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Con motivo de la celebración del “Día Internacional del Abuelo”, la aseguradora ha publicado diez acciones para luchar contra la soledad no deseada y para fomentar el envejecimiento activo como claves para garantizar el bienestar de los mayores, que se espera que en el año 2050, representen el 30% de la población española.
DKV publica un decálogo para para mejorar la calidad de vida de las personas mayores

Afortunadamente, la ciencia y la medicina avanzan a pasos agigantados, y han aumentado la expectativa de vida de la población en el mundo entero. Si bien esta es desigual en diferentes continentes, en términos generales se prevé un envejecimiento poblacional global. Sin embargo, cabe preguntarnos si ¿vivir más implica vivir mejor? La calidad de vida de las personas mayores es un tema que va cobrando cada vez más fuerza a la par que esta comunidad aumenta de forma notable en todo el planeta.

Hace poco más de un año, el envejecimiento del planeta llegó a una cima nunca antes alcanzada desde que exigen registros: por primera vez hay en el mundo más personas mayores de 65 años que niños menores de cinco, según cálculos de Naciones Unidas. El organismo ha constatado que el porcentaje de los primeros crece a un ritmo más rápido que el resto de segmentos poblacionales. De hecho, como recoge el informe Perspectivas de la población mundial 2019, en el año 2050 una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 65 años y se estima que el número de octogenarios –o más– se triplicará para esa fecha, pasando de los 143 millones actuales a 426.

En España –como sucede en casi todos los países de mayor nivel socioeconómico–, el envejecimiento de la población es aún más acelerado. Según un último informe del CSIC, en España, en el año 2050, las personas mayores de 65 años representarán más del 30% de la población –actualmente el porcentaje es del 17%– y los que superen la barrera de los de ochenta serán más de cuatro millones de personas. De hecho, antes de la pandemia, la esperanza de vida de nuestro país era la tercera más alta del mundo, solo superada por Japón y Suiza, situándose en 83,1 años de media.

Sin embargo, en los últimos meses el coronavirus se ha cebado especialmente con los ancianos: no solamente han sido los que han fallecido en mayor número por la enfermedad y por otras patologías, sino que también han sido las víctimas de otros efectos colaterales como la soledad o el aislamiento, problemas que muchos ya arrastraban antes de la covid-19.

Amigos de los Mayores, una fundación de voluntariado que centra su atención en la lucha contra la soledad y la marginación de las personas mayores denuncia que: “Las personas mayores han estado en el centro de atención, por el impacto del virus en este grupo de población, pero también por los prejuicios y estigmas que se les asocia desde muchos ámbitos. Se han vulnerado sus derechos, aplicando medidas que les afectan de manera directa sin tener en cuenta sus necesidades ni su opinión y, en muchos casos, sin informar. Se les ha confinado en residencias cuando el resto de la población podía moverse libremente. Han sufrido discursos y medidas edadistas que les han discriminado solo por su edad”

Desde la entidad han hecho público un decálogo de medidas para que la pandemia sea un punto de inflexión que dé la vuelta a la situación de los mayores dentro de la sociedad y vuelva situar los cuidados en el centro, consiguiendo una sociedad más justa que garantice sus derechos y su bienestar. DKV se ha hecho eco de este importante decálogo y lo ha difundido.

  1. Garantizar los derechos y la autonomía de las personas mayores. Como cualquier grupo, las personas mayores son diversas y tienen autonomía de decisión en todos los ámbitos de la sociedad. Se necesitan medidas que no se basen en el extendido estereotipo que las etiqueta como personas dependientes, vulnerables y pasivas.
  2. Prever sus necesidades. Como personas activas y autónomas, debemos fomentar su participación comunitaria, hoy muy afectada por las restricciones que la pandemia ha provocado en lugares como bibliotecas, centros cívicos u hogares del jubilado. Las reuniones que se realizan en ellos son, en muchas ocasiones, la única vía de escape a la situación de soledad en la que se encuentran.
  3. Asumir las medidas recomendadas por las entidades que representan a personas mayores. Ante la situación vivida en la primera ola de la pandemia, las autoridades y poderes púbicos deben tomar medidas para proteger al colectivo, duramente castigado en los últimos meses.
  4. Situar la lucha contra la soledad en el centro de las políticas. Generar movimientos ciudadanos y redes de cuidados capaces de detectar y combatir las situaciones de aislamiento es vital para acompañar a los ancianos: en España, cerca de dos millones de personas mayores viven solas.
  5. Establecer medidas de acompañamiento. Las relaciones comunitarias y las redes de proximidad, asistencia primaria y servicios básicos, además de fomentar el apoyo vecinal, han sido fundamentales durante el confinamiento, y han llegado a los más vulnerables cuando otros servicios estaban desbordados.
  6. Invertir en investigación. Conocer la realidad es el primer paso para cambiarla, y los datos recogidos en encuestas e investigaciones son fundamentales para diseñar políticas efectivas contra la situación de soledad no deseada en la que se encuentran y mejorar, de este modo, la calidad de vida de las personas mayores.
  7. Revisar el modelo de cuidados y avanzar hacia la atención centrada en la persona. Especialmente tras la situación vivida en las residencias, es necesario que la Administración fomente su conexión con la atención sociosanitaria y garantice que sean hogares donde desarrollar su proyecto vital.
  8. Transformar la mirada sobre la vejez. En una sociedad edadista que adopta medidas discriminatorias con las personas mayores, se debe trabajar para eliminar los prejuicios sobre ellos. La educación, la publicidad, el vocabulario o las informaciones que aparecen en los medios de comunicación son herramientas para ello.
  9. Diseñar un plan de choque para la adaptación y accesibilidad universal. El envejecimiento activo y la autonomía de las personas mayores debería ser un criterio a tener en cuenta de manera transversal en cada elemento cotidiano, desde las viviendas al transporte público, los servicios o los productos.
  10. Invertir en el sistema sociosanitario y residencial. Los recortes sufridos tras la crisis de 2008 dejaron importantes grietas en el sistema público de salud y servicios sociales. Recuperar las inversiones permitirían revertir la situación, que se ha demostrado especialmente grave, e incidir positivamente en la calidad de vida de las personas mayores.

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