Ayer, 22 de mayo, se conmemoró el Día Internacional de la Diversidad Biológica, y en esta ocasión, la Universidad de las Naciones Unidas (UNU) nos hace reflexionar sobre un fenómeno poco conocido pero de gran relevancia: las coextinciones. Este término describe la reacción en cadena que se desencadena cuando una especie desaparece por completo, afectando a otras en su entorno.
Un ejemplo vívido de esta problemática lo encontramos en la tortuga de tierra, una de las especies más antiguas de nuestro planeta y que, lamentablemente, está en peligro. Su dramática situación se desarrolla en las llanuras costeras del sur de Estados Unidos. Sin embargo, la preocupación no se limita a la supervivencia de esta especie en sí misma; estas fascinantes criaturas desempeñan un papel vital en el delicado equilibrio de su ecosistema.
Numerosos estudios revelan que las tortugas de tierra no son simples habitantes de su hábitat; son verdaderos arquitectos que moldean los ecosistemas proporcionando refugio a más de 350 especies. Con sus patas delanteras, que funcionan como palas, excavan complejas madrigueras de hasta nueve metros de longitud y más de dos metros de profundidad.
Estas madrigueras no solo son refugios, sino auténticos oasis de vida para una variedad de organismos, desde diminutos insectos hasta anfibios de mayor tamaño. Para algunos, como la rana sevosa, que se encuentra en peligro crítico de extinción, estas madrigueras son esenciales para su supervivencia, ofreciendo protección contra depredadores y condiciones adversas.
La situación se vuelve aún más alarmante cuando consideramos que las actividades humanas intensas, como el cambio de uso del suelo, la sobreexplotación, el cambio climático, la contaminación y la introducción de especies invasoras, están acelerando la extinción a un ritmo alarmante. En los últimos 100 años, más de 400 especies de vertebrados han desaparecido.
Estos datos nos llevan a considerar que la extinción de una sola especie puede desencadenar un efecto dominó devastador en todo el ecosistema. Un ejemplo es la nutria marina, en peligro crítico debido a la caza desenfrenada en el pasado. Estas criaturas juegan un papel crucial en los bosques de algas del Pacífico, regulando las poblaciones de erizos de mar y manteniendo el equilibrio del ecosistema submarino.
La pérdida de estas especies amenazadas no solo significa la desaparición de formas de vida únicas, sino también la alteración irreparable de funciones ecológicas vitales. Ante esta situación, es fundamental adoptar un enfoque holístico que reconozca la interconexión de riesgos y soluciones para preservar nuestra biodiversidad y crear un futuro sostenible.