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La pandemia ha puesto el foco en una recuperación basada en generar impacto positivo. La preocupación por una gestión activa de los aspectos ESG, en español ASG (siglas de Ambientales, Sociales y de Gobernanza) cada día está más presente en los Consejos de Administración de las compañías.

Este término, que proviene del mundo de la inversión y que refleja los criterios no financieros que muchos ya utilizan a la hora de valorar sus inversiones potenciales, pone de manifiesto la necesidad que las compañías tienen de incorporar el impacto social y medioambiental en el centro de su actividad para ser rentables en el medio y largo plazo.

El acceso al capital y la regulación, aceleradores

Muchas empresas están ya buscando formas de gestionar activamente sus aspectos ESG como forma de mejorar su puntuación en los ratings ESG y, por tanto, de facilitar el acceso al capital, adaptarse a la regulación en constante evolución, no perder su cuota de mercado frente a los competidores y aprovechar todas las oportunidades que este tipo de práctica les ofrece. 

Alrededor de 30 trillones de dólares, un tercio de los activos gestionados profesionalmente a nivel mundial, ya están sujetos al cumplimiento y seguimiento de criterios ESG.

Sólo entre abril y junio del 2020, los inversores invirtieron más de 70 billones de dólares en Fondos ESG lo que indica el fuerte crecimiento de este tipo de inversiones. Además, el 75% de los inversores aplican principios ESG a al menos una cuarta parte de su cartera de inversión.

El 93% de los CEOs, según el estudio “CEO Study on Sustainability” publicado por UNCG, consideran importante la incorporación de la sostenibilidad en el centro de sus empresas y están focalizando sus esfuerzos en esta dirección. Este movimiento está llevando a la trasformación del día a día de sectores enteros y al reposicionamiento de muchas empresas, lo que exige avanzar para no quedarse atrás.

La regulación está avanzando a gran velocidad en esta dirección buscando crear mayor transparencia y capacidad de comparación en torno a la contribución que las empresas hacen a la sociedad y al medioambiente.

Gran parte de esta regulación viene impulsada desde la Unión Europea y tiene un impacto directo en cómo las empresas operan y reportan su desempeño. Es el caso de la Ley 11/2018 de reporte de Información no Financiera, el Pacto Verde de la UE, el EU Sustainable Finance Action Plan o los Fondos de reestructuración focalizados en sostenibilidad y cohesión.

Ventana de nuevas oportunidades

La gestión proactiva de aspectos ESG es algo que las empresas están entendiendo cada vez más como una oportunidad no sólo para generar impacto positivo sino también para mejorar su rentabilidad a medio y largo plazo.

Aplicar estrategias activas de ESG puede traducirse en:

1. Oportunidades de innovación con impacto (nuevos modelos de negocio, productos/ servicios, segmentos de cliente).

2. Mayor eficiencia, repensando la forma de hacer operativa su actividad (“hacer más con menos”).

3. Disminución de riesgos desde la adaptación a la regulación y el seguimiento activo de todos los aspectos materiales para la empresa

4. Mejora del posicionamiento y de la reputación corporativa.

Todo ello, unido a que el mercado premia a las empresas con propósito y castiga a las que no lo tienen está convirtiendo la gestión activa de ESG en una prioridad.

Ya existían muchos estudios y empresas que demostraban que el impacto en el centro de la actividad de las empresas era rentable, pero nunca como ahora había sido tan importante, ni socialmente tan visible, ni tan estratégico desde el punto de vista empresarial.

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