Cuando un joven termina sus estudios de enseñanza obligatoria y se enfrenta a la decisión de qué hacer a partir ese momento, muchas veces ya viene condicionado ‘de casa’. En primer lugar, respecto a si debe o no ir a la universidad: por defecto, es lo que solemos querer todos para nuestros hijos, aunque es cierto que la Formación Profesional es también una alternativa interesante si lo que se quiere es acceder rápidamente al mercado laboral. Y en segundo lugar, respecto a qué rama o disciplina elegir entre la amplia oferta formativa que existe actualmente. ¿Las chicas profesoras, peluqueras o enfermeras y los chicos informáticos, mecánicos o médicos?
Esa clasificación de género ha existido históricamente en nuestro país, de acuerdo con una cultura que consideraba que había carreras y profesiones masculinas y otras femeninas. Por suerte, aunque siguen existiendo ciertas tendencias de género en determinadas disciplinas -aún no hemos sido capaces de lograr que el reparto entre hombres y mujeres sea equitativo en las carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas)-, poco a poco se van rompiendo tabúes y convencionalismos, y cada vez hay más representación femenina en estas aulas. Incluso en el Centro Universitario U-tad, donde trabajo desde 2013, tenemos grados como el de Animación y el de Diseño Digital en los que las chicas ya superan a los chicos.
Para que los jóvenes se sientan libres de elegir sin prejuicios a qué van a dedicar el resto de su vida, es importante que desde niños se vean expuestos a una educación sin discriminación de género, que se les ofrezcan las mismas actividades y oportunidades; que puedan probar diferentes cosas, descubrir qué es lo que realmente les gusta y sacar a la luz sus habilidades ocultas, para poder cultivar aquello que les va a hacer más felices o para lo que tengan mejores capacidades. Realmente, creo que hoy en día la gran mayoría de los padres dejan a la elección de sus hijos los estudios que van a cursar, pero no nos olvidemos de la importancia de cultivar esta libertad desde sus edades más tempranas.
En mi caso, elegí dedicarme al mundo de los videojuegos, empezando mi carrera profesional en una de las principales compañías del sector. Eran los años 90, y por entonces chocaba que una mujer trabajara en videojuegos, y más si no encajaba con el perfil de ‘friki’, esto con los años ha ido cambiando. Años después entré en el sector de la animación, trabajando también en grandes producciones, donde era más habitual que hubiera mujeres, pero continuaban predominando los perfiles masculinos.
Estos dos sectores están acostumbrados a trabajar con equipos multidisciplinares, de cultura abierta, con vocación de apoyo a los compañeros y al desarrollo del talento. En lo personal, puedo afirmar que ser mujer nunca me ha condicionado: siempre se me ha valorado por lo que aportaba a las compañías en las que he trabajado, y he tenido oportunidades y recibido ofertas interesantes por mis conocimientos, con independencia de mi género. Hoy me siento reconocida por la industria, tengo el privilegio de haber sido elegida vicepresidenta del recientemente creado Píxel Clúster Madrid, el Clúster de la Animación y la Creación digital, y acabo de recibir el Premio Especial a la Trayectoria Profesional de la revista HobbyConsolas.
Tanto el mercado de los videojuegos como el de la animación en España están en pleno desarrollo. Cada vez se hacen producciones de mayor envergadura con una gran calidad y el sector de los VFX está creciendo muchísimo, y aunque todavía predominan los perfiles masculinos, por ser una industria más atractiva para los hombres hace unos años, actualmente hay un gran crecimiento en el consumo de este tipo de contenidos por parte del colectivo femenino, algo que está despertando nuevas vocaciones entre las chicas. Por ello, creo que, de una forma natural, la presencia de mujeres en estos ámbitos será cada vez mayor.
Más allá de la educación y de la cultura social, más allá de la industria, también el Gobierno debe reforzar la cultura de la igualdad de género mediante políticas que garanticen las mismas oportunidades y con las mismas condiciones a niñas y niños.
Fuera de nuestro país, todavía hay muchas partes del mundo donde aún existen enormes diferencias en este sentido, donde las mujeres todavía no cuentan siquiera con los mismos derechos. Confío en que la globalización y la digitalización generalizada contribuirán a que se vayan limando esas diferencias e igualando las oportunidades entre ambos sexos, empezando por el derecho de acceso a la información y a la educación.
Tenemos aún camino por recorrer para dejarles un mundo mejor a quienes vengan detrás, y que ser hombre o mujer no sea un condicionante. Creo que estamos avanzando en esa dirección y que estamos en el buen camino en España. Esperemos que este sea el caso en el resto del mundo en un futuro.