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En un contexto de emergencia climática y rápida urbanización, las llamadas "ciudades inteligentes" se consolidan como una de las apuestas clave para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Desde sistemas de movilidad más eficientes hasta una gestión inteligente del agua y la energía, la tecnología —y especialmente la inteligencia artificial (IA)— se está posicionando como aliada estratégica para lograr entornos urbanos más sostenibles, habitables y equitativos.
Cómo la IA están transformando la movilidad

Uno de los pilares de las ciudades inteligentes es la movilidad. Según la Comisión Europea, el transporte representa alrededor del 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero en la UE. Frente a este desafío, muchas ciudades están apostando por soluciones tecnológicas para repensar la manera en que nos desplazamos: vehículos eléctricos compartidos, apps de movilidad multimodal, semáforos inteligentes que optimizan los flujos de tráfico y transporte público autónomo alimentado con energías renovables.

En ciudades como Barcelona, Ámsterdam o Viena, los datos en tiempo real permiten mejorar la planificación de rutas, reducir atascos y fomentar el uso del transporte colectivo, bicicleta o caminatas, disminuyendo así la huella de carbono y mejorando la calidad del aire. Pero las posibilidades de la IA van más allá del tráfico. En ciudades sostenibles, la inteligencia artificial se emplea para gestionar el consumo energético, prever picos de demanda, detectar fugas de agua, coordinar la recogida de residuos o incluso anticipar fenómenos climáticos extremos y preparar respuestas rápidas.

Desafíos pendientes: brecha digital, gobernanza y participación

Sin embargo, el avance hacia ciudades inteligentes plantea interrogantes urgentes: ¿quién controla los datos? ¿Cómo evitar que la innovación agrave las desigualdades existentes o excluya a ciertos sectores de la población?

Expertas en sostenibilidad y derechos digitales coinciden en que la clave está en una gobernanza democrática de la tecnología, que garantice transparencia, inclusión y respeto por los derechos humanos. La digitalización debe ir acompañada de procesos participativos, donde las decisiones se tomen con la ciudadanía, no solo para ella.

La ciudad inteligente del futuro no es solo una red de sensores y algoritmos. Es un ecosistema donde tecnología, ecología y justicia social convergen para mejorar la vida de todas las personas. Una ciudad donde moverse sea fácil, respirar no enferme y los recursos se gestionen con conciencia ambiental y equidad. Una ciudad, en definitiva, donde la inteligencia no sea solo artificial, sino también colectiva y comprometida.

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