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En tiempos de duelo, lágrimas y quebrantos, bueno es recordar los hermosos versos del maestro Benedetti (Testigo de uno mismo, 2008): ''''Cada sollozo tiene sus matices/ y aunque sufra el amor y aunque nos duela/ con el llanto uno riega sus raíces''''.

 

Así que, una vez llorados, reflexionemos sobre lo que tenemos encima a la luz de lo que nos dicen los que saben de estas cosas, ya sean economistas, escritores o políticos, que de todo cabe en la viña del Señor.

Es patente que la economía, como señala John K. Galbraith, funcionaba fundamentalmente de modo incorrecto, circunstancia que parecía deberse a cinco puntos débiles:

l La pésima distribución de la renta mundial. Los ricos lo son cada vez más y la brecha con los más desfavorecidos se ha ido abriendo hasta parecer una sima insondable.

l La muy deficiente estructura de las sociedades anónimas. Naturalmente, nos referimos a las norteamericanas, cuyas autoridades no parecen haber aprendido a pesar de Enron (¡ya hace siete años!) y de lo que se veía venir.

l La pésima estructura bancaria, también de EE UU, carente de la adecuada supervisón y llena de gigantes con pies de barro y ejecutivos sin escrúpulos con millones de dólares de sueldo.

l La dudosa situación de la balanza de pagos, una historia que en Estados Unidos se repite.

l Los míseros conocimientos de economía de la época.

Destacados en cursiva, y sin mis breves acotaciones a cada uno, Galbraith escribió los enunciados anteriores en 1954 (El crac de 1929, Ariel) con la intención, hace 54 años, de que la historia no se repitiera. Desafortunadamente, gracias a los humanos, siempre lo hace. La gente, dice el catedrático Gabriel Tortella (El País, 25 de septiembre de 2008), no sabe Historia, y menos aún historia reciente.

Las "personas… se sorprenden ante la llegada de una nueva crisis. Cierto es que éstas cada vez revisten una forma algo diferente a la anterior; pero en esencia el mecanismo es siempre el mismo. Sin embargo, los agentes económicos, incluso los especialistas, incurren una y otra vez en la ilusión de creer que por fin se ha dado con la fórmula mágica de crecimiento continuo".

Nos quedan los políticos. El siempre presente Nicolas Sarkozy, presidente de Francia, propone "refundar sobre bases éticas el capitalismo, las del esfuerzo y el trabajo, las de la responsabilidad…", y a tal efecto ha convocado una gran cumbre económica para diciembre de 2008.

El banderín de enganche es la reconstrucción, "partiendo de cero", del sistema financiero internacional, tal como ocurriera con la conferencia de Bretton Woods, tras la segunda guerra mundial. Sarkozy ha dejado las cosas claras: "La autorregulación para resolver los problemas, se acabó". Y concluye: "Le laissez faire, c"est fini", frase que podría dar título a una canción de Carla Bruni.

Dicho esto, y recogidas las anteriores referencias, una de las pocas certezas que atesoro es que hay que vivir el presente desde un punto de vista histórico. El hoy forma también parte de nuestro futuro y estoy convencido de que, ante los ojos escudriñadores de una sociedad que exige sin descanso, la empresa no puede aparecer sólo como una institución capaz de dar resultados económicos y de ganar dinero; sin sonrojos debe demostrar que su actuación (y la de sus gerentes) es moral y éticamente irreprochable, y de que, además, su tarea -sea la que fuera- merece el respeto de una sociedad que ha visto cómo esa institución llamada empresa se ha convertido en poco más de un siglo en el propio referente de la misma sociedad.

Al final, además de con la esperanza, uno se queda con las reflexiones honestas de los pensadores. Antonio Muñoz Molina (El País, 27 de septiembre de 2008) escribe algo que, a propósito de un viaje, parece idóneo para salir de esta crisis: "Nuestros semejantes no son sólo los miembros de nuestra tribu, sino también los extranjeros y los desconocidos; nuestro capricho, nuestra ambición, nuestra preciada identidad personal, pueden ser ficciones letales que sólo conducen al sufrimiento; todos los principios morales se resumen en una simple regla práctica: no hacer a los demás lo que no queramos que los demás nos hagan a nosotros",

Es decir, begin the begin, volver a empezar.

 

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