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La tragedia de la crisis de COVID-19 ha restado mucha atención a la amenaza del cambio climático, ya que las instituciones se dedicaron a proteger vidas y medios de subsistencia. Mantener una respuesta eficaz en materia de salud pública sigue siendo una de las principales preocupaciones de muchos encargados de formular políticas y ejecutivos de empresas. Sin embargo, no deberíamos perder de vista el aspecto medioambiental al momento de volver a la nueva normalidad.

Por importante que sea reparar el daño económico, un rápido retorno a la normalidad podría ser perjudicial para el medio ambiente, como el mundo vio después de la crisis financiera de 2007-08. La consiguiente desaceleración económica redujo drásticamente las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero en 2009. Pero para 2010, las emisiones habían alcanzado un nivel récord, en parte porque los gobiernos aplicaron medidas para estimular las economías, sin tener en cuenta las consecuencias ambientales. El peligro ahora es que se repita el mismo patrón, y hoy en día lo que está en juego es aún mayor. El período posterior a la crisis de COVID-19 podría determinar si el mundo cumple o no los objetivos de emisiones del Acuerdo de París de 2015, que se establecieron para limitar el calentamiento global a 1,5°C a 2°C.

Alcanzar esos objetivos es una posibilidad clara. Una recuperación con bajas emisiones de carbono podría no sólo iniciar las importantes reducciones de emisiones necesarias para detener el cambio climático, sino también crear más empleos y crecimiento económico que una recuperación con altas emisiones de carbono. El análisis de los expertos acerca de las opciones de estímulo para un país europeo sugiere que la movilización de 75.000 a 150.000 millones de euros de capital podría generar entre 180.000 y 350.000 millones de euros de valor añadido bruto, generar hasta tres millones de nuevos empleos y permitir una reducción de las emisiones de carbono del 15 al 30 por ciento para 2030.

Un paquete de este tipo no tiene por qué implicar compromisos económicos. Un reciente estudio de los principales economistas del mundo, muestra que las medidas de estímulo orientadas a obtener buenos resultados ambientales pueden producir tanto crecimiento y crear tantos empleos como las medidas neutrales o perjudiciales para el medio ambiente. Pero una recuperación con un alto nivel de emisiones de carbono podría dificultar el cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París, y un gasto considerable en medidas de alivio y estímulo podría dejar a los gobiernos demasiado endeudados como para pagar más adelante los recortes de las emisiones.

Encontrar una fórmula de recuperación de alto crecimiento y bajo consumo de carbono no es fácil. Requiere evaluar las medidas de estímulo con respecto a factores complejos, como el impacto socioeconómico, el impacto climático y la viabilidad. Pero nuestro análisis destaca la oportunidad de que los responsables de la formulación de políticas elaboren un paquete que cree rápidamente puestos de trabajo y demanda económica, produzca un crecimiento constante y acelere la adopción de tecnologías con cero emisiones de carbono. Los gobiernos pueden utilizar el marco descrito en este artículo para diseñar y llevar a cabo un programa de recuperación con bajas emisiones de carbono que podría satisfacer las necesidades económicas inmediatas y mejorar el bienestar a largo plazo de su población.

La pandemia de coronavirus no sólo ha tenido efectos trágicos en la salud y en las vidas, sino que también ha cobrado un inmenso precio en los medios de subsistencia. Ese costo es visible en las crecientes cifras de desempleo que muchos países siguen comunicando. Y lo peor puede estar aún por venir.

Aunque la crisis de COVID-19 ha traído consigo enfermedades y dificultades económicas a innumerables hogares, podría decirse que la urgencia de responder a la pandemia se corresponde con la urgencia de hacer frente al cambio climático. El calentamiento adicional durante el próximo decenio está bloqueado, por lo que es fundamental planificar el riesgo climático físico. Para evitar una mayor acumulación de riesgos físicos y mantener las temperaturas por debajo de los umbrales que desencadenarían un calentamiento galopante, deben producirse importantes reducciones a corto plazo de las emisiones de gases de efecto invernadero. Para lograrlas se requerirá una acción rápida y de capital intensivo en todos los sectores de la economía6.

La simultaneidad de la crisis de COVID-19 y el desafío climático significa que la recuperación posterior a la pandemia será un período decisivo para evitar el cambio climático. Tras la crisis de COVID-19, hay una serie de factores que podrían frenar la acción climática: la reducción de la atención política (la cumbre climática de las Naciones Unidas de este año, la COP26, se ha aplazado hasta 2021), la flexibilización o el retraso de los reglamentos ambientales en aras del crecimiento económico, la caída de los precios del petróleo que hace menos competitivas las tecnologías con bajas emisiones de carbono, o los programas de estímulo que consumen fondos que los gobiernos podrían invertir en una transición con cero emisiones de carbono.

Por el contrario, un enfoque de la recuperación económica que esté comprometido con respecto al clima podría hacer mucho para poner al mundo en una senda de emisiones que mantendría el aumento de la temperatura media en un nivel relativamente seguro de 1,5°C. Dado que las actividades de recuperación suelen entrañar un gasto público mucho más elevado que el que los gobiernos establecen en los años en que no hay crisis, pueden provocar cambios amplios y duraderos en la estructura de las economías nacionales y regionales. Como explicamos en la siguiente sección, los programas específicos de bajo carbono podrían reiniciar el crecimiento y la contratación, al mismo tiempo que se introduce una "próxima normalidad" más sostenible desde el punto de vista ambiental.

Este artículo fue realizado mediante un esfuerzo conjunto de colaboración a nivel mundial de Hauke Engel, Alastair Hamilton, Solveigh Hieronimus y Tomas Nauclér, con David Fine, Dickon Pinner, Matt Rogers, Sophie Bertreau, Peter Cooper y Sébastien Leger, en representación de las opiniones del sector público y social y de las prácticas de sostenibilidad.

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