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En un contexto de incertidumbre económica prolongada a causa de la pandemia, El “Informe sobre la situación y perspectivas de la economía mundial en 2021”, la publicación emblemática de la ONU sobre las tendencias económicas, analiza el estado de la economía desde el principio de la llegada del coronavirus a nuestras vidas. El documento afirma que existe el potencial de que los bancos centrales contribuyan a una recuperación más sólida e inclusiva. Esto podría lograrse mediante la integración de consideraciones de desarrollo sostenible en las decisiones de política monetaria y financiera.

La pandemia de coronavirus ha transformado la economía mundial con una rapidez sin precedentes. El informe de 2021 sobre la situación de la economía mundial publicado por Naciones Unidas, incluye datos sobre el comercio mundial, los estímulos económicos, los riesgos asociados al género, así como los problemas que acarearían las medidas prematuras de austeridad. A medida que el brote pandémico de la COVID-19 en marzo de 2020 amenazaba con arrastrar a la economía mundial a una crisis profunda y prolongada, los bancos centrales se convirtieron una vez más en la primera línea de defensa para países de todo el mundo. El panorama mundial posterior a la pandemia se caracteriza hoy por economías estructuralmente más débiles y un espacio fiscal más limitado.

Una vez desatada la crisis económica que ha ido en aumento, las acciones políticas rápidas y agresivas de los bancos centrales fueron fundamentales para revertir la mayor parte del estrés financiero. Complementadas con importantes paquetes de estímulo fiscal, las inyecciones de liquidez de los bancos centrales ayudaron a evitar efectos de retroalimentación negativa entre el sistema financiero y la actividad económica real. Sin embargo, aunque se ha evitado una crisis más profunda en el plazo inmediato, los bancos centrales se enfrentan a un entorno operativo cada vez más desafiante, caracterizado por economías estructuralmente más débiles, mayor incertidumbre y sistemas financieros más frágiles. Esta nueva realidad poscrisis puede obligar a repensar el papel de los bancos centrales y la política monetaria.

El desarrollo sostenible y los objetivos propuestos por la Agenda 2030 penden de un hilo. Los avances que se habían logrado a nivel global sufrieron graves retrocesos tras la llegada del coronavirus. La pandemia ha exacerbado las vulnerabilidades internas existentes en muchos países, provocando daños duraderos en las perspectivas de crecimiento y desarrollo. La pérdida masiva de puestos de trabajo debido a la crisis ha empujado a millones a la pobreza, especialmente en países sin redes de seguridad social adecuadas. Los efectos desproporcionados de la pandemia en los trabajos poco cualificados y con salarios bajos también conducirán a una mayor desigualdad de ingresos.

Si bien es vital para evitar el colapso económico, las grandes intervenciones fiscales durante el último año han dejado a muchos gobiernos con cargas de deuda récord, lo que genera preocupaciones sobre la sostenibilidad de la deuda pública en el futuro. La situación es particularmente precaria entre las economías en desarrollo más vulnerables, incluidos los países menos adelantados y los pequeños Estados insulares en desarrollo, un número cada vez mayor de los cuales corren un alto riesgo o ya padecen problemas de deuda soberana. Dadas las posiciones presupuestarias significativamente más débiles, muchos gobiernos están teniendo y tendrán dificultades para financiar inversiones muy necesarias en áreas clave del desarrollo sostenible, como salud, educación, infraestructura física y digital y transición energética.

En este contexto adverso y convulsionado es que surge la pregunta clave acerca de si los bancos centrales deberían desempeñar un papel más importante en la promoción del desarrollo sostenible en el futuro. Desde la crisis financiera mundial, los bancos centrales han demostrado constantemente su capacidad para estar a la altura de las circunstancias, yendo mucho más allá de las medidas monetarias convencionales para restaurar la estabilidad del mercado y respaldar el crecimiento a corto plazo. En este marco existe el potencial de que los bancos centrales contribuyan a una recuperación más sólida e inclusiva. Esto posiblemente podría lograrse mediante la integración de consideraciones de desarrollo sostenible en las decisiones de política monetaria y financiera.

