Tras intensos debates y difíciles consensos en la pasada COP28, se han logrado avances significativos en el desarrollo de la refrigeración sostenible. Este enfoque se refiere a prácticas y tecnologías diseñadas para proporcionar sistemas de refrigeración que minimicen su impacto ambiental y maximicen la eficiencia energética. Implica el uso de refrigerantes menos dañinos para la capa de ozono y el clima, así como la adopción de sistemas que consuman menos energía y utilicen fuentes renovables cuando sea posible. También abarca el diseño de equipos más duraderos y la implementación de estrategias de gestión de la demanda para reducir la necesidad de refrigeración en primer lugar.
De acuerdo con el Programa para el Medio Ambiente de Naciones Unidas (UNEP), un enfoque sostenible para la refrigeración es vital para abordar el cambio climático, tanto para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero como para adaptarse al clima. Con el calentamiento global y las temperaturas extremas en aumento, la necesidad de refrigeración se incrementará. UNEP estima que satisfacer estas necesidades de manera sostenible podría reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 60% para 2050, aliviar la presión sobre las redes energéticas, ayudar a más de mil millones de personas a adaptarse al cambio climático y generar ahorros de un billón de dólares en energía eléctrica para 2050.
Una reciente publicación del BBVA destaca la refrigeración sostenible como una cuestión de máxima relevancia, planteando recomendaciones clave, tales como desarrollar sistemas con refrigerantes naturales competitivos en eficiencia y coste en comparación con los basados en halocarbonos, apoyar restricciones al uso de refrigerantes con alto potencial de calentamiento global y la prohibición de sustancias perfluoroalquilas y polifluoroalquilas, entre otras.
La investigación actual sobre refrigeración sostenible se centra en fluidos naturales presentes en la biosfera, como el dióxido de carbono (CO2), el amoníaco (NH3), los hidrocarburos (HCs) y el agua (H2O). Estos ofrecen una solución climáticamente segura a largo plazo, permitiendo a muchos países, especialmente los de bajos ingresos, hacer una transición directa a alternativas sostenibles sin recurrir a sustancias limitadas.
Además de reemplazar poderosos gases de efecto invernadero, el CO2 como refrigerante también puede contribuir al ahorro de energía. La integración de necesidades de refrigeración, congelación, calefacción y aire acondicionado en un mismo sistema basado en CO2 ha demostrado reducir el consumo de energía en un 35% en supermercados. Se estima que más de 35,000 sistemas de este tipo están instalados en todo el mundo, principalmente en Europa.
Los beneficios de la refrigeración sostenible son diversos y abarcan aspectos ambientales, económicos y sociales. Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, conservar recursos naturales, ahorrar energía, reducir residuos, mejorar la salud pública, impulsar la innovación y el crecimiento económico son algunos de los principales beneficios de esta práctica.