
El metano, un gas de efecto invernadero con un potencial de calentamiento 80 veces superior al del dióxido de carbono en un periodo de 20 años, está en el punto de mira del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Según el último informe de su Observatorio Internacional del Metano, publicado este miércoles, aunque la detección de grandes fugas ha mejorado de forma notable gracias al rastreo satelital, la reacción por parte de los responsables sigue siendo muy limitada.
En concreto, solo el 12% de las alertas emitidas a empresas y gobiernos dieron lugar a acciones concretas durante el último año, frente al 1% registrado en el periodo anterior. “Reducir las emisiones de metano puede frenar rápidamente el calentamiento global, ganando tiempo para los esfuerzos de descarbonización a largo plazo”, subrayó Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA. “Pero el importante progreso en la presentación de informes debe traducirse en reducciones reales de emisiones”, añadió.
El sistema de detección, denominado MARS (Methane Alert and Response System), fue lanzado por el PNUMA en 2022 y permite identificar fugas invisibles e inodoras en los sectores del petróleo y el gas. La información, de carácter abierto y gratuito, pretende facilitar que las empresas y autoridades actúen con rapidez.
Además, el PNUMA ha instado a las compañías energéticas a unirse a la Alianza del Metano para el Petróleo y el Gas 2.0, considerada el estándar internacional para la medición y mitigación de emisiones en este sector estratégico, especialmente relevante para la Unión Europea, el mayor mercado comprador de petróleo y gas del mundo.
El organismo también anunció la ampliación del sistema MARS para abarcar emisiones procedentes de minas de carbón y vertederos, donde las mediciones siguen siendo escasas. Asimismo, el programa intensificará el seguimiento de las emisiones de la industria siderúrgica, que continúa dependiendo en gran medida del carbón.
El informe del PNUMA destaca que existen soluciones de bajo coste para reducir las emisiones de metano derivadas del uso de carbón en la fabricación de acero, pero advierte que estas medidas son todavía ignoradas en la mayoría de los esfuerzos globales de descarbonización. Concluye recordando que reducir a la mitad las emisiones de metano causadas por la actividad humana antes de 2030 sería una de las estrategias más eficaces para mitigar los efectos del cambio climático a corto plazo, aportando beneficios inmediatos para el clima y la salud pública.