Históricamente se ha argumentado que los bancos centrales no deberían perseguir directamente los objetivos de desarrollo sostenible, ya que esta expansión de responsabilidad podría reducir su eficacia en el cumplimiento de los mandatos tradicionales. Sin embargo, un número creciente de bancos centrales está reconociendo la necesidad de responder a riesgos no económicos y otros problemas de desarrollo sostenible. En Asia y el Pacífico, el 94 por ciento de los bancos centrales encuestados por Naciones Unidas creían que deberían desempeñar un papel en la promoción de las finanzas verdes. El BCE también planteó recientemente la posibilidad de abandonar el principio de 'neutralidad del mercado' en sus compras de bonos corporativos.

Pese a que hay indicios de mayor compromiso, aún queda un largo camino por recorrer. De una muestra de 135 bancos centrales en todo el mundo, solo el 12% tiene mandatos que incluyen explícitamente el desarrollo sostenible como un objetivo, mientras que otro 40% desempeña un papel en el apoyo a las agendas de políticas de desarrollo de sus gobiernos. A pesar de los argumentos en contra del compromiso que podrían asumir los bancos, afortunadamente existe un creciente interés en la compra de activos por parte de los bancos centrales que promueven la actividad sostenible.  Esto se ha visto demostrado en los últimos meses, ya que muchos países desarrollados expandieron sus programas de flexibilización cuantitativa para incluir la compra de activos corporativos en una amplia gama de sectores.

Empero, es importante señalar que los bancos centrales de la mayoría de los países llevan mucho tiempo comprando activos financieros privados como parte de sus carteras de reservas. Al diseñar futuras estrategias de compra de activos, los bancos centrales podrían dar preferencia a los activos que promueven el desarrollo sostenible, como los bonos verdes y los bonos de impacto social. Esta sería una respuesta a los crecientes pedidos para que los bancos centrales se involucren en inversiones de impacto social, incluso en las áreas de vivienda asequible, energía renovable y microfinanzas.

En esta misma línea, también se pide cada vez más a los bancos centrales que utilicen políticas prudenciales y regulación para orientar los recursos financieros hacia una actividad económica más productiva y sostenible. A raíz de la crisis financiera mundial, muchos bancos centrales, especialmente en Asia, introdujeron medidas destinadas a frenar la inversión especulativa en sectores específicos, incluidos los mercados de valores y de propiedad. Hoy en día, la aparición de nuevas fuentes y la transmisión de riesgos podrían requerir una mayor diferenciación en los marcos de regulación de los bancos centrales.

Como afirmamos previamente, si bien hay avances aún queda mucho por hacer. Otro de los puntos importantes a tener en cuenta es que algunas empresas han comenzado a informar sobre el posible impacto financiero de los riesgos climáticos en sus balances, pero esta divulgación sigue siendo de naturaleza voluntaria. En este aspecto, se ha pedido a los bancos centrales que hagan obligatorio el reporte de sostenibilidad para las instituciones financieras. Si bien algunas empresas han comenzado a informar sobre el posible impacto financiero de los riesgos climáticos en sus balances, esta divulgación sigue siendo de naturaleza voluntaria.

Los bancos centrales pueden desempeñar un papel más importante en el diseño de programas de crédito especializados para las pymes, lo que también podría condicionarse a que estas empresas creen puestos de trabajo en áreas sostenibles. Estas medidas no solo podrían mejorar la inclusión financiera, sino también apoyar los esfuerzos hacia la erradicación de la pobreza y el cumplimiento de los objetivos ambientales.

En la gran tarea que tenemos por delante de reconstrucción de nuestras sociedades todos los sectores y las personas pueden aportar su granito de arena. En este contexto los bancos pueden jugar un rol protagónico en el desarrollo sostenible. En medio de un panorama pos pandémico muy desafiante, las crecientes demandas de los bancos centrales requerirán algunos cambios en la forma en que operan actualmente, para mantener la credibilidad y la eficacia de las políticas. Una mejora en la transparencia podría ayudar a mejorar la responsabilidad del banco central. Además, una comunicación clara y coherente será clave para ayudar al público a comprender mejor la motivación detrás de las nuevas acciones políticas. Las soluciones están a nuestro alcance, es momento de ponerlas en marcha para hacer del 2021 el gran año de la reconstrucción sostenible.

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