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¿Hay vidas que valen más que otras? Pensar la vida humana vinculada a un precio monetario es tan injusto como real. La pandemia de coronavirus, entre otras cosas, ha cristalizado las múltiples desigualdades que azotan a nuestras sociedades.  Un reciente informe publicado por Oxfam Intermón, advierte que cerca de 70 países pobres solo podrán vacunar a una de cada diez personas contra la Covid-19 el próximo año a menos que los Gobiernos y la industria farmacéutica tomen medidas urgentes para asegurarse de que se produzcan suficientes dosis. Mientras en algunos puntos del globo las naciones más ricas han asegurado miles de millones de dosis de vacunas contra el virus, las economías en desarrollo luchan por acceder a los suministros básicos para detener la propagación del virus.

La Alianza Mundial para el Fomento de la Vacunación, Gavi, afirma que las promesas de contribuciones al fondo de vacunas COVAX de acceso igualitario son la mejor manera de poner fin de una vez a esta pandemia.

Quizás más peligroso que el virus SARS- Cov 2 sea el virus de la indiferencia. Mientras que las últimas semanas han traído noticias esperanzadoras a medida que comienza la primera fase de vacunación en algunos países, aún queda mucho camino por recorrer antes de que la inmunización ralentice la propagación del virus. Si bien la pandemia ha afectado al mundo entero, evidentemente, sus efectos no han sido los mismos. Los países más pobres han tenido muchos más inconvenientes a la hora de evitar la propagación y ahora se replica esta situación al momento de acceder a la vacuna.

El Foro Económico Mundial, también llamado Foro de Davos, explica que se prevé que el "nacionalismo de la vacuna", en el que los países dan prioridad a sus propias necesidades de vacunas, obstaculizará no sólo la recuperación de la salud mundial sino también la económica. Esto se debe a que, aunque se han hecho progresos a través de iniciativas como COVAX (el esfuerzo mundial para asegurar el acceso a las vacunas COVID-19 para todos los países), es poco probable que la mayoría de los pobres del mundo sean inmunizados en 2021, lo que prolongaría la interrupción.

En este contexto, volviendo a la pregunta inicial pareciera que sí, que efectivamente hay vidas que valen más que otras. Las naciones más ricas del mundo han pedido por adelantado miles de millones de dosis de vacunas, suficientes para proteger a algunas poblaciones varias veces. Sin embargo, al hacerlo han dejado menos para otras y pueden hacer subir los precios de los tratamientos también. Canadá encabeza la clasificación con suficientes dosis para vacunar a cada canadiense cinco veces. Los datos actualizados muestran que los países ricos, que representan apenas el 14 % de la población mundial, han adquirido el 53 % de todas las vacunas más prometedoras hasta ahora. La desigualdad y el egoísmo a la orden del día.

Al igual que las pandemias no son nuevas en la historia de nuestra humanidad, tampoco lo es el egoísmo y la falta de empatía. Durante la pandemia de gripe H1N1 de 2009 se observó un patrón similar al que estamos asistiendo actualmente con la problemática de las vacunas. Antes de eso, las vacunas contra el VIH/SIDA, la viruela y la poliomielitis sólo estaban disponibles en los países en desarrollo después de que los países desarrollados hubieran asegurado suficientes existencias para las necesidades internas.

Si bien puede haber cierta inevitabilidad en los deseos de las naciones de protegerse a sí mismas en primer lugar, esas decisiones tienen consecuencias para todos y todas. Si no se logra vacunar a la totalidad, o a gran parte, de la población mundial no habrá verdaderos ganadores. Al respecto, Tedros Adhanom Ghebreyesus, jefe de la Organización Mundial de la Salud, sostuvo que “Una nueva investigación destaca que la competencia mundial por las dosis de vacunas podría llevar a que los precios aumenten exponencialmente en comparación con un esfuerzo de colaboración como el de COVAX Facility". El nacionalismo de las vacunas sólo ayuda al virus.

En primer lugar, lo que preocupa es que mientras en algunos países se podría vacunar a toda su población y más, en otros ni los trabajadores esenciales podrían estar protegidos.  Además de la grave situación sanitaria que esto implica, también se traduciría en que la crisis económica se profundizará. El Foro de Davos alerta que si no se democratiza la vacunación no son sólo los más pobres los que sufrirán. Mientras la COVID-19 no esté bajo control en todas partes, el costo de la pandemia mundial seguirá siendo de hasta 1,2 billones de dólares al año, según la organización de investigación sin fines de lucro RAND Europe. La continua interrupción de la economía mundial, a través de las golpeadas cadenas de suministro y una demanda más débil seguirá pesando sobre todas las naciones. En este sentido, se prevé que los países y regiones de altos ingresos, incluidos los Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Europea, perderán alrededor de 119.000 millones de dólares al año, hasta que se logre una recuperación mundial.

Por el contrario, la Fundación Bill y Melinda Gates estima que el costo de suministrar vacunas a los países de bajos ingresos es de 25.000 millones de dólares. Esto contrasta con los 2.400 millones de dólares prometidos a COVAX en los últimos meses, y los 5.800 millones de dólares aportados al programa "ACT-Accelerator" de la OMS. La solidaridad y la cooperación internacional son hoy la mejor medicina. La obtención de 2.000 millones de dosis de vacunas candidatas por parte de COVAX no podría haberse logrado sin una considerable cooperación mundial. Gracias a esta iniciativa se espera que al menos 1.300 millones de dosis se pongan a disposición de 92 economías que reúnen los requisitos para el programa COVAX, con el objetivo de llegar hasta el 20% de las poblaciones para finales de 2021.

Las naciones deben comprender que hoy más que nunca pensar en el bien común a nivel global debe ser prioritario. El lugar de nacimiento de una persona no puede determinar su destino y posibilidad o no de supervivencia. Acceder a la vacuna y por ende a la salud se trata de un derecho y no de un privilegio. El desafío será ahora que todas las naciones comprendan que, como dice el proverbio popular, lo importante no es llegar solos y primero sino juntos y a tiempo.  

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