No hay dudas de que a partir de marzo de 2020 nuestra vida cambió para siempre. La llegada del coronavirus transformó casi todos los planos de nuestra existencia, así como también visibilizó una seria de problemáticas sociales que ya existían con anterioridad pero que se vieron agravadas. La desigualdad de género ha sido una de estas realidades. La ONG Oxfam Intermón publicó recientemente un informe en el cual analiza cinco modos en los cuales se comprueba que la pandemia ha agravado la situación de desigualdad a la que se ven sometidas la mayoría de las mujeres y niñas del mundo entero.
Si bien existen múltiples formas de desigualdad social entre las personas, hay dos formas de dominación profundamente arraigadas, aparentemente inextinguibles: las relaciones de poder entre los géneros y las relaciones de poder entre clases sociales. Es diferente la pertenencia a una clase y otra categoría social si se es hombre o si se es mujer y es diferente ser mujer o ser hombre de acuerdo con la clase, la casta o la raza. El género y las otras condiciones sociales estructuran los modos de vida particulare. Así, las mujeres pobres no deben enfrentar sólo la pobreza y la exclusión, sino que también deben soportar la opresión por pertenecer a un género que históricamente no ha tenido acceso a ciertos derechos tales como educación, salud, trabajo formal y estable o alimento.
El informe parte de la premisa acerca de que la covid-19 es más que una crisis económica o de salud pública. Es una crisis de discriminación por las experiencias vividas de raza, género y clase. En esta línea la investigación afirma que existen -al menos- cinco formas en las cuales se ve evidenciado que las mujeres han sido mucho más perjudicadas que sus pares varones tras la llegada de la pandemia. A saber: Su economía se vio más afectada; fueron excluidas de la atención sanitaria y la educación de calidad; debieron asumir las responsabilidades del trabajo de cuidados; han sido las primeras en pasar hambre y, por último, pero no menos importante, sufrieron el aumento de la violencia machista.
El documento advierte que en varios países los datos demuestran que las mujeres han visto sus medios de vida en gran peligro y que han sido las más afectadas por los efectos económicos de la crisis. La pandemia las ha expulsado de forma desproporcionada del empleo, invirtiendo décadas de progreso en su participación en la fuerza laboral. Se calcula que 47 millones de mujeres y niñas se han visto sumidas en la pobreza extrema desde la declaración de la pandemia. Además, en todo el mundo, 740 millones de mujeres trabajan en la economía informal, y durante el primer mes de la pandemia sus ingresos cayeron un 60%.
Esto se debe, entre otros factores, a que en general, las mujeres están sobrerrepresentadas en los sectores de la economía más afectados, como los servicios de hostelería, limpieza y alimentación. También se ha comprobado que es mucho más probable que sean ellas quienes tengan empleos precarios y vulnerables. En los países de bajos ingresos, el 92% de las mujeres trabajan en empleos informales, peligrosos o inseguros y se enfrentan a la falta de acceso a la protección social o a las redes de seguridad.
La investigación también sostiene que las mujeres y niñas han sido excluidas de la atención sanitaria y la educación de calidad. El coronavirus ha perturbado los sistemas de salud y está reprimiendo los esfuerzos para satisfacer las necesidades en materia de salud sexual y reproductiva. En todo el mundo, las mujeres y las niñas han informado de que tienen un acceso reducido a los servicios, lo que aumenta el riesgo de embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual y complicaciones durante los embarazos, el parto y el aborto. Los datos que arroja el estudio muestran que ha habido alrededor de 7 millones de embarazos no deseados en todo el mundo debido a la covid-19 y sus medidas.
Asimismo, se estima que las muertes maternas han aumentado entre un 8% y un 39% al mes en los países de ingresos bajos y medios, debido a la reducción de la atención perinatal relacionada con el covid-19. Globalmente, se prevé que para 2030 habrá 13 millones más de matrimonios infantiles debido al cierre de escuelas y al aumento de la pobreza derivado de la pandemia. La investigación advierte con gran preocupación que también se ha calculado que la pandemia revertirá los logros de los últimos 20 años de avances mundiales en la educación de las niñas, lo que a su vez se traducirá en un aumento de la pobreza y la desigualdad. Además, al menos un millón de niñas embarazadas en edad escolar corren el riesgo de perder su acceso a la educación en la África subsahariana al finalizar el cierre de escuelas inducido por el aislamiento.
