La contaminación atmosférica se ha convertido en una de las principales amenazas para la salud pública a nivel mundial. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año provoca siete millones de muertes prematuras, situándose como el segundo factor de riesgo global para la enfermedad, solo por detrás de la hipertensión. Este problema no solo afecta a la calidad de vida de las personas, sino que también impacta en la economía y los sistemas sanitarios de todo el mundo.
Expertos de la OMS han advertido que la contaminación del aire es ya la principal causa de carga de morbilidad, es decir, la responsable del mayor número de enfermedades asociadas. "Nos está costando muy caro, tanto en vidas humanas como en los recursos destinados a tratar enfermedades prevenibles", señaló María Neira, directora de Medio Ambiente, Cambio Climático y Salud de la OMS.
El problema se agrava en ciudades con un crecimiento descontrolado y con marcos normativos insuficientes para regular las emisiones contaminantes. No obstante, hay señales alentadoras: algunos países han logrado reducir la contaminación sin frenar su desarrollo económico. China, por ejemplo, ha demostrado que es posible disminuir las emisiones sin comprometer el crecimiento, desmintiendo el argumento de que la sostenibilidad y la economía no pueden ir de la mano.
En un esfuerzo por abordar esta crisis, más de 50 países y ciudades han asumido compromisos concretos para reducir los efectos de la contaminación atmosférica en la salud. La meta común es ambiciosa: reducir en un 50% su impacto sanitario antes de 2040. Esta iniciativa cuenta con el respaldo de 47 millones de profesionales sanitarios, organizaciones y activistas que exigen que el aire limpio sea tratado como una prioridad de salud pública.
Este compromiso se reforzó en la Segunda Conferencia Mundial de la OMS sobre Contaminación Atmosférica y Salud, celebrada recientemente en Cartagena, Colombia. Durante el evento, expertos y representantes gubernamentales hicieron un llamado a la acción urgente. "No podemos seguir limitándonos a declaraciones de intenciones. Es el momento de pasar de los compromisos a medidas audaces", afirmó el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Entre las estrategias clave para lograr un aire más limpio se encuentran la inversión en energías renovables, el fomento del transporte sostenible y la aplicación estricta de normativas de calidad del aire. Países como Brasil, España, China y Reino Unido han desarrollado hojas de ruta nacionales para mejorar la calidad del aire y reducir las emisiones. Además, el Fondo para un Aire Limpio ha anunciado una inversión adicional de 90 millones de dólares en programas climáticos y sanitarios.
Los expertos han subrayado que la contaminación atmosférica no solo es un problema de salud pública, sino también un motor de la crisis climática. La quema de combustibles fósiles no solo ensucia el aire que respiramos, sino que también libera gases de efecto invernadero que aceleran el calentamiento global. María Neira insistió en que combatir la contaminación del aire es, en realidad, una estrategia doble: "Las soluciones que aplicamos para mejorar la calidad del aire también nos ayudan a mitigar el cambio climático. La transición hacia energías limpias y un mejor diseño urbano nos benefician en todos los frentes".
En este sentido, Europa ha comenzado a endurecer sus regulaciones. La Unión Europea ha aprobado recientemente una nueva Directiva sobre Calidad del Aire, que reduce a la mitad los límites legales de contaminación y busca disminuir en un 30% las muertes relacionadas con la polución para 2030. "La contaminación es una pandemia invisible, un problema que avanza lentamente pero con consecuencias devastadoras", advirtió Javier López, vicepresidente de la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo.
Durante la conferencia de Cartagena, se destacaron ejemplos de políticas eficaces, como el Convenio sobre Contaminación Atmosférica Transfronteriza a Larga Distancia, promovido por la Comisión Económica para Europa de la ONU. Desde su adopción en 1979, ha permitido reducir significativamente las emisiones contaminantes en los países firmantes, lo que demuestra que el compromiso político y la cooperación internacional son clave para abordar el problema.
Sin embargo, en muchas regiones del mundo, especialmente en el Sur Global, aún existen desafíos importantes. La falta de capacidad técnica para monitorear la calidad del aire sigue siendo un obstáculo. "No se puede gestionar lo que no se puede medir", alertó Neira, señalando que en África aún hay grandes lagunas en la recopilación de datos sobre contaminación.
El sector médico ha sido una de las voces más contundentes en la exigencia de soluciones. Millones de profesionales de la salud han firmado peticiones para que el aire limpio sea considerado un derecho básico y una prioridad en las políticas públicas. "No queremos seguir tratando enfermedades causadas por la exposición al aire tóxico. Queremos que nuestros pacientes no se enfermen en primer lugar", enfatizó Neira.
El mensaje de la comunidad científica y médica es claro: actuar contra la contaminación del aire es una urgencia inaplazable. Con decisiones políticas firmes y un cambio hacia modelos más sostenibles, es posible reducir sus efectos devastadores y garantizar un futuro más saludable para las próximas generaciones.