Cuando llega el Día Mundial del Agua, que se celebra cada 22 de marzo, me suele invadir una mezcla de desasosiego por todo lo que falta por alcanzar, pero también de esperanza porque necesitamos reducir la brecha para que los 700 millones de personas que a día de hoy carecen de acceso a agua potable puedan disponer de ella, así como los 2.200 millones de personas que todavía no cuentan con agua potable gestionada de forma segura.