La quema de gas puede tener un impacto significativo en el medio ambiente. Si bien es cierto que esta fuente de energía es una forma relativamente limpia en comparación con otros combustibles fósiles, como el carbón y el petróleo, todavía emite gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático y produce principalmente dióxido de carbono (CO2), que es uno de los gases de efecto invernadero más responsables del calentamiento global. Además, la quema de gas también puede liberar pequeñas cantidades de metano, otro gas de efecto invernadero mucho más potente que el CO2. Además de los impactos del cambio climático, la quema de gas también puede tener otros efectos ambientales. Por ejemplo, si esta se realiza de manera inadecuada, puede producir emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx) y de azufre (SOx), que contribuyen a la formación de smog y lluvia ácida.
No todas son malas noticias estos días. Un informe elaborado a partir de datos satelitales recopilados por la Asociación Mundial para la Reducción de la Quema de Gas (GGFR) del Banco Mundial revela que, en 2022, se reanudaron los avances en la reducción de la quema de gas. Concretamente, los expertos afirman que el volumen quemado en todo el mundo cayó 5000 millones de metros cúbicos hasta ubicarse en los 139.000 millones de metros cúbicos, su nivel más bajo desde 2010.
El pasado ejercicio, la mayor parte de la disminución de la quema mundial de gas en 2022 correspondió a tres países: Nigeria, México y Estados Unidos. Otros dos países —Kazajstán y Colombia— se destacan por haber reducido sistemáticamente los volúmenes de quema de gas en los últimos siete años.
Los expertos afirman que, además de la disminución general en el volumen, la intensidad de la quema mundial, es decir, la cantidad de gas que se quema por cada barril de petróleo producido, también cayó a su nivel más bajo desde que comenzaron a recopilarse datos satelitales, dado que la producción de petróleo aumentó un 5 % en 2022. Esto indica un desacoplamiento gradual y sostenido entre la producción de petróleo y la quema.
Otro dato revelador que expone el informe es que la disminución de las exportaciones de gas ruso a la Unión Europea no provocó un aumento de la quema de gas en ese país. A lo largo de 2022, la Unión Europea incrementó significativamente la importación de gas natural licuado (GNL) proveniente de Estados Unidos, Angola, Noruega, Qatar y Egipto, y a través de gasoductos desde Azerbaiyán y Noruega. De estos países, solo Estados Unidos, Angola y Egipto han logrado avances considerables para convertir el gas que habitualmente se quemaría en exportaciones de GNL.
La quema de gas es la combustión de gas natural asociada con la extracción de petróleo. Este gas desperdiciado podría utilizarse para desplazar fuentes de energía más contaminantes, ampliar el acceso a la energía en algunos de los países más pobres del mundo y proporcionar a muchos países la seguridad energética que tanto necesitan.
Por otro lado, la GGFR estima que en 2022 con la quema de gas se liberaron 357 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente: 315 millones en forma de dióxido de carbono y 42 millones en forma de metano. En el informe también se analizan los avances científicos y la incertidumbre en torno a la cantidad de metano que se libera con la quema, y se concluye que las emisiones de metano derivadas de la quema podrían ser significativamente mayores de lo estimado.
En palabras de Zubin Bamji, gerente de programas de la GGFR del Banco Mundial: “Estamos preocupados por la cantidad de metano emitido mediante la quema, en particular en instalaciones que no funcionan correctamente. El metano es un gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono en el corto plazo. Debemos comprender mejor la situación, por lo cual estamos intensificando nuestros esfuerzos para ayudar a los países en desarrollo a reducir las emisiones de metano”.