Por otro lado, la obesidad adulta afecta a más del 20 % de la población, un dato superior al promedio mundial del 15,8 %, lo que refleja una doble carga nutricional: subalimentación y exceso de peso.

Uno de los mensajes más contundentes del informe es que la crisis del agua y la seguridad alimentaria están íntimamente entrelazadas. En muchas zonas, la falta de infraestructuras adecuadas, la contaminación de fuentes hídricas y la escasa eficiencia en el uso agrícola del agua comprometen tanto la producción como la nutrición.

Países con alto estrés hídrico presentan, además, un consumo desproporcionado en el sector agropecuario, especialmente debido a la creciente demanda de productos de origen animal, como carne, leche o huevos, que requieren más recursos hídricos. También se advierte que las zonas rurales y las regiones con baja renta presentan mayores dificultades para acceder a servicios básicos de agua potable, saneamiento e higiene, lo que repercute directamente en la salud y la alimentación de las comunidades.

Recomendaciones clave

El informe, según recoge la FAO en su presentación oficial, insta a los países de la región a:

  • Desarrollar estrategias hídricas adaptadas a sus condiciones climáticas y sociales;
  • Invertir en infraestructuras sostenibles, especialmente en conservación, reciclado y reutilización del agua;
  • Mejorar la cooperación transfronteriza para la gestión compartida de cuencas hidrográficas;
  • Reducir la huella hídrica del sector agrícola, apostando por cultivos menos demandantes de agua y una producción más eficiente.

En palabras de Viorel Gutu, subdirector general de la FAO: “El objetivo común de nuestras agencias es acelerar el camino hacia la erradicación del hambre en Europa y Asia Central, fortaleciendo al mismo tiempo la resiliencia de los sistemas alimentarios frente a la escasez hídrica”.

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