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La comunicación ESG sufre un momento complicado en el que es difícil transmitir conceptos sencillos y distinguir las operaciones de calidad de las marketing. El mundo de los ESG se caracteriza principalmente por compañías que ofrecen asesoramiento a los inversores. Este asesoramiento a los fondos de inversión también está representado por las clasificaciones ESG,  llamadas scoring ESG, que se basan en cuestionarios a través de los cuales se recoge información de las empresas que cotizan en bolsa. Se sabe que este enfoque está causando confusión porque cada puntuación individual refleja indirectamente las opiniones del inversor que se encuentra en la fase inicial del proceso y que lo requiere. Este scoring es útil para el gerente que lo utiliza, pero es menos útil para el resto del mercado, debido a su falta de comparabilidad. Así se crea confusión y muchos lo llaman incorrectamente rating.

En cuanto a los emisores, existe la misma confusión porque además de productos claramente definidos y bien regulados como los Bonos Verdes, también existen unos productos híbridos sobre los que muchas personas expresan dudas. Este es el caso de los ESG-linked bonds, caracterizados por ciertos KPIs elegidos por las propias empresas. De hecho, aparte del logro de ciertos objetivos que la empresa identifica y acuerda con un "certificador", no hay ningún tipo de retroalimentación sobre el uso que la empresa hace de los ingresos que obtiene del mercado. Este aspecto hace que la solución híbrida sea una elección expuesta al riesgo de ser juzgada erróneamente.

Entre los posibles efectos inducidos por la Pandemia en el mercado figuraría el endeudamiento más alto de las empresas. Una ocasión única a través de la cual las emisiones de los General Purpose Bonds podrían experimentar una gran aceleración. De hecho, para emitir una calificación a un bono generalista es necesario tener una opinión independiente de los inversores que juzgue cómo se utilizan esos fondos. Standard Ethics ha elegido ese momento para proponer al mercado la lógica que toda la deuda tiene que ser sostenible y en octubre de 2020 la agencia lanzó el Security Standard Ethics Rating, una calificación que establezca, cuando se alcancen determinadas condiciones básicas, que esos bonos son sostenibles.  La calificación se fundamenta en un análisis de la empresa a nivel “corporate” y se puede extender a la deuda. Entonces, la calificación al bond sale de un nivel inicial que la empresa ya obtuvo con el corporate (el baseline rating) y que puede subir incluso de dos niveles (notch) si la agencia supone que los recursos recogidos en el mercado serán invertidos en proyectos sostenibles. Por lo contrario, si eso no ocurre, la calificación del bond resultará la misma que tiene el nivel corporate.

La calificación ESG a los Bonos Generalistas supondría la marcha atrás de los Bonos Verdes, que como comentó el Director del Departamento de Estudios e Investigaciones de Standard Ethics, Jacopo Schettini Gherardini: “Nacieron sostenibles y permanecerán así”, frente a los Bonos “Generalistas”, los cuales requieren un análisis más profundizado y complejo. Metafóricamente, los Bonos verdes son tales por su naturaleza, como un vino muy rico servido en una copa. Sin embargo, las empresas invierten en fondos que proceden de sus propios negocios o, dicho de otra manera, los emisores tienen mucha más deuda de otro tipo, que podemos definir como “generalista”. Es como si añadieran agua al vino: ¿Qué pasará al final? Entonces, la tarea de Standard Ethics sería evaluar cuánto vino queda en la copa y qué se bebe realmente.

El ejemplo del ESG Euro-Commercial Paper Programme for the issuance of Notes and ESG Notes de Snam sirve perfectamente para observar cuánto vino queda en la copa. La elección de la utility italiana resuelve los dos problemas. Por un lado, la empresa obtiene una calificación de Standard Ethics, una tercera opinión unilateral que mide si los recursos que la empresa consigue en el mercado serán invertidosen proyectos sostenibles. El nivel “EE-“ (o superior) es el nivel que caracteriza a una empresa (y su deuda) como compliant y por lo tanto elegible en una cartera de inversión ESG. Por otro lado, a través de la cláusula de condicionalidad, Snam acepta el valor de la calificación.

En su conjunto, la elección de Snam es clara y sencilla, ya que abandona aquellos mecanismos complicados a través de los cuales se indica que el emisor tiene la última palabra, o que ocultan el papel de los inversores en la valoración de las emisiones que ellos mismos acaban por suscribir. Este cambio no solo conllevará una transformación de la deuda de Snam en algo sostenible, sino que abrirá o una nueva temporada para la deuda de las empresas y su sostenibilidad, porque sí, es verdad, toda la deuda tiene que ser sostenible.

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