
Las energías limpias han alcanzado un nuevo hito que consolida su papel como motor del crecimiento económico sostenible. De acuerdo con el informe publicado por Ember, la generación solar y eólica creció un 12 % interanual en los primeros seis meses de 2025, aportando 1.023 teravatios-hora adicionales, una cifra superior al incremento global en la demanda eléctrica.
El Secretario General de la ONU, António Guterres, celebró este avance y subrayó en sus redes sociales que “debemos aprovechar esta oportunidad histórica e impulsar el cambio global hacia un futuro mejor para todos”. Desde Naciones Unidas se destaca que el progreso de las energías renovables demuestra que la descarbonización del sector eléctrico es posible y que el crecimiento económico puede desvincularse del aumento de emisiones.
El análisis identifica a China como el principal motor del cambio: el país concentra el 43 % del crecimiento solar y el 44 % del eólico a escala mundial. “Por primera vez en la historia, el crecimiento de la electricidad limpia ha cubierto completamente el aumento de la demanda global”, explicó Dave Jones, director del programa global de Ember. “Estamos presenciando la descarbonización del sistema eléctrico en tiempo real, un paso clave para cumplir los objetivos climáticos internacionales”.
Pese a desafíos como la sequía que afectó a la generación hidroeléctrica en América del Sur o la desaceleración económica en algunos mercados, el avance de las renovables no se detuvo. De hecho, la participación de las energías limpias en el mix eléctrico mundial alcanzó el 41 % en el primer semestre del año, frente al 39 % del mismo periodo de 2024.
Para Ember, este crecimiento no es coyuntural, sino una tendencia consolidada. 2024 fue el primer año completo en el que las renovables cubrieron todo el aumento de la demanda eléctrica global, y 2025 confirma la dirección de cambio. “Las energías renovables ya no son un complemento, sino el eje central del sistema energético”, subrayó Jones, quien considera realista que el sector alcance las emisiones netas cero para 2040.
El informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) Renovables 2025 refuerza estas conclusiones: prevé un crecimiento récord del 30 % en la capacidad renovable global, que alcanzará los 6.300 gigavatios (GW). Con ello, las energías limpias se convertirán en la principal fuente de generación eléctrica del planeta, superando al carbón a finales de este año.
Según la AIE, la energía solar fotovoltaica representa casi tres cuartas partes de las nuevas instalaciones renovables previstas para 2025. La caída de los costes ha sido determinante: los módulos solares son hoy un 50 % más baratos que a finales de 2023, y los precios de las turbinas eólicas también se han reducido de forma notable.
La expansión de las renovables se apoya en tres factores clave: competitividad económica, apoyo político y dinamismo de los mercados emergentes. Más de 130 países —con China, la Unión Europea, Estados Unidos e India a la cabeza— impulsan políticas públicas que facilitan inversiones masivas en energías limpias. En América Latina y Asia, países como Brasil, India o los del sudeste asiático experimentan un crecimiento acelerado. De hecho, las adiciones de capacidad renovable previstas para 2025 serán un 50 % superiores a las de 2022, según la AIE, lo que demuestra la rapidez con la que avanza la transición energética.
Las proyecciones apuntan a que 2025 será el primer año en que la generación de combustibles fósiles experimente una caída significativa, incluso con un crecimiento económico estable. Este avance acerca al mundo al objetivo acordado en la COP28: triplicar la capacidad renovable para 2030.
“El éxito de la energía eólica y solar no es casualidad”, concluyó Jones. “Es el resultado de políticas coherentes, inversiones sostenidas y avances tecnológicos que han convertido a las renovables en la fuente más competitiva de energía en la mayoría de los mercados”.
Aun así, Naciones Unidas recuerda que la transición energética, aunque avanza, todavía no es lo suficientemente rápida ni equitativa. La meta de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C sigue siendo posible, pero exige acelerar el ritmo y garantizar que el cambio beneficie a todas las regiones y comunidades del planeta.