Durante los últimos años, el hábito del reciclaje y el cuidado del planeta está cada vez más asentado en la sociedad española, los ciudadanos toman cada vez más conciencia de las praxis individuales que pueden realizar en el día a día para ser más sostenibles. Buen ejemplo de ello sería el reciclaje de envases domésticos, el hábito ambiental más extendido en la sociedad española en 2022, según un estudio de Ecoembes en el que indicaba que solo ese año se reciclaron 1’6 millones de envases domésticos de plástico, metal, briks y papel y cartón.
Estamos en buen camino, pero todavía queda mucho por hacer y debemos tener muchas esperanzas en la concienciación medioambiental de nuestros jóvenes. Desde Unilever, estudiamos el comportamiento de los jóvenes frente a la sostenibilidad y vimos que, el 83% de ellos consideraban útiles las plataformas digitales como Tik Tok o Instagram para buscar consejos sobre sostenibilidad, destacando especialmente el ahorro y reutilización de plástico, la compra de productos recargables y la congelación o reutilización de sobras de comida.
Estas cifras y tendencias reflejan el pensamiento de la sociedad, que no solo está cada vez más avanzada y comprometida con el medioambiente, sino que además exige, con razón, que las empresas actúen, y lo hagan de manera inmediata. Y es que el medioambiente no puede esperar más: hemos entrado en la década de la acción, no del compromiso.
Las empresas, los gobiernos, las ciudades, los estados y las regiones deben mostrar un liderazgo continuado en la acción por el clima, estableciendo objetivos ambiciosos de cero emisiones netas y aplicando objetivos de reducción de emisiones a corto plazo.
Desde mi experiencia, como responsable de sostenibilidad en Unilever España, las empresas que no prosperan son aquellas que introducen de manera esporádica prácticas sostenibles sin seguir una pauta o una estrategia continuada clara que les permita obtener una visión endocéntrica del contexto. Es importante entender que el ESG (Environmental, Social and Governance) no es un slogan o una campaña de marketing, sino que debe constituir la razón de ser de las empresas, lo que hacemos cada día para generar valor para nuestros grupos de interés.
La estrategia marca la pauta y permite visualizar los objetivos en materia de desarrollo sostenible. Unilever, por ejemplo, situó desde el principio en su hoja de ruta Compass, la sostenibilidad como eje central del negocio. La sostenibilidad no debe ser una variante residual de la gestión del negocio, sino una arista principal. Nos hemos marcado unos objetivos muy estrictos en materia de sostenibilidad y en concreto en la reducción del plástico de un solo uso, liderado por la estrategia Clean Future basada en tres puntos: “No plástico, menos plástico y mejor plástico”, con el fin de reducir el impacto medioambiental del planeta garantizando la circularidad de los envases de plástico. Hasta la fecha, hemos logrado que el 55% de nuestros envases ya sean de plástico reutilizable, un 2% más que el año pasado y planeamos reducir el 50% de plástico virgen para 2025.
Actualmente los plásticos son una de las mayores preocupaciones en términos de impacto medioambiental, pues se encuentra presente en casi todos los bienes que consumimos diariamente: embalajes, vehículos, ropa, smartphones... Su consumo no para de crecer en todo el planeta: se estima que el 79% del plástico creado en los últimos 150 años se encuentra acumulado en los vertederos de todo el mundo y en entornos naturales, siendo un 59% abandonado. Teniendo en cuenta este contexto solo nos queda seguir trabajando incansablemente para mejorar.
Pero no podemos hacerlo solos. Además de poner en valor las acciones que vamos a realizar, debemos estimar imprescindible la relación que tenemos con los stakeholders con el fin de revitalizar y formar nuevas alianzas estratégicas. Precisamente, en este marco de alianzas, Unilever ha formado parte de la segunda cumbre mundial en París para abordar la contaminación plástica, dentro del Tratado Global de Plásticos. Este pacto busca para 2024 establecer unas obligaciones y consecuencias jurídicas en caso de no cumplir con las condiciones impuestas sobre la reducción y el uso del plástico. Y es que el cambio climático no discrimina a nadie y nos afecta a todos, en mayor o menor medida. Sin el compromiso e implicación de todos los actores sociales, el cambio no es posible.