Un ejemplo extremo de esta paradoja: "eficientemente podemos secar el río Amazonas" (si no ponemos límites al consumo de agua). Esto tiene que ver también con el concepto de “safe operating space” (espacio operativo seguro) en relación al consumo de recursos y la emisión de contaminantes, y con la vulnerabilidad de los países al acceso a los recursos para mantener una economía competitiva, y de las empresas a las cadenas de suministro y a los costes de producción.
La palabra resiliencia es un anglicismo científico que proviene de la ecología y hace referencia a la capacidad de un sistema de resistir perturbaciones y mantener su homeostasis, de adaptarse a situaciones adversas y transformarse para superarlas. Claramente la crisis climática es una situación adversa para la especie humana y para el planeta, una amenaza global que es necesario que nos tomemos muy en serio. Todos entendemos intuitivamente que la resiliencia tiene un límite, que a menudo es difícil de precisar y aún más de anticipar. ¿Cuál es el aumento de temperatura que puede tolerar nuestro sistema socioeconómico? ¿Cuál es el límite en el consumo de combustibles fósiles que no debemos traspasar? Si no somos prudentes, podemos traspasar umbrales peligrosos (quizás ya lo hemos hecho) y llegar a puntos de no retorno, a daños irreversibles para las personas, la economía, la sociedad y la naturaleza. Por ejemplo, una crisis mundial de alimentos causada por sequías extremas puede poner en jaque la seguridad y la economía mundiales, así como las cadenas de suministro de alimentos básicos. También puede ser muy desestabilizadora una diáspora masiva de ciudadanos en países donde las temperaturas llegan a ser extremas o el nivel del mar inunda parte de los territorios. Países como Egipto o Bangladesh son muy vulnerable a la escasez de agua, a los ciclones tropicales y a la subida del nivel del mar, que se intensifican por la crisis climática.
La verdadera resiliencia implica no sólo una capacidad de adaptación a condiciones adversas, sino también una comprensión de las causas de esta adversidad y una acción decidida para reducir los factores que la provocan. Debemos destinar recursos a conocer mejor los límites de la resiliencia planetaria, social y económica, así como a diseñar soluciones tecnológicas y sociales que nos permitan transformar la economía para vivir en este espacio operativo seguro, evolucionando hacía la economía circular como alternativa al modelo actual de producción y consumo. Con este objetivo, ha visto la luz el Centro en Resiliencia Climática (CRC), liderado por el centro tecnológico Eurecat y constituido por un núcleo impulsor de diez instituciones, entre las que se encuentra la Universitat Rovira i Virgili, el Ayuntamiento de Amposta y el Gobierno de la Generalitat de Catalunya.
El CRC nace en el Delta del Ebro, uno de los territorios más amenazados por el cambio climático, y pretende contribuir a la transición ecológica cubriendo toda la cadena de valor que va desde la investigación, pasando por la innovación hasta la implementación de soluciones. El CRC quiere ser un centro de referencia para las empresas, las administraciones y los ciudadanos, en Cataluña y España, con una fuerte proyección internacional. La década que hemos iniciado es crucial para solucionar la emergencia climática y estamos convencidos de que esta iniciativa contribuirá a acelerar la transformación hacia una sociedad sostenible.