Las mujeres, no todas, -ser mujer no supone ser símbolo de nada-, vienen siendo las creadoras históricas del conocimiento en agricultura y alimentación. Estos conocimientos son de importancia universal puesto que ya se está dando una gran crisis alimentaria. Nos encontramos con que los agricultores y agricultoras, a pequeña escala, producen el 80 % de los alimentos a nivel mundial. En los países en desarrollo las mujeres representan de media el 43 % de la mano de obra agrícola. En el Sur de Asia, más de los dos tercios de las mujeres trabajan en el sector de la agricultura y, en África oriental, más de la mitad de los agricultores son mujeres. Ellas son las guardianas de la biodiversidad, imprescindible para la supervivencia. Hay movimientos por todo el mundo: India, Latinoamérica, África, en los que las mujeres reivindican “cambiar el modelo capitalista y patriarcal, que prioriza los intereses del mercado, ante los derechos de las personas”.
Hay que plantearse que es necesario contar con la mirada de las mujeres sobre el mundo, contando con las emociones como la compasión y la empatía aunque estas sean consideradas poco científicas y puestas en un rango inferior. Por ello, necesitaremos una educación ambiental integral que incluya una educación emocional y, hacerla de manera central, no como algo de lo que se pueda prescindir. Y esta mirada unirla a la ecología, recuperando la capacidad de asombrarse ante lo diferente y preguntarnos sobre su lugar en nuestra escala de valores, cambiando el punto de vista: No somos los amos buscando soluciones sino una criatura más en la Naturaleza formando parte de ella y, por tanto, todo lo que sucede nos concierne.
El ecologismo y el feminismo deben ir de la mano ya que tienen un objetivo básico compartido: La sostenibilidad humana, social y ecológica. No se trata solo de supervivencia sino de igualdad, justicia y calidad aceptable de vida, planteándose un decrecimiento planificado en un mundo finito. En la actualidad, el sistema patriarcal se apropia tanto de los trabajos del cuidado que realizan las mujeres como de los bienes que produce la Naturaleza y, sin reconocer su importancia, se convierten en invisibles porque se dan por supuestos. Ambos son indispensables para la vida humana.
Pasar a la acción, desde cualquier posición en la que nos encontremos, supone reflexionar sobre nuestro momento histórico y el contexto en el que estamos, conocer los límites que hay a nuestro alrededor y, de esta forma, tener más capacidad para pensar en un cambio de modelo.
(Citas y datos procedentes de I .Oxfam y del libro “Ecofeminismo -para otro mundo posible” – Alicia H. Puleo )