El aumento de los precios y el coste de vida se ha convertido en un obstáculo clave para el bienestar de las y los ciudadanos europeos, afectando tanto su día a día como las decisiones políticas que toman. Según una reciente encuesta postelectoral del Parlamento Europeo, el 42% de los votantes europeos identificó el coste de la vida como uno de los principales factores que motivaron su participación en las elecciones de junio de 2024, mientras que un 41% señaló la situación económica como otra razón importante.
Este escenario revela una creciente preocupación por la sostenibilidad económica en el continente, y pone de manifiesto cómo la inflación y el encarecimiento de productos básicos no solo impactan a nivel personal, sino que también influyen en las dinámicas políticas y sociales de la región. En España, la situación es aún más alarmante: el 46% de los encuestados prioriza la situación económica, y un 35% menciona el aumento del coste de vida como factores decisivos para acudir a las urnas.
A medida que el aumento de precios continúa tensionando las economías domésticas, se plantea una barrera importante para el desarrollo sostenible. En un contexto donde los precios de bienes básicos, energía y vivienda se disparan, las familias destinan una parte cada vez mayor de sus ingresos a cubrir necesidades básicas, dejando poco margen para invertir en educación, tecnología verde, o hábitos de consumo más sostenibles.
El desarrollo sostenible, que depende de un equilibrio entre el crecimiento económico, la protección del medio ambiente y la equidad social, corre el riesgo de desmoronarse cuando el aumento del coste de vida empuja a los ciudadanos hacia prácticas de consumo insostenibles. A largo plazo, la desigualdad económica resultante podría socavar los avances hacia la Agenda 2030, afectando el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), como la reducción de la pobreza (ODS 1), el acceso a la energía asequible (ODS 7) y la creación de empleo digno (ODS 8).
Según la encuesta, las y los ciudadanos europeos, conscientes de la interconexión entre la situación económica interna y la global, también señalaron la situación internacional (34%) y la defensa de la democracia (32%) como factores de peso en su participación electoral. Esto refleja una creciente percepción de que los desafíos económicos internos están vinculados a una economía global inestable, exacerbada por conflictos y tensiones geopolíticas que afectan a los precios de la energía, los alimentos y otros recursos esenciales.
En este contexto, la Unión Europea enfrenta el desafío de abordar las preocupaciones económicas de sus ciudadanos, a la vez que avanza en la implementación de políticas sostenibles. La presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, afirmó que una de las prioridades de la nueva Comisión Europea será garantizar que el coste de la vida y la situación económica reciban la atención necesaria. Esto, junto con otros temas como la democracia, el Estado de derecho y la seguridad, formará el núcleo de las políticas en los próximos años.
En medio de un escenario global complejo atravesado por múltiples conflictos, el aumento del coste de vida se perfila como un desafío crítico que Europa debe enfrentar para avanzar hacia un desarrollo verdaderamente sostenible. Si bien las políticas económicas nacionales son fundamentales, la respuesta coordinada a nivel europeo será crucial para mitigar el impacto de la inflación y garantizar que los ciudadanos no solo puedan afrontar el presente, sino también construir un futuro más justo y sostenible.
