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“Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer.” escribió Eduardo Galeano hace algunos años.En estas líneas el escritor uruguayo condensa gran parte del debate en torno a la problemática más grande de nuestros tiempos: La violencia de género.

La violencia es el arma por excelencia del patriarcado y sin dudas la más peligrosa. La subordinación histórica a la que han estado sometidas las mujeres no podría haberse dado sin el uso de la violencia. Resulta importante reforzar el concepto de que la violencia ejercida contra las mujeres por el sólo hecho de serlo es una violencia instrumental, que tiene por objetivo final su control. La española Nuria Varela (2008) explica que no es una violencia pasional, ni sentimental, ni genética, ni natural, por el contrario, la violencia de género es la máxima expresión del poder que los varones pretenden mantener sobre las mujeres. La feminista estadounidense Kate Millett, explica que al igual que otras ideologías dominantes como el racismo o el colonialismo, la sociedad patriarcal ejerce un control insuficiente, e incluso ineficaz, de no contar con el apoyo de la fuerza en forma de violencia.

En un mundo convulsionado, atravesado hoy por una pandemia que nos ha hecho reflexionar sobre el valor de la vida, es un buen momento para preguntarnos sobre las vidas de las mujeres, porque la violencia machista, mata más que el virus, y a pesar de la intensa lucha de décadas la vacuna contra la desigualdad aún tarda en llegar.

La lucha de las mujeres y del movimiento feminista ha sido protagónica en los últimos años en el mundo entero. Sin dudas, la discusión por mayor igualdad en todos los planos de existencia, es hoy, un debate tan necesario como urgente. Desde la segunda mitad del siglo XX se ha consolidado con fuerza el consenso en torno a la centralidad del reconocimiento de los derechos humanos. En esta misma línea, la conquista de los derechos de las mujeres irrumpe en el planteo, y se instala cada vez con mayor fuerza en el contexto actual a nivel mundial.

La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer emitida por la Asamblea General de la ONU en 1993, define la violencia contra la mujer como: “todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.” La violencia no es un hecho aislado, ni responde a características individuales de una persona, sino más bien todo lo contrario. Se trata de un problema social estructural y fuertemente arraigado a las sociedades contemporáneas. Es por esto que las feministas retomamos a las radicales norteamericanas quienes plantearon que lo personal es político.  Es por esto, que al ser un problema estructural y de índole colectivo, las soluciones deben venir de la mano de políticas publicas transformadoras que apunten a combatir esta problemática histórica.

El término violencia de género fue definido como tal por Naciones Unidas en el marco de La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer o CEDAW en 1979 y su significado ha sido ratificado por la conferencia de DD. HH que se celebró en Viena en el año 1993. En este contexto se planteó que es la violencia que sufren las mujeres, que tiene sus raíces en la discriminación histórica y la ausencia de derechos que éstas han sufrido y continúan sufriendo en muchas partes del mundo y que se sustenta sobre una construcción cultural (el género).  De esta definición se desprende con claridad que ser mujer en una sociedad patriarcal es un factor de riesgo. La mitad de la población del mundo, por el sólo hecho de ser mujeres estamos en peligro.

Los datos son realmente alarmantes. Naciones Unidas revelan que la violencia contra la mujer es una causa de muerte e incapacidad entre las mujeres en edad reproductiva tan grave como el cáncer y es una causa de mala salud mayor que los accidentes de tránsito y la malaria combinados. Lo grave es que a diferencia del cáncer o de un accidente, la violencia de género es completamente evitable y prevenible. En este sentido, la ONU afirma que la violencia de género es el crimen encubierto más frecuente e invisibilizado del mundo. 

La antropóloga Rita Segato dirá con gran acierto que: “La violencia de género es la primera escuela de todas las otras formas de violencia” y yo agregaría que ya no podemos esperar para detenerla. Sólo en España en lo que va del año se han cometido 71 femicidio y 3 menores han muerto en el marco de la violencia machista. Entendemos por femicidio a todo asesinato de mujeres por el sólo hecho de ser mujeres. Una vez más, la muestra de que ser mujer en nuestras sociedades contemporáneas es un riesgo.

La violencia contra las mujeres, en todas sus formas, es la expresión más grave de la desigualdad de género, pero la problemática es más compleja y extensa aún. Hablar de igualdad de género es en primer lugar, una cuestión de justicia social y derechos humanos. Pero, además, se trata de un elemento clave para lograr el desarrollo sostenible de las comunidades. Si bien es real que en todo el mundo ha habido algunos avances, aunque dispares, aún estamos lejos de poder decir que vivimos en sociedades igualitarias. Algunas cifras que expone la Organización de Naciones Unidas impactan y ayudan a tomar dimensión de la complejidad y la gravedad que supone la desigualdad de género actualmente:

  • Cada día, 137 mujeres son asesinadas por miembros de su propia familia.
  • A escala mundial, el 35 por ciento de las mujeres ha experimentado alguna vez violencia física o sexual por parte de una pareja íntima.
  • En 2019, una de cada cinco mujeres se había casado antes de cumplir los 18.
  • En los últimos años, al menos 200 millones de mujeres y niñas en 30 países se sometieron a la mutilación genital femenina.
  • En 18 países, los esposos pueden impedir legalmente que sus esposas trabajen.
  • En 39 países, las hijas y los hijos no tienen los mismos derechos de herencia; y en 49 países no existen leyes que protejan a las mujeres de la violencia doméstica.
  • En los parlamentos nacionales sólo hay un 23,7% de mujeres.
  • Solo el 52% de las mujeres casadas o en una unión, toman libremente sus propias decisiones sobre relaciones sexuales, uso de anticonceptivos y atención médica.

La desigualdad de género es transversal a nuestra sociedad y está presente en cada ámbito que miremos. Hoy, 25 de noviembre, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer nos invita a reflexionar y tomar acciones concretas para de una vez por todas poner fin a esta injusta realidad. El filósofo argentino Darío Sztajnszrajber opinaba sobre la situación de la pandemia de coronavirus y decía que en términos del tejido social es muy nocivo vivir contando muertos. Porque la vida pierde valor y se naturaliza la idea de morir en el plano de lo cotidiano. La pandemia de la violencia no pasa de fase ni de olas y es más peligrosa que el virus ¿Seguiremos siendo sociedades que cuentan mujeres muertas?  

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