Compendio (es decir, síntesis y suma) de preocupaciones y asuntos pendientes en 2010 en el ámbito de la llamada Responsabilidad Social, a saber:
1.-Volver a empezar. Pareciera como si ya todo estuviera hecho y, mirándolo bien, tan sólo hemos iniciado un camino que es largo, tanto que siempre -y eso es el progreso- hay un horizonte mas allá y algo nuevo por descubrir. La RS es una nueva forma de gestionar empresas y organizaciones, propia de nuestro tiempo y de sus circunstancias, que sienta sus bases en principios y valores que, a su vez, crean valor y beneficios para todos. Hay que creérselo, decirlo en voz alta y convencer a los escépticos. Los buenos sólo ganan a los malos cuando, además de estar convencidos de lo que hacen, son más.
Ser honestos. Tal como lo estamos haciendo, corremos el peligro de crear una nueva y privilegiada casta: los que se dedican a la RS. Escribimos y hablamos para nosotros, nos miramos demasiado el ombligo y alguno sufre de ceguera periférica porque no es capaz de ver lo que sucede alrededor. Si levantamos la cabeza nos daremos cuenta de que la RS no es, por ahora, lo más importante que ocurre en el universo mundo. Ni falta que hace. Seamos honestos y no prostituyamos desde dentro (hay demasiados nichos de posibles negocios en torno a la RS) lo que debería ser nuestro sincero compromiso con el futuro.
Hablar el lenguaje de la calle. Deberíamos ser capaces de hacernos entender. Poco a poco, y más en las redes sociales, usamos dialectos que sólo entienden los de la tribu, y muchas veces ni entre nosotros nos aclaramos. Parecemos los constructores de una moderna e inacabada torre de Babel. Si de verdad creemos en esto, seamos apóstoles de la RS, no mercenarios.
Somos partes, no grupos. Deberíamos procurar que los llamados grupos de interés mutasen a partes interesadas. Parece lo mismo, pero no es así. Sin darnos cuenta, el grupo puede buscar protagonismo y derivar (así somos los humanos, ricos en hipocresía) en grupo de presión o de poder, y esa posibilidad es siempre un peligro latente. La parte, como el gajo de una naranja, es siempre un porción del todo. Participa de su estrategia, actúa sinérgicamente y, por tanto, conforma ese mismo todo, se integra en él sin reservas y sigue su suerte, que es lo que importa.
Juan José Almagro