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La tierra pide a gritos un cambio

Nuestra casa volvió a hablar y muy fuerte. Más de 700 familias lo perdieron todo y ahora deberán volver a empezar. La erupción volcánica más grande en años cambió para siempre la vida de los habitantes de La Palma en España, dejando casi 500 hectáreas afectadas. Una vez más el destino nos recordó que algo está pasando con nuestro planeta.

Aún las autoridades no han sido capaces de cuantificar el daño que ha generado esta invasión de lava en el ecosistema y la biodiversidad. A diferencia del COVID19, este no fue un llamado de atención silencioso. Nuestro planeta está inquieto y el cambio climático es otro de los gritos de auxilio.

El aumento de la temperatura media de Europa ha traído como consecuencias fenómenos que nuestros abuelos quizás nunca vivieron en su juventud. Los cambios en la intensidad de las lluvias, variación de la temperatura de los mares y aumento de las llamadas “noches tropicales” son algunos de los síntomas que evidencian el inicio de la cuenta regresiva.

Varios han sido los intentos de la comunidad internacional por adoptar medidas drásticas para evitar consecuencias catastróficas. El llamado “Protocolo de Kioto” no fue capaz de cumplir con el objetivo de disminuir las emisiones de CO2 en el planeta. Un segundo intento vino con el “Acuerdo de París” en el año 2015. Pero pareciera ser que la emergencia está cada vez más cuesta arriba.

Según la Oficina Europea de Estadística (EUROSTAT), el 79% de las emisiones de gases de efecto invernadero en la Unión Europea se deben a la quema de combustibles. Esta es una de las causas centrales de los devastadores daños que sufre nuestro ecosistema.

Si hablamos de las consecuencias, el aumento de la temperatura y del nivel del mar siguen en crecimiento constante. Y los impactos económicos y sociales de esta pandemia ambiental son cada vez más evidentes: sequías, problemas con las cosechas, tormentas, huracanes e incendios.

No soy quien para asegurar que la erupción en La Palma tenga directa relación con el cambio climático. Pero si algo es cierto, es que cambiar el rumbo de nuestro modelo de desarrollo permitirá darle un respiro al hogar de todos. Todavía quedan luces de esperanza. Una de ellas es el avance de la revolución energética.

Las energías renovables están ganando de a poco terreno entre las prioridades de las políticas públicas en el mundo. En este sentido, al ONU se propuso la ambiciosa meta de llegar al añ0 2050 con cero emisiones. Según Red Eléctrica, en el 2020 España logró reducir en un 27% la emisión de gases de efecto invernadero. Esta caída tiene una relación directa con en la generación de energías renovables en un 12,9%. El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 pretende llegar al final de la década con una reducción de 1/3 en la emisión de CO2.

La Tierra sigue en constante movimiento. Nosotros seguimos habitándola hasta que el destino diga otra cosa. Parece difícil pensar en un futuro en que la naturaleza y la humanidad no se pongan de acuerdo.

Hoy los habitantes de La Palma cargarán con una profunda cicatriz anaranjada. Esa que ha llegado al mar para demostrar que aquí la naturaleza es la que manda. Si hemos sido capaces como sociedad de luchar cuerpo a cuerpo con una pandemia, soy optimista al pensar en las buenas acciones que podemos generar si trabajamos comprometidos.

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OpiniónCambio climáticoacuerdo de París

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