Otro de los modos en los que las mujeres y niña se han visto afectadas ha sido en la desigual división de tareas al tener que asumir las responsabilidades del trabajo doméstico y de cuidados. A nivel mundial, las mujeres realizan tres cuartas partes de todo el trabajo de cuidados no remunerado y constituyen dos tercios del remunerado, lo que aporta billones de dólares a la economía mundial. Según una encuesta realizada por Oxfam en cinco países, el 43% de las mujeres dijeron sentirse más ansiosas, deprimidas o enfermas por el aumento de la carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado.
Mientras los cierres han frenado la economía de mercado, el trabajo de cuidados no remunerado se ha disparado. Antes de covid-19, las mujeres y las niñas ya dedicaban 12.500 millones de horas diarias al trabajo de cuidados no remunerado. Las investigaciones de la ONG muestran que las enfermedades y los cierres de las escuelas han aumentado drásticamente esta carga, que recae sobre todo en las madres solteras, las mujeres que viven en la pobreza y los grupos racial y étnicamente discriminados. La investigación sostiene que las mujeres han hecho funcionar el mundo durante la respuesta al covid-19, asumiendo la carga de trabajo de los cuidados en las clínicas, en los hogares y en el lugar de trabajo. Mundialmente, las mujeres representan el 70% del personal sanitario y social. También son la mayoría de las trabajadoras domésticas del mundo. El problema es que, aunque estos trabajos son esenciales para la respuesta a la pandemia, durante mucho tiempo han estado infravalorados y mal pagados, lo que hace que estas trabajadoras esenciales corran un mayor riesgo de exponerse ellas mismas al virus.
El estudio también muestra que las mujeres desempeñan un papel crucial en el sistema alimentario mundial como productoras, como trabajadoras en las plantaciones y en las plantas de procesamiento. Además, estas suelen ser responsables de comprar y cocinar los alimentos para la familia. Sin embargo, en todos los continentes la prevalencia de la inseguridad alimentaria es mayor para las mujeres que para los hombres. El estudio sostiene que, si las mujeres tuvieran el mismo acceso a los recursos productivos que los hombres, podrían reducir hasta un 17% el número de personas que pasan hambre en el mundo.
Por otra parte, las mujeres constituyen una proporción importante de grupos como los trabajadores informales y los pequeños productores, que son los más afectados por las repercusiones económicas de la pandemia. Además, suelen ser las más vulnerables dentro de estos grupos debido a barreras sistémicas como la discriminación en cuanto a la propiedad de la tierra y la remuneración.
Por último, ha habido una escalada brutal de la violencia de género en el último año. La violencia contra las mujeres y las niñas ha aumentado rápidamente a raíz de las restricciones de movimiento relacionadas con la pandemia. Así, los servicios de apoyo a las mujeres y niñas que se enfrentan a la violencia se han visto muy afectados debido a la reducción de los esfuerzos de prevención y protección y de los servicios sociales. El estudio refleja que en algunos países se ha registrado un aumento de hasta el 33% en la violencia de pareja. En este sentido, se calcula que, si el bloqueo hubiera continuado durante 6 meses en julio de 2020, se podrían esperar 31 millones de casos adicionales de violencia de género en todo el mundo.
El informe concluye que gran parte de la respuesta global a la pandemia no ha tenido en cuenta los impactos interseccionales y de género, siendo las mujeres en situación de pobreza y vulnerabilidad, de raza, jóvenes y en edad reproductiva las más afectadas. La brecha para abordar esto puede atribuirse a la ausencia de las mujeres, en toda su diversidad, en la toma de decisiones sobre la pandemia a todos los niveles, internacional, nacional y local.