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Antes de meternos en “harina”, quiero indicar que sitúo este articulo como un articulo de opinión. Es una opinión que se inspira y está orientada en los trabajos de Prospectiva Social que venimos realizando en los últimos años en Punto de Fuga *; sobre los cambios que se están produciendo en las mujeres y en los hombres. Estos cambios pensamos que tendrán una gran relevancia en la transformación social a la que estamos convocados en los próximos años.

La transformación digital ya está incorporada en nuestras vidas a todos los niveles y sin duda en los próximos años seguirá siendo el vector clave de la transformación social. Nuestra hipótesis es que, junto a la transformación digital, lo femenino y la sensibilidad sobre la sostenibilidad, serán los otros dos grandes vectores de cambio.

El término “feminismo” está lleno de controversias en el dialogo social. En gran medida se ha convertido en una palabra que solo sirve a la confrontación ideológica y que está demasiado sobrecargada de matices. Cuando ponemos la palabra feminismo en una conversación, cada uno lo entiende a su manera y nos impide   identificar el grado de convergencia social que en realidad existe sobre la cuestión de género.  Cuando la conversación la situamos sobre “la igualdad de género”, nos encontramos con una gran convergencia muy mayoritaria en el conjunto de la sociedad.

Podemos decir, que la aspiración a la igualdad de género está activada a través de un Movimiento Social subyacente en muy diversos registros de nuestra vida cotidiana: vida laboral, vida social, vida familiar y de pareja, vida educativa, etc. El 85% de las mujeres tiene una actitud muy o bastante favorable a la igualdad de género (con diferentes niveles de implicación y activismo) y el 68% de los hombres también se reconocen en transformación personal y social para favorecer la igualdad de género (también con diferentes niveles de implicación). El liderazgo de este movimiento es claramente femenino, lo cual supone una gran aportación a la transformación mental del conjunto de la sociedad.

En el terreno de los valores, nos encontramos con la promoción y el auge de valores tales como: lo empático, lo asertivo, lo dialogante, lo comprensivo, lo eficiente, el cuidado, el respeto, lo integrador, lo sensible, lo responsable; todos ellos, bastante matizados desde la perspectiva o empuje femenino. Encontramos valores como: la valentía, la resistencia, la fortaleza o la seguridad, plenamente vigentes y muy enriquecidos por la inclusión del componente femenino, que tradicionalmente no se tendía a reconocer. También se reduce la prevalencia de valores clásicos masculinos como: la competitividad, la agresividad o el poder.

La Igualdad de género que se desea está muy claramente cualificada. Hay una fuerte demanda de: igualdad de derechos, de igualdad de oportunidades y de igualdad de responsabilidades (hogar, familia, laboral, etc.), abrazando y poniendo en valor la diversidad y la diferencia. Por tanto, podemos concluir, que la perspectiva de género que se desea (tanto por mujeres como por hombres), aboga por la integración mujer-hombre, desde la igualdad de derechos, sin machismo y valorando tanto a la mujer como al hombre en su diversidad y singularidad.

Insistiendo en esta clara cualificación de la igualdad de género, en el terreno empresarial e institucional, encontramos una fuerte demanda de liderazgo inclusivo. Este liderazgo inclusivo requiere de una actitud y de un modo de funcionamiento que podemos sintetizar en cuatro puntos claves:

1.  Valorar la diversidad. Identificar, asumir y creerse de verdad que en la diversidad se encuentra valor. Que la diversidad enriquece los equipos humanos y las organizaciones. En la perspectiva de género, esta mentalidad es definitiva. La integración de perspectivas femeninas y masculinas en cualquier proyecto o equipo supone un enriquecimiento patente.

2. Evitar la tendencia a homogeneizar. La lógica de la homogeneización pasa por el TODO y la EXCEPCION y eso necesariamente lleva a generar EXCLUSION. Superar esta tendencia antigua a la homogenización, supone un salto cualitativo de gran relevancia empresarial e institucional. En la perspectiva de género, esta cuestión se torna fundamental. No se trata de que las mujeres se tengan que “amoldar” a modelos o referencias de funcionamiento masculinos, como tampoco se trata de que los hombres tengan que mutar a perspectivas o funcionamientos femeninos. Se trata precisamente de salir de la fórmula de la uniformidad y dar oportunidad al desarrollo de la diversidad.

3. Integrar la diversidad es incluir activamente los valores singulares que aporta cada “versión” de lo “di-verso”. El liderazgo inclusivo tiene que conjugar constantemente y de forma naturalizada el verbo integrar. En la perspectiva de género este verbo: integrar, se hace imprescindible en cualquier proyecto o equipo empresarial o institucional. Es la integración de perspectivas de genero lo que permite un enriquecimiento que cada miembro del equipo nota a nivel personal y que motiva un importante incremento del valor del output de los proyectos y de los equipos profesionales.

4.Por tanto, la lógica del liderazgo inclusivo es la lógica del NO-TODO: Yo no lo sé todo, yo no lo tengo todo, yo no lo puedo todo, yo no tengo toda la razón, etc. Voy integrando partes “NO-TODO” que se complementan y enriquecen. Si estoy en el NO-TODO estoy abierto a la inclusión. En la perspectiva de género, se está claramente en esta lógica del NO-TODO y desde esa apertura es como se consiguen verdaderos éxitos en los trabajos colaborativos. Salimos del encuadre antiguo de la competitividad y nos situamos de pleno en la Co-Laboración.

Desde mi punto de vista, la lógica del NO-TODO es en el fondo el ADN de la transformación que aporta la perspectiva de género.  Ya lo estamos viendo y lo veremos circular, con más intensidad, por las venas de las organizaciones y de la sociedad en general, en los próximos años.

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