El nitrógeno, indispensable para la formación de aminoácidos y proteínas, es un recurso vital en la agricultura, ya que mejora el rendimiento de cultivos y garantiza la seguridad alimentaria en un planeta con una población creciente. No obstante, su uso descontrolado y a menudo ineficiente genera graves problemas ambientales. Desde la degradación de suelos y aguas hasta el cambio climático, el impacto del mal manejo del nitrógeno es devastador.
En las últimas décadas, el uso de fertilizantes nitrogenados ha aumentado considerablemente, impulsando la producción agrícola. Sin embargo, esta tendencia tiene un alto costo: la contaminación por nitrógeno es hoy una amenaza global que afecta tanto a países de altos ingresos, donde se abusa de estos fertilizantes, como a regiones de ingresos bajos, donde la falta de acceso a ellos empobrece los suelos.
Según la FAO, la gestión sostenible del nitrógeno es crucial para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de 2030. Esto implica combatir el hambre, preservar los recursos naturales y proteger la salud humana y ambiental.
Thanawat Tiensin, subdirector general de la FAO, destacó que aunque se han logrado avances en la eficiencia del uso del nitrógeno, “aún queda mucho por hacer”. Las emisiones provenientes de fertilizantes sintéticos, estiércol y el ganado representan un tercio de las emisiones humanas de nitrógeno, y se proyecta que esta cifra podría dispararse si no se toman medidas urgentes.
El informe de la FAO detalla una serie de acciones necesarias para reducir la contaminación por nitrógeno sin comprometer la productividad agrícola:
La publicación subraya la necesidad de que los gobiernos, empresas e instituciones financieras se comprometan con la integración de prácticas sostenibles. La inversión en tecnologías para fertilizantes de alta eficiencia y bajas emisiones, así como el reciclaje de residuos orgánicos, es fundamental para minimizar el desperdicio y garantizar un uso responsable de los recursos.
La gestión sostenible del nitrógeno no solo es una cuestión de preservación ambiental, sino una estrategia para mejorar la calidad de vida en el presente y garantizar la seguridad alimentaria en el futuro. Adoptar estas medidas permitirá avanzar hacia un modelo agrícola más eficiente y respetuoso con el planeta, alineado con las metas globales de desarrollo sostenible.