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Un nuevo informe de la Iniciativa Spotlight revela una preocupante correlación entre el cambio climático y el aumento de la violencia contra mujeres y niñas. Si las temperaturas globales siguen subiendo, se podrían sumar 40 millones de nuevos casos de violencia de pareja anualmente para 2090. El estudio reclama políticas climáticas con enfoque de género como vía urgente hacia una transición justa y sostenible.
Calentamiento global y violencia de género, ¿cómo se relacionan?

Cada grado adicional en la temperatura media del planeta puede tener consecuencias devastadoras más allá de lo ambiental. Un reciente informe elaborado por la Iniciativa Spotlight —una alianza entre la Unión Europea y Naciones Unidas— advierte que el cambio climático está exacerbando las condiciones que alimentan la violencia de género en todo el mundo.

Según recoge el informe, por cada aumento de 1 °C en la temperatura global, los casos de violencia de pareja aumentan en un 4,7%. Bajo un escenario de calentamiento de 2 °C, se estima que hasta 40 millones de mujeres y niñas más podrían sufrir violencia de pareja cada año de aquí a 2090. En un escenario más extremo, con un incremento de 3,5 °C, esa cifra se duplicaría con creces.

La violencia de género, definida por la ONU como una “pandemia en la sombra”, ya afecta a más de mil millones de mujeres en todo el mundo. Una de cada tres ha sufrido algún tipo de abuso físico, sexual o psicológico, aunque solo el 7% lo denuncia, según el estudio.

Emergencia climática y vulnerabilidad social: una combinación explosiva

El informe señala que los fenómenos climáticos extremos —como inundaciones, sequías y olas de calor— agravan las tensiones sociales, económicas y domésticas, generando un terreno fértil para la violencia. También incrementan el riesgo de matrimonios forzados, trata de personas y explotación sexual, especialmente tras desplazamientos forzosos.

Un ejemplo estremecedor: durante las olas de calor, los feminicidios pueden aumentar hasta un 28%, según uno de los estudios citados. Las consecuencias son especialmente graves en contextos de alta vulnerabilidad, donde las mujeres —sobre todo las indígenas, rurales, mayores, con discapacidad o pertenecientes al colectivo LGTBIQ+— tienen acceso limitado a servicios de atención, refugios o protección.

En regiones como el África subsahariana, las proyecciones son alarmantes. Si las temperaturas aumentan 4 °C, el número de mujeres que sufren violencia de pareja podría pasar de 48 millones (2015) a 140 millones en 2060. Sin embargo, si se limita el calentamiento global a 1,5 °C, esta proporción podría reducirse del 24% al 14%.

 

El informe también documenta cómo las mujeres que defienden el territorio y el medio ambiente se enfrentan a represalias cada vez más violentas. En países como Guatemala o Filipinas, han sufrido desde amenazas y acoso hasta agresiones físicas, secuestros e incluso asesinatos.

Estas activistas, que denuncian prácticas destructivas como la minería a cielo abierto o la deforestación ilegal, son frecuentemente criminalizadas, estigmatizadas y perseguidas por su labor.

Un enfoque feminista para la justicia climática

A pesar de la magnitud del problema, la financiación climática internacional apenas incorpora la dimensión de género: solo el 0,04% de los fondos climáticos se destinan específicamente a promover la igualdad de género, según denuncia el informe.

La Iniciativa Spotlight propone soluciones integrales: desde formar a comadronas en prácticas agrícolas resilientes al clima, hasta incluir servicios de atención a la violencia de género en las respuestas a catástrofes o financiar clínicas móviles en zonas afectadas por desastres.“Una acción climática eficaz debe poner en el centro la seguridad, la equidad y el liderazgo de las mujeres y las niñas”, sostiene el documento.

Claves del informe:

  • +1 °C = +4,7% de violencia de pareja.
  • A 2 °C, 40 millones más de mujeres y niñas afectadas por año hasta 2090.
  • Solo el 0,04% de la financiación climática se centra en la igualdad de género.

El cambio climático no es solo una crisis ambiental, también es una crisis de derechos humanos. Para que la transición ecológica sea realmente justa, es imprescindible incorporar la perspectiva de género en todas las políticas climáticas. Sin mujeres seguras y protegidas, no hay futuro sostenible posible.

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