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Cada año, en todo el mundo se invierten grandes sumas de dinero en las infraestructuras que nos ayudan a desplazarnos a nosotros mismos y a los bienes necesarios para subsistir. Un informe publicado a comienzos de octubre de este año, por la consultora McKinsey propone algunas claves para responder a la pregunta: ¿Cómo puede el sector del transporte reducir sus emisiones de acuerdo con los objetivos climáticos mundiales y, al mismo tiempo, satisfacer la demanda de infraestructuras de transporte? Así, la investigación propone que, para alcanzar las metas de la Agenda 2030, es preciso desarrollar una infraestructura de transporte sostenible que cumpla con al menos cuatro criterios comunes.
Giro de 360º: Hacer de la sostenibilidad una prioridad en las infraestructuras de transporte

Sin dudas, la pandemia de COVID-19 ha acelerado procesos como la digitalización y los modelos de trabajo flexibles. Sin embargo, ha habido algunos ámbitos que merecen más atención por sus implicaciones a largo plazo en la sostenibilidad y aún no han sido parte del debate como es el caso de las infraestructuras de transporte.

El sector del transporte es el que más contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en la Unión Europea, ya que representa alrededor del 28% de las emisiones totales. A diferencia de muchas otras industrias que están adoptando gradualmente medidas para reducir de forma significativa sus emisiones, el sector del transporte sigue registrando un crecimiento de alrededor del 0,8% en toneladas métricas de dióxido de carbono equivalente (MtCO2e) cada año, siendo los turismos la mayor parte.

Un informe recientemente publicado por la Consultora McKinsey sostiene que, en todo el mundo, según las Perspectivas de la Infraestructura Global, se necesitarán más de 2 billones de dólares de inversión en infraestructuras de transporte cada año hasta 2040 para impulsar el desarrollo económico. La rápida urbanización, el aumento de la demanda de servicios de transporte de mercancías, entre otros factores, están presionando a las partes interesadas para que aceleren el ritmo de desarrollo de las infraestructuras.  

La investigación plantea una idea clara: es necesario que, antes de que los contratistas empiecen a mejorar las infraestructuras actuales, es fundamental que las partes interesadas trabajen juntas para idear formas de transformar la construcción de infraestructuras para que sean más sostenibles. Si no se adoptan medidas significativas para invertir las tendencias contaminantes, afirman los expertos, será casi imposible alcanzar los objetivos climáticos fijados por instituciones mundiales como el Acuerdo de París, los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y las aspiraciones de la UE de alcanzar la neutralidad climática en 2050.  

Ante esto, el informe buscar dar respuesta a la pregunta ¿Cómo podemos transformar las infraestructuras para que sean más sostenibles, mejorando en última instancia el nivel de servicio y la durabilidad de las infraestructuras sin comprometer la velocidad de diseño y construcción? Así, el documento propone que para efectivamente lograr desarrollar una infraestructura de transporte sostenible será necesario tener en cuenta cuatro dimensiones de la sostenibilidad: medioambiental, social, institucional y económica.

En otras palabras, esto significa que la infraestructura sostenible debe ser resistente al cambio climático, socialmente inclusiva, tecnológicamente avanzada, productiva y flexible. Un diseño organizativo adecuado, herramientas digitales, indicadores de rendimiento y un enfoque conjunto entre todas las partes interesadas son esenciales para transformar eficazmente las infraestructuras y garantizar un desarrollo duradero.

Desde el punto de vista medioambiental, las infraestructuras de transporte podrían planificarse, diseñarse, construirse y operarse con el objetivo de aumentar su nivel de resiliencia climática, lo que incluye mitigar el impacto climático, proteger la biodiversidad y minimizar la contaminación. Las infraestructuras de transporte sostenibles deberían catalizar un círculo virtuoso, en el que los materiales finitos se sustituyan gradualmente por materiales renovables. Siempre que sea posible, los materiales deben ser reutilizables, reparables, reciclables y recuperables.

Por otra parte, desde el punto de vista social, la investigación advierte que las infraestructuras sostenibles deben tener en cuenta los efectos externos sobre las poblaciones vulnerables, preservar el patrimonio cultural, proteger los derechos humanos, mejorar la calidad de vida, aumentar el nivel de inclusión y hacer accesibles los servicios de transporte.

En tercer lugar, el aspecto institucional se centra en la alineación de las infraestructuras de transporte con los objetivos generales del país en cuestión, como las vías específicas hacia la descarbonización. Por último, la faceta económica abarca la viabilidad financiera a largo plazo de la infraestructura y su contribución a la creación de empleo y al crecimiento económico.

Finalmente, la investigación argumenta que, con una comprensión clara de lo que es la infraestructura de transporte sostenible, las partes interesadas podrían abordar cada proyecto desde estos cinco ángulos: Resistencia al clima; inclusión; Tecnología; Productividad y creación de valor y flexibilidad. Así, los expertos concluyen que estas cuatro dimensiones de la sostenibilidad y los cinco elementos estratégicos proporcionan una sólida definición de lo que la infraestructura de transporte sostenible podría lograr desde el punto de vista financiero, medioambiental y social.  

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