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Hace apenas un año, tras la inesperada irrupción del coronavirus, la larga cuarentena que impusieron la mayoría de los países del mundo para evitar los contagios masivos traía consigo efectos climáticos positivos. Circularon fotografías de los canales de Venecia impolutos, los cielos de Shanghái celestes y aves de todo tipo apropiándose del Parque del Retiro. Pero la ilusión duró poco. Un informe publicado a comienzos de abril por la Agencia Internacional de la Energía (IEA por sus siglas en inglés) advierte que las emisiones de carbono ya están aumentando.

El aire estaba más limpio cuando las personas no podíamos salir de casa a arruinarlo todo. La mejora de las condiciones medioambientales fue sin dudas nuestro único consuelo ante el desastre que significó en todo el globo la llegada del coronavirus. Sin embargo, las buenas noticias fueron pasajeras. Quizás la mascarilla debería llegar para quedarse. Pero no sólo para evitar contagios virales, sino también para protegernos del aire que respiramos. Faltan los abrazos y las noches en los bares, pero la contaminación medioambiental ya está volviendo a la normalidad. ¿eso queríamos? ¿Esto era la tan aclamada nueva normalidad?  Evidentemente no. Durante el breve tiempo que duraron las mejores medioambiental debimos haber aprendido que era posible contaminar menos. Sin embargo, diversas investigaciones muestran que la ilusión fue corta y con la re activación económica tras los peores meses de la pandemia, también se reactivó el consumo y por ende la contaminación.

La Agencia Internacional de la Energía (IEA por sus siglas en inglés) formada por 30 países miembros que trabajan por un futuro energético sostenible ha presentado recientemente su último estudio mundial sobre consumo de energía.  Ahora que el mundo entra en el segundo año de la pandemia de Covid-19, el informe anual “Global Energy Review” evalúa la dirección que tomarán la demanda de energía y las emisiones de dióxido de carbono en 2021. Los últimos datos estadísticos y el análisis en tiempo real confirman las estimaciones iniciales sobre la demanda de energía y las emisiones de CO2 en 2020, al tiempo que ofrecen una visión de cómo la actividad económica y el uso de la energía están repuntando en países de todo el mundo, y lo que esto significa para las emisiones globales.

Lo peor ya pasó y la aceleración del despliegue de las vacunas Covid-19 en muchas de las principales economías y las respuestas fiscales generalizadas a la crisis económica están impulsando las perspectivas de crecimiento económico y provocando un repunte de la demanda energética en 2021. El informe analiza si el repunte de la actividad corre el riesgo de llevar las emisiones de CO2 a un nuevo máximo y hasta qué punto las nuevas políticas orientadas a una recuperación sostenible pueden frenar el repunte de las emisiones.

Cabe destacar que el ritmo de implantación de las vacunas a nivel mundial, la posible aparición de nuevas variantes del virus y la magnitud y eficacia de las medidas de estímulo económico representan importantes incertidumbres para las perspectivas. En un contexto tan cambiante es difícil hacer proyecciones certeras. Por lo tanto, este análisis no sólo traza una posible trayectoria para el uso de la energía y las emisiones de CO2 en 2021, sino que también pone de relieve los numerosos factores que podrían conducir a resultados diferentes.

El estudio afirma en primer lugar que las terceras oleadas de la pandemia prolongan las restricciones a la circulación y siguen sometiendo la demanda energética mundial. Pero los paquetes de estímulo y el despliegue de vacunas ofrecen un rayo de esperanza. Se espera que la producción económica mundial repunte un 6% en 2021, impulsando el PIB mundial más de un 2% por encima de los niveles de 2019.

En consonancia con este crecimiento económico que está siendo planteado en clave de desarrollo sostenible, se prevé que la demanda mundial de energía aumente un 4,6% en 2021, lo que compensará con creces la contracción del 4% en 2020 e impulsará la demanda un 0,5% por encima de los niveles de 2019. La investigación advierte que casi el 70% del aumento previsto de la demanda mundial de energía corresponde a los mercados emergentes y las economías en desarrollo, donde la demanda aumentará un 3,4% por encima de los niveles de 2019. El consumo de energía en las economías avanzadas se situará un 3% por debajo de los niveles anteriores a la crisis.

La investigación trae malas noticias: la demanda de todos los combustibles fósiles aumentará considerablemente en 2021. Se prevé que la demanda de carbón, por sí sola, aumente un 60% más que la de todas las energías renovables combinadas, lo que supondrá un aumento de las emisiones de casi un 5%, o 1 500 Mt. Este aumento previsto revertiría el 80% de la caída en 2020, con lo que las emisiones terminarían sólo un 1,2% por debajo de los niveles de emisiones de 2019.

Por otro lado, el estudio explica que a pesar de un aumento anual previsto del 6,2% en 2021, la demanda mundial de petróleo se mantendrá en torno a un 3% por debajo de los niveles de 2019. Se prevé que el uso de petróleo para el transporte por carretera no alcanzará los niveles anteriores a la crisis hasta finales de 2021. Las restricciones para viajar tendrán un breve impacto positivo. Se prevé que el uso de petróleo para la aviación se mantenga un 20% por debajo de los niveles de 2019 incluso en diciembre de 2021, con una demanda anual más de un 30% inferior a la de 2019. Una vuelta completa a los niveles de demanda de petróleo anteriores a la crisis habría hecho subir las emisiones de CO2 un 1,5% más, situándolas muy por encima de los niveles de 2019.

Otro hallazgo de los investigadores del IEA ha sido que la demanda de carbón va a aumentar un 4,5% en 2021, y más del 80% del crecimiento se concentrará en Asia. Se prevé que sólo China represente más del 50% del crecimiento mundial. La demanda de carbón en Estados Unidos y la Unión Europea también está repuntando, pero todavía se mantendrá muy por debajo de los niveles anteriores a la crisis. El sector de la energía sólo representa el 50% del descenso de las emisiones relacionadas con el carbón en 2020. Sin embargo, el rápido aumento de la generación de carbón en Asia significa que el sector eléctrico representará el 80% del repunte en 2021.

Si bien el panorama resulta adverso hay algunos datos positivos que nos permiten recuperar la esperanza de un futuro mejor. La investigación también muestra que la demanda de energías renovables creció un 3% en 2020 y está previsto que aumente en todos los sectores clave -energía, calefacción, industria y transporte- en 2021. El sector de la energía está a la cabeza, ya que su demanda de energías renovables se incrementará en más de un 8%, hasta alcanzar los 8.300 TWh, el mayor crecimiento interanual registrado en términos absolutos. Además, se espera que la energía solar fotovoltaica y la eólica aporten dos tercios del crecimiento de las renovables. 

Aún no todo está perdido, pero, ciertamente, depende de las transformaciones en los hábitos de consumo energético que podamos hacer la posibilidad o no de detener la emergencia climática. Ya vimos que era posible, ahora debemos ponernos en marcha y defender el crecimiento, pero sostenible. Fatih Birol, Director Ejecutivo de la IEA concluyó tras la presentación del estudio que: “Los datos son una advertencia terrible de que la recuperación económica de la crisis de la Covid es actualmente cualquier cosa menos sostenible para nuestro clima”. El futuro está en nuestras manos.